Desear la inmortalidad es desear la perpetuación
de un gran error.
A excepción del hombre, ningún ser se maravilla
de su propia existencia.
Al que todo lo pierde, le queda Dios todavía.
Cada nación se burla de las otras y todas tienen
razón.
Aunque el mundo contiene muchas cosas
decididamente malas, la peor de todas ellas es la
sociedad.
Todo lo que ocurre, desde lo más grande a lo más
chico, ocurre necesariamente.
Muchas veces las cosas no se le dan al que las
merece más, sino al que sabe pedirlas con
insistencia.
Cada uno tiene el máximo de memoria para lo que
le interesa y el mínimo para lo que no le interesa.
Todo imbécil execrable, que no tiene en el mundo
nada de que pueda enorgullecerse, se refugia en este
último recurso, de vanagloriarse de la nación a que
pertenece por casualidad.
La intuición no es una opinión, es la cosa
misma.
Las religiones, como las luciérnagas, necesitan
de oscuridad para brillar.
El que no ama ya esta muerto.
Nadie es realmente digno de envidia.
La arquitectura es una música congelada.
La soledad es la suerte de todos los espíritus
excelentes.
La rebeldía es la virtud original del hombre.
El hombre ha hecho de la Tierra un infierno para
los animales.
El destino mezcla las cartas, y nosotros las
jugamos.
El cambio es la única cosa inmutable.
Con ciertas personas vale más ser traicionado
que desconfiar.