GEOGRAFÍA - PAÍSES: Estonia - 2ª parte

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Estonia - 2ª parte


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Historia

ituada en los confines del espacio alemán, sueco y ruso, Estonia ha estado integrada a lo largo de los siglos en uno u otro escenario, pero ha sabido conservar su identidad finesa, a pesar de las diversas dominaciones. Se sabe que los estonios, pueblo de origen fino-ugrio, habitaron las orillas del mar Báltico hace casi 5 000 años. Pero es muy poco lo que se conoce de su historia hasta principios del siglo XIII, época en que los estonios sumaban unas 100 000 almas y en la que fueron conquistados por los caballeros germanos de la Orden Teutónica, ayudados por Dinamarca.

Fueron los daneses quienes fundaron Tallinn, nombre estonio que significa ciudad danesa, y convirtieron Estonia al cristianismo. Bajo la dominación germana, mientras los mercaderes alemanes se reservaban el tráfico portuario y el rico comercio con Novgorod, los nobles o barones bálticos se adueñaban de grandes extensiones de tierra, al tiempo que los campesinos eran sometidos a la condición de siervos. En el siglo XVI, la reforma luterana llegó a Tallinn y significó la decadencia de los caballeros teutónicos.

La parte septentrional de Estonia pasó entonces a manos de Suecia, país que contribuyó a la expansión del protestantismo, mientras que la parte meridional, llamada Livonia, se integró en el ducado polaco-lituano de Curlandia. Dos siglos más tarde el territorio en su totalidad fue conquistado por Rusia, anexión ratificada por el Tratado de Nystad en 1721, que restableció los privilegios feudales de los barones bálticos y les permitió gozar de una cierta autonomía política. Esta situación se mantuvo hasta principios del siglo XIX, lo que dio pie al renacimiento de la cultura nacional. En 1806 la abolición de la servidumbre cambió en parte la situación del campesinado estonio, pero muy pronto los sueños nacionalistas se enfrentaron con la política de rusificiación del zar Alejandro III. Durante la Revolución de 1905, el movimiento Joven Estonia dio a conocer las primeras reivindicaciones autonomistas.

Tras la Primera Guerra Mundial, la derrota de Rusia y Alemania, las dos potencias que tradicionalmente se habían disputado su territorio, permitió a Estonia acceder a la independencia, que se concretó en noviembre de 1918. Tras un período de enfrentamiento armado entre el Ejército Rojo y las tropas estonias, finalmente la nueva república fue reconocida por la Rusia soviética con la firma del Tratado de Tartu, en febrero de 1920. En la etapa de vida independiente, que habría de durar más de veinte años, la Asamblea Nacional, elegida en 1919, instituyó una democracia parlamentaria y puso en marcha importantes reformas sociales, culturales y económicas. Sin embargo, el declive del comercio con Rusia y la crisis mundial de la década de los años treinta, unidos a los problemas internos del Parlamento, afectaron sensiblemente la situación del país y causaron un hondo descontento en la población. Coincidiendo con la ascención del fascismo en Europa, en 1934 el primer ministro Konstantin Päts se hizo con el poder mediante un sangriento golpe de estado e instauró una «dictadura preventiva».

En agosto de 1939 nazis y soviéticos firmaron el Tratado de no agresión, o Pacto Molotov-Ribbentropp, que en una de sus cláusulas secretas concedía Estonia y Letonia a la Unión Soviética. Las tropas enviadas por Moscú se instalaron en tierras bálticas al año siguiente y en agosto de 1940 el país fue incorporado formalmente a la U.R.S.S. como la República Socialista Soviética de Estonia. Pero ya en 1941 el territorio fue invadido por las tropas nazis, prolongándose la ocupación alemana hasta septiembre de 1944. Durante este período, y con el apoyo de Hitler, fue reinstaurada la independencia. El proceso de sovietización se reanudó en noviembre de 1944, cuando las tropas de la U.R.S.S. ocuparon la totalidad del país. La política de Stalin se concretó en deportaciones masivas a Siberia y en una permanente represión. Las colectivizaciones forzosas acompañaron un cambio estructural de la economía, que se tradujo en la expansión de la industria pesada, con inversiones en la producción energética y en el sector químico.

La única oposición estonia al poder soviético estuvo encarnada en el movimiento guerrillero metsavennad, que prosiguió sus acciones armadas contra los representantes locales del poder moscovita hasta mediados de los años cincuenta. A finales de la década de los sesenta no quedaba en pie ninguna forma de oposición política, pero la disidencia se había consolidado y cobraba forma a través de las actividades culturales. La creciente influencia de los emigrantes rusos y demás eslavos generaba un descontento cada vez mayor. Después de la muerte de Stalin, en 1953, el poder central soviético había hecho importantes concesiones en materia cultural --lengua y educación-- y económica --programa experimental de autogestión de Estonia--, pero ello no detuvo el proceso de radicalización de las demandas de autonomía política, sino que por el contrario les dio aún mayor fuerza.

En los años setenta y ochenta las consecuencias de la rusificación y la degradación del medio eran temas de controversia permanente. La política de glasnost (transparencia informativa) introducida por el dirigente Mijail Gorbachov amplió el debate a amplias capas sociales. Al difundirse la información, la opinión pública se opuso a los planes de una mayor explotación minera en el NE del país y Moscú se vio obligada a reconsiderar sus propuestas. El mayor impulso en esta lucha provino de la imponente manifestación que tuvo lugar en Tallinn en agosto de 1987, aprovechando la apertura marcada por la perestroika. Así nació el movimiento nacionalista, orientado hacia la restauración de la primera república independiente sobre la base de la ilegalidad de la ocupación soviética. Por su parte, el Partido Comunista Estonio alimentó en su seno las corrientes reformistas que reclamaban una mayor autonomía, sobre todo en el terreno económico. Después de restablecer la bandera tricolor de los años anteriores a la guerra y de oficializar el idioma, el Soviet local proclamó la soberanía estonia en 1988 y dos años después se separó del Partido Comunista de la Unión Soviética.

El nacionalismo estonio salió a la luz en marzo de 1990, en las primeras elecciones legislativas libres. El nuevo Soviet supremo, presidido por el ex comunista Arnold Ruutel, votó una declaración de independencia, después de un período de transición. Las advertencias de Gorbachov para que el país diera marcha atrás en el proceso no fueron escuchadas y, por el contrario, un año después, en marzo de 1991, el pueblo votó mayoritariamente a favor de la independencia. El 20 de agosto de ese año, como respuesta al intento de golpe de estado de Moscú, el Soviet supremo de Tallinn declaró la independencia total e inmediata de la República de Estonia, que fue admitida en las Naciones Unidas en el mes de septiembre.

La nueva Constitución, que estableció un Parlamento unicameral y un Poder Ejecutivo fuerte, sancionó también un rígido sistema para la concesión de ciudadanía, dejando al margen de ella a la comunidad rusa. De este modo, más de una tercera parte de la población no participó en las primeras elecciones legislativas y presidenciales de la república independiente, celebradas el 20 de septiembre de 1992, y fueron ganadas por la derecha nacionalista. El 5 de octubre Lennart Meri fue nombrado presidente. Los soldados rusos se retiraron definitivamente de Estonia en 1994. En marzo de 1995 una coalición de centroizquierda ganó las elecciones legislativas desplazando del poder a los liberales.

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