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Geografía
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Dinamarca - 4ª parte
os orígenes de la literatura danesa se sitúan en el marco de la tradición oral escandinava que se hizo eco de las gestas heroicas: el Poema de Vjarke (s. X) del cual se conservaron algunos versos en Islandia, es el texto más antiguo que se conoce. Su arraigo queda de manifiesto en las Gestas Danorum (Hechos de los daneses) del s. XII. Al igual que en otros países europeos, el latín se convirtió en lengua de cultura, coincidiendo con la expansión del cristianismo.
En los ss. XVI y XVII los mitos y leyendas paganos pasaron a formar parte de antologías y aún conocieron otra fase de recuperación al ser reinterpretados por los románticos. La Reforma religiosa por la que Dinamarca se convirtió al luteranismo, hizo de la traducción y exégesis de la Biblia el centro de la actividad cultural. En el s. XVIII penetraron las ideas de la Ilustración con la lectura de Voltaire y Rousseau; Ludvig Holber es el mayor exponente de la corriente racionalista. El poeta Hans Adolf Brorson abordó con un lirismo exaltado la temática religiosa. Knud Lyhne Rahbek fue precursor del romanticismo, cuyas ideas difundieron las revistas Den Danske Tilskner y Minerva. En torno a K. L. Rahbek descollaron Andreas Heiberg y Jens Baggsen, cultivadores del romanticismo con sustrato de ideas racionalistas.La influencia del romanticismo alemán dio vigencia plena a la literatura danesa en la obra de N. F. S. Grundtvig, autor de himnos de la tradición nacional, y de B. S. Ingemann, que cultivó la novela histórica, en la línea de W. Scott. A partir de 1830, la producción de Hans Christian Andersen y del filósofo Soren Kierkegaard, circuló más allá de las fronteras nacionales. Kierkegaard, precursor del existencialismo, criticó la concepción estética del romanticismo e idealista-totalizante del sistema hegeliano, afirmó al individuo como ser existente en el mundo y con posibilidades de elección y decisión. Los últimos decenios del siglo se inscriben en la esfera del realismo (F. Paludam-Müller, Adam Homo) de orientación cosmopolita.
El naturalismo estuvo presente en S. Schandorph y K. Gjiellerno, mientras la poesía adoptaba el simbolismo (H. Rode, I. Holstein). En el s. XX han tenido representación las principales corrientes vanguardistas: novela histórica (J. Vensen), la temática proletaria de signo marxista (M. Andersen Nexo). La figura más relevante de la literatura danesa es, sin duda, Isak Dinesen, seudónimo de la condesa Karen Blixen. La adaptación cinematográfica de algunos de sus relatos (Una historia inmortal, El festín de Babette) y de sus memorias (Sombras en la hierba y Memorias de África) han extendido la celebridad de su figura y de su prosa inteligente y brillante.En los años 60 asoma la problemática de la identidad en relación con el mundo exterior. Como consecuencia de la revuelta estudiantil francesa de 1968, la temática se hace polemizante y la emancipación femenina centra numerosas obras (V. Andersen, M. Larsen, L. Nielsen son algunas de las autoras más representativas). Los años 80 se caracterizan por el eclecticismo formal de las propuestas y la denuncia de los estereotipos de la sociedad capitalista.
La época de los vikingos dejó vestigios en forma de armas, joyas, etc. La piedra rúnica de Jelling es la obra escultórica cristiana más antigua que se conserva. Durante la Edad Media el arte románico está valiosamente representado en la arquitectura rural. El gótico aparece en las catedrales de Roskilde y Arhus, en cuyo interior se conservan importantes pinturas murales de los ss. XII al XVI.La aportación extranjera llegó de la mano de artistas alemanes y holandeses que contribuyeron a forjar un estilo nórdico durante el Renacimiento (castillos de Kronborg, Fredericksborg y Rosenborg) que progresó durante el Barroco (palacios de Nyso y Charlottenborg). A principios del s. XVII se incorporaron elementos del estilo italiano, a los que se sumó la tradición francoitaliana en escultura (A. Lamoureux) y en pintura (J. d'Agar, B. Le Coffre) y, finalmente, la aportación del escultor J. F. Saly, director de la Academia Real de Bellas Artes. La Edad de Oro de la pintura danesa corresponde a la primera mitad del s. XIX con el predominio de la re-presentación de la naturaleza y la vida burguesa (C. W. Eckersberg, retratista y paisajista, discípulo de David, y Ch. Kobke, son figuras preeminentes del momento).
El romanticismo cultivó el paisaje (P. C. Skovgard, J. Th. Lundbye) mientras en la segunda mitad del s. XIX se incorporaron las tendencias europeas (simbolismo, expresionismo). El s. XX se interesó por la investigación cromática, en la línea de Cézanne y Matisse (Isakson, H. Giersing, S. Seane). También estuvieron representados el cubismo (W. Scharff, V. Lundstrom), el primitivismo y el expresionismo. En los años 30, el interés por el surrealismo y la abstracción se combinó con la recuperación de los mitos nórdicos. La línea antiacademicista (E. Jakobsen, Ejler Bille, etc.) halló eco en la revista Helhelsten y culminó en la formación del grupo Cobra de resonancia internacional (M. Andersen, T. Rasmussent).Se tiene escaso conocimiento de la música medieval danesa, si bien hay constancia de algunos himnos y canciones profanas del s. XII. En el XVIII se hicieron notar las influencias italiana y alemana. Después de incorporar el registro de la época francesa, la música consolidó su carácter nacional con la obra de C. E. F. Weyse y F. Kuhlan. El romanticismo afirmó el carácter nórdico de la producción musical con J. P. E. Hartmann y N. W. Gade. N. Nielsen (1865-1931) fue el precursor de la época moderna; compositor de sinfonías y óperas (Saúl y David, Mascarada), su influencia perdura hasta el presente.La cinematografía danesa tuvo un gran prestigio ya en la primera década de este siglo, desde la fundación de la Nordisk Films Kompagni por Ele Olsen. El tono melodramático y novelesco de su producción, la innovación del largometraje y la profesionalidad de sus componentes (actores, directores, técnicos) le permitieron mantener la supremacía hasta que, tras la Primera Guerra Mundial, Alemania le arrebató el liderazgo, obligando a exiliarse a directores como B. Christensen y Carl Dreyer, autor de Haxa (1921), Dias irae (1943) y Ordet (1955).La resistencia a la ocupación nazi fue el tema estrella después de la Segunda Guerra Mundial (La tierra roja, de B. Ipsen y L. Lauritzan hijo y El ejército invisible, de J. Jacobsen, ambas de 1945). Después de un paréntesis en que la calidad declinó, los años 60 dieron muestras de vitalidad con las producciones de S. Axel (La manta roja), P. Kjaerulff-Schmidt (Érase una vez, una guerra) y de Henning Carlssen (Hambre). Después de la muerte de sus grandes figuras, Dreyer y Asta Nielsen, la cinematografía danesa ha tenido dificultades para salir de sus fronteras, hasta la difusión de la inquietante obra de Lars von Trier (El elemento del crimen, 1983 y Europa, Europa, 1991).