Los viajes son en la juventud una parte de
educación y, en la vejez, una parte de experiencia.
La muerte es el menor de todos los males.
La belleza es como la fruta estival: fácil de
corromper y de corta duración.
La discreción es una virtud, sin la cual dejan
las otras de serlo.
Nada se sabe bien sino por medio de la
experiencia.
El papel más honroso en una conversación
corresponde al que da la ocasión a ella, y luego al
que la dirige y hace que se pase de un asunto a
otro, pues así uno dirige la danza.
Cuando el peligro parece ligero, deja de ser
ligero.
Los descubrimientos ya logrados se deben al azar
y a la experiencia vulgar más que a la ciencia.
Los Estados son grandes máquinas que se mueven
lentamente.
El mar, por su naturaleza, estaría tranquilo y
quieto si los vientos no lo revolvieran y turbaran.
De la misma manera el pueblo estaría quieto y sería
dócil si oradores y sediciosos no lo removiesen y
agitasen.
La experiencia de los siglos prueba que el lujo
anuncia la decadencia de los imperios.
La antigüedad del tiempo es la juventud del
mundo.
Escoger el propio tiempo es ganar tiempo.
Un joven en años puede ser viejo en horas, si no
ha perdido el tiempo.
El tiempo es la medida de los negocios, como el
dinero lo es de las mercancías.
Las democracias suelen ser más tranquilas y
están menos expuestas a la sedición que el régimen
gobernado por una estirpe de nobles.
En lo que acción se refiere, el hombre no puede
hacer otra cosa que aproximar o separar los cuerpos
naturales; lo demás lo realiza la naturaleza.
Sólo obedeciéndola se doblega a la naturaleza.
Mientras admiramos y exaltamos las facultades de
la inteligencia humana, nos olvidamos de buscar sus
verdaderos colaboradores.
La amistad duplica las alegrías y divide las
angustias por la mitad.
Quien no quiere pensar es un fanático; quien no
puede pensar, es un idiota; quien no osa pensar es
un cobarde.
Si comienza uno con certezas, terminará con
dudas; mas si se acepta empezar con dudas, llegará a
terminar con certezas.