GEOGRAFÍA - PAÍSES: Brasil - 2ª parte
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Brasil - 2ª parte


Geografía humana  Geografía económica

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Geografía humana

a sociedad brasileña constituye una de las mezclas interraciales más grandes del planeta. Junto a los descendientes de las distintas oleadas de inmigrantes europeos, existe una de las mayores comunidades de origen africano de toda América del Sur, dándose por lo tanto un mayoritario componente mestizo o mulato. Coexisten, además, puntuales pero significativas minorías asiáticas, sobre todo japoneses e indígenas amerindios, todo en un único y hasta ahora modélico ejemplo de convivencia interracial. La población brasileña es esencialmente joven.

El país tiene una dinámica fuertemente natalista y, a pesar de que los indicadores de crecimiento demográfico disminuyen año tras año, el crecimiento global sigue siendo alto. La natalidad y la fecundidad ofrecen unas elevadas cifras que, junto a una sostenida caída de la mortalidad durante el último decenio, han generado un importante aumento poblacional. La distribución de la población es muy irregular y está muy polarizada. El interior, selvático y deshabitado, presenta densidades inferiores a 1 h/km 2; por contra, la zona sureste acoge a la mitad de los habitantes, haciendo del área de São Paulo-Rio de Janeiro-Belo Horizonte la región más poblada de toda América del Sur. Así que, a pesar de contar con un territorio tan extenso, los brasileños viven concentrados en unos pocos y enormes núcleos, que carecen además de una estructurada red urbana de ciudades pequeñas e intermedias que vertebren el territorio. Así, aproximadamente el 30 % de la población total vive en tan sólo 12 grandes ciudades y sus suburbios periféricos, ciudades que se encuentran, al mismo tiempo, relativamente cercanas y concentradas todas en el área costera y el SE del país.

El crecimiento urbano sigue siendo alto y la población no deja de acudir a estas grandes ciudades, acentuando aún más el fenómeno de concentración. Esta dinámica, que lleva a la gente a la ciudad en busca de mejores medios de subsistencia, ha supuesto que millones de personas se vean obligadas al hacinamiento en precarios e improvisados barrios de madera y latón (las llamadas fabelas), en cualquiera de los muchos suburbios existentes en las grandes ciudades brasileñas.

Geografía económica

La economía muestra dos caras muy distintas: por un lado, destaca la grandiosidad de sus cifras globales o macroeconómicas (el país, netamente exportador y con una balanza comercial extremadamente positiva, sitúa su PNB entre los diez más elevados del mundo). Tan importante producción se deriva de los más diversos sectores, como una rica y exportadora agricultura de plantación (café, azúcar, cacao, etc.), unas impresionantes explotaciones en el sector de la silvicultura y el caucho, y una importante minería que goza de los grandes recursos del subsuelo brasileño (bauxita, hierro, oro, piedras preciosas, etc.). La implantación industrial es también considerable, y está centrada en los sectores metalúrgicos y siderúrgicos.

Brasil es una auténtica potencia en industria pesada: produce hierro, acero, piezas para maquinaria y armamento pesado (del cual es uno de los mayores exportadores mundiales). Además, produce componentes eléctricos y productos textiles. Otras destacadas fuentes de recursos son el turismo y un gran sector financiero y de negocios. São Paulo, el auténtico gigante industrial brasileño, es una de las ciudades más dinámicas a nivel bursátil y financiero de todo el Tercer Mundo: por ella circula gran parte del capital extranjero y especulativo que trabaja y comercia en Brasil, y desde muchas de las compañías extranjeras ubicadas en la ciudad se controlan la producción y se establecen los precios (según mercado exterior) de los principales productos y bienes brasileños. Toda esta estructura macroeconómica y generadora de un gran dinamismo, obliga al país a una gran dependencia del exterior.

Las producciones agrícola, minera e industrial dependen de las compañías comercializadoras e inversoras, o quedan en manos de la especulación y de los compradores foráneos. Una economía tan exógena como la brasileña se encuentra, así, expuesta a sufrir importantes crisis cíclicas debidas a las variaciones de los precios en los mercados internacionales, crisis que han convertido al Brasil, a lo largo de los últimos 20 años, en uno de los países más endeudados del mundo.

El azote de la deuda y la dependencia exterior condicionan también a un sector industrial cada vez más necesitado de la inversión extranjera por falta de recursos internos. Esta inversión multinacional va orientada preferentemente a los sectores exportadores, por lo que la industria, aunque considerable, se encuentra concentrada en torno a los grandes centros de comunicación con el exterior. No existe, pues, una auténtica red industrial que vertebre al territorio, la economía y la demanda nacionales. La industria brasileña está, además, muy parcializada, ya que abarca solamente ciertas fases de la producción, mientras que su control y distribución dependen en gran parte de centros de decisión ubicados en el exterior.

La especulación y el descontrol económico, así como la abundancia de sectores informales y sumergidos, son otras de las características de las economías del Tercer Mundo, que se hacen muy patentes en Brasil. Por otro lado, una irregular e inestable gestión estatal no ha logrado controlar la disparada inflación ni la huida de capitales, y no ha sabido desarrollar adecuadamente la formación de sus amplias y jóvenes bases demográficas. Todo ello hace de Brasil un ejemplo de la curiosa paradoja que constituye un país rico sumergido en el subdesarrollo y la precariedad generalizados. La miseria urbana y los barrios de fabelas forman ya parte habitual del paisaje de la urbes junto a los altos edificios de los lujosos centros comerciales y las sedes de importantes bancos y compañías transnacionales. Son las dos caras de la economía brasileña.

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