La filosofía triunfa con facilidad sobre las
desventuras pasadas y futuras, pero las desventuras
presentes triunfan sobre la filosofía.
Es más fácil conocer al hombre en general que a
un hombre en particular.
La verdadera elocuencia consiste en no decir más
de lo que es preciso.
Es una prueba de poca amistad no darse cuenta
del retraimiento de la de nuestros amigos.
Nunca somos tan felices ni tan infelices como
pensamos.
Es más necesario estudiar a los hombres que a
los libros.
El verdadero valor consiste en hacer uno sin
testigos lo que sería capaz de hacer ante todo el
mundo.
No hay tonto más molesto que el ingenioso.
En los celos hay más amor propio que amor.
La felicidad reside en los gustos y no en las
cosas; somos felices cuando tenemos lo que nos gusta
y no cuando tenemos lo que los demás encuentran
agradable.
Ni el sol, ni la muerte pueden mirarse
fijamente.
Para hacerse una posición en el mundo, es
preciso hacer todo lo posible para hacer creer que
ya se tiene.
El silencio es el partido más seguro para el que
desconfía de sí mismo.
Hay poca gente lo bastante cuerda que prefiera
la censura provechosa a la alabanza traidora.
Todo el mundo se queja de no tener memoria y
nadie se queja de no tener criterio.
El amor propio es el mayor de los aduladores.
A menudo se juzga a los hombres por el crédito
de que gozan o por las riquezas que poseen.
No hay accidente, por desgraciado que sea, del
que los hombres hábiles no obtengan provecho.
Si una persona parece cuerda es sólo porque sus
locuras son proporcionadas a su edad y estado.
Cuando no se encuentra descanso en uno mismo, es
inútil buscarlo en otra parte.
Confesamos nuestros pequeños defectos para
persuadirnos de que no tenemos otros mayores.
Solemos perdonar a los que nos aburren, pero no
perdonamos a los que aburrimos.
Si en los hombres no aparece el lado ridículo,
es que no lo hemos buscado bien.