Hay que tener el valor de decir la verdad, sobre
todo cuando se habla de la verdad.
No dejes crecer la hierba en el camino de la
amistad.
El amor consiste en sentir que el ser sagrado
late dentro del ser querido.
La filosofía es un silencioso diálogo del alma
consigo misma en torno al ser.
Allí donde el mando es codiciado y disputado no
puede haber buen gobierno ni reinará la concordia.
Cuando la muerte se precipita sobre el hombre,
la parte mortal se extingue; pero el principio
inmortal se retira y se aleja sano y salvo.
El más importante y principal negocio público es
la buena educación de la juventud.
Lo que no sé, tampoco creo saberlo.
Son filósofos verdaderos aquellos a quienes
gusta contemplar la verdad.
El legislador no debe proponerse la felicidad de
cierto orden de ciudadanos con exclusión de los
demás, sino la felicidad de todos.
Cada lágrima enseña a los mortales una verdad.
El virtuoso se conforma con soñar lo que el
pecador realiza en la vida.
Donde reina el amor, sobran las leyes.
Al contacto del amor todo el mundo se vuelve
poeta.
Cuando una multitud ejerce la autoridad, es más
cruel aún que los tiranos.
La buena fe es el fundamento de toda sociedad,
la perfidia es la peste.
El objetivo de la educación es la virtud y el
deseo de convertirse en un buen ciudadano.
La burla y el ridículo son, entre todas las
injurias, las que menos se perdonan.
Todo lo que nace proviene necesariamente de una
causa; pues sin causa nada puede tener origen.
El hombre inteligente habla con autoridad cuando
dirige su propia vida.
El hombre es un auriga que conduce un carro
tirado por dos briosos caballos: el placer y el
deber. El arte del auriga consiste en templar la
fogosidad del corcel negro (placer) y acompasarlo
con el blanco (deber) para correr sin perder el
equilibrio.
¿Quién es, pues, el creador y padre de este
Universo? Difícil es encontrarlo; y cuando se ha
encontrado, imposible hacer que la multitud lo
conozca.