GEOGRAFÍA - PAÍSES: El Salvador - 2ª parte

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El Salvador - 2ª parte


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Historia

ntes de que se iniciara la colonización española, el territorio del actual Estado de El Salvador estuvo poblado por las tribus pertenecientes a los grupos pipiles y lencas. Estos últimos, que habitaban la zona oriental, eran descendientes de los mayas, ya que la región había pertenecido a ese imperio hasta los ss. IX y X, cuando se inició su emigración hacia el Yucatán. Los pipiles, por su parte, eran tribus sedentarias que se dedicaban al cultivo de granos y hortalizas, que, a su vez, provenían de los aztecas. La capital establecida por los pipiles era Cuscatlán.

La conquista centroamericana fue iniciada por Pedro de Alvarado, quien, en una rápida y sangrienta campaña, logró dominar a la población indígena, ocupó Cuscatlán y ejecutó al último cacique pipil, Atlacatl el Viejo (1524). Tras este avance, el número de indígenas se redujo a la mitad. Durante las campañas de Diego de Alvarado, primo de Pedro, fue fundada la ciudad de San Salvador, cuyo primer alcalde fue Diego de Holguín. Quedó establecida de este modo la colonización española en el territorio salvadoreño y los indígenas, además de perder las dos terceras partes de sus tierras, fueron sometidos al sistema de encomiendas. La región se incorporó primero a la Real Audiencia de los Confines y, después, a la Capitanía General de Guatemala, junto con Chiapas, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. Se crearon tres grandes provincias: San Salvador, San Miguel y Trinidad.

En 1552 fue fundada la ciudad de Sonsonate, que se convertiría en un importante centro comercial, agrícola y manufacturero. En 1719, El Salvador sufrió el azote de violentos terremotos que produjeron importantes pérdidas para la zona. Por aquel entonces, la exportación de añil, cacao y bálsamo dieron importancia a la región y con el fin de aumentar su producción se inició el comercio de esclavos negros provenientes de África. Poco a poco se fue consolidando un sector social criollo que comenzó a adquirir poder económico y que expresó los primeros desacuerdos con la Corona española. Coincidiendo con otras luchas independentistas, en 1811 el presbítero José Matías Delgado encabezó la primera tentativa independizadora de América Central, en la ciudad de San Salvador, que resultó frustrada.

El 24 de enero de 1814, José Manuel Arce y Manuel Rodríguez repitieron el intento, pero corrieron igual suerte. El 15 de septiembre de 1821 la Capitanía General de Guatemala proclamó su independencia de España y El Salvador se acogió con entusiasmo al acto revolucionario, aunque fue forzado a incorporarse en el nuevo imperio mexicano de Itúrbide. En 1823, tras disgregarse este imperio, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Costa Rica constituyeron la Federación de Provincias Unidas de América Central.

Sólo en 1841, bajo la presidencia del conservador Francisco Malespín, El Salvador se convirtió en república y alcanzó su verdadera independencia como Estado. En los primeros años de ese nuevo período, la política exterior estuvo orientada hacia la reconstrucción del federalismo, lo que originó numerosas guerras y alianzas. Los liberales se enfrentaron con los conservadores y los diferentes bandos nacionales fueron apoyados por Guatemala y Estados Unidos, según los intereses.

El primer presidente elegido por el pueblo salvadoreño fue Juan José Guzmán (1842-1844), quien intentó sin éxito rehacer la federación con Honduras y Nicaragua. En aquella época, el comercio del añil, que era uno de los pilares de la economía de la región, descendió estrepitosamente debido a que fueron descubiertos colorantes sintéticos que lo sustituyeron. En 1844, Guatemala y El Salvador entraron en guerra y, después de un período de paz, en 1863 el presidente salvadoreño Gerardo Barrios creó la Unión de Repúblicas Centroamericanas, que llevó a nuevos enfrentamientos entre los dos estados.

En la segunda mitad del s. XIX se sucedieron numerosas presidencias que se alternaron con golpes y contragolpes. Esta inestabilidad política tuvo relación directa con el progresivo esplendor del comercio cafetalero, que motivó el surgimiento de una oligarquía nacional terrateniente y la llegada de inversiones norteamericanas e inglesas. De este modo, la estructura socioeconómica de El Salvador vigente en los últimos años del s. XIX determinó gran parte de los acontecimientos políticos vividos por el país en la centuria siguiente, entre ellos el surgimiento de la guerrilla.

Entre 1913 y 1927, el Gobierno estuvo en manos de las familias Meléndez-Quiñones y, en 1931, el presidente Arturo Araujo, netamente liberal, fue derrocado mediante un golpe de estado encabezado por el general Maximiliano Hernández Martínez, que marcó el inicio de una larga etapa de gobiernos militares para el país. Sólo durante breves períodos los salvadoreños pudieron disfrutar de sus libertades democráticas.

En 1969 estalló un conflicto con Honduras, llamado la «guerra del fútbol», que tuvo su origen en la animadversión hondureña para con los más de 300 000 salvadoreños establecidos en el país vecino. El sangriento enfrentamiento, en el que hubo casi 2 000 muertos, finalizó mediante la intervención de la OEA y la firma del Tratado de San José (1970). Entre 1972 y 1977 ocupó la presidencia del país el coronel Arturo Armando Molina, del Partido de Conciliación Nacional (PCN). En 1977, Molina fue sustituido por el general Carlos Humberto Romero, quien, en octubre de 1979, fue depuesto por un golpe militar que estableció una Junta Revolucionaria compuesta por 3 civiles y 2 militares. Unos años antes, la guerrilla popular, animada en parte por las conquistas de la izquierda nicaragüense, había iniciado acciones en un intento de mejorar las condiciones de vida de la población y de introducir reformas en el arraigado sistema oligárquico del país.

La represión por parte del ejército fue en aumento y, en marzo de 1980, el arzobispo de San Salvador, Oscar Arnulfo Romero, defensor de los derechos humanos, fue asesinado por grupos afines a la oligarquía, mientras daba una misa en la catedral de la capital salvadoreña. La guerrilla se consolidó, entonces, con la creación del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), brazo armado del Frente Democrático Revolucionario; asimismo, la derecha se unió en torno al Ejército Secreto Anticomunista (ESA), que llevó a cabo sus acciones con el apoyo de varias organizaciones paramilitares.

El 13 de diciembre de 1980, los militares disolvieron la Junta Revolucionaria y nombraron presidente al democristiano José Napoleón Duarte, quien ganó las elecciones celebradas el 25 de marzo de 1984, en las que debió enfrentarse con el ultraderechista R. DÁubuisson. Durante su gobierno, a pesar de que hubo acercamientos hacia la guerrilla, los enfrentamientos se recrudecieron y miles de salvadoreños perdieron la vida.

El 19 de marzo de 1989 se celebraron nuevas elecciones presidenciales y en ellas resultó triunfador Alfredo Cristiani, líder del partido ultraconservador Alianza Republicana Nacionalista (ARENA). Durante ese año se reanudaron las conversaciones entre gobierno y guerrilla, pero los enfrentamientos continuaron; la intervención de la ONU no logró, sin embargo, poner fin a una guerra que ya se había cobrado más de 70 000 víctimas.

En enero de 1992, tras doce años de guerra civil, El Salvador logró adentrarse en un proceso de reconciliación que culminó con la entrega de las armas por parte del FMLN el 15 de diciembre del mismo año. La voluntad de paz de la población se fundió con el final de la «guerra fría» y con el fracaso electoral de los sandinistas en Nicaragua.

En la primera vuelta de las elecciones presidenciales, en marzo de 1994, Armando Calderón Sol obtuvo una clara victoria sobre el candidato apoyado por el FMLN. En noviembre del mismo año, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidades extendió el mandato de la fuerza de pacificación hasta abril de 1995. A principios de 1995 se sucedieron diversas manifestaciones de protesta de los soldados desmovilizados, del FMLN y del ejército, en demanda de pensiones por invalidez.

Literatura

La literatura salvadoreña puede decirse que tomó forma a partir de la conquista de la independencia y se inició apoyada en el romanticismo. Antonio Gavidia (1863-1955) fue el escritor más importante de esta corriente; su obra, que incluyó poesía, cuentos y piezas teatrales, fue muy fecunda. Hacia fines del siglo sobresalieron las obras de Arturo Ambroggi, José María Peralta Lagos y Alberto Rivas Bonilla. Entre los modernistas destacaron: Julio Enrique Ávila, José Valdés, Raúl Contreras y Vicente Rosales y Rosales, cuya obra derivó en vanguardia poética.

Iniciado el s. XX, apareció un prosista destacado, Salarrué (Salvador Salazar Arrué), que continuó la labor literaria de algunos de sus predecesores costumbristas. A él le siguieron los escritores Miguel Ángel Espino, Ramón González Montalvo y Napoléon Rodríguez Ruiz. En la poesía de mediados de siglo destacaron las obras de Claribel Alegría, Dora Guerra, Alfonso Morales, Oswaldo Escobar Velado, Jorge Cornejo, Eduardo Menjívar y Hugo Lindo. Entre los narradores de esa época sobresalen José María Méndez, Humberto Ibarra y Norma Cruz.

Las vivencias de la guerra interna tuvieron especial peso en los poetas que publicaron a partir de los años setenta. Destacan las obras de Waldo Chávez Velasco, Mercedes Durand, Roque Dalton, Alfonso Quijada Urizas. Entre los narradores de la segunda mitad del siglo se encuentran Eugenio Martínez Orantes, Álvaro Menéndez Leal, José Roberto Cea y José Manlio Argueta. Las artes plásticas salvadoreñas han sido muy modestas, aunque cabe destacar tres nombres: Francisco Wenceslao Cisneros, Enrique Aberle y César Sermeño, uno de los pintores salvadoreños contemporáneos más internacionales.

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