Frases célebres
Michel de Montaigne - 2ª parte
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- Nos ocupamos mucho de ser gentes de bien según
la ley de Dios; no sabríamos serlo según nosotros
mismos.
- Los celos son, de todas las enfermedades del
espíritu, aquella a la cual más cosas sirven de
alimento y ninguna de remedio.
- Yo no me encuentro a mí mismo cuando más me
busco. Me encuentro por sorpresa cuando menos lo
espero.
- La curiosidad de conocer las cosas ha sido
entregada a los hombres como un castigo.
- Mi vida ha estado llena de terribles desgracias,
la mayoría de las cuales nunca sucedieron.
- Yo no cito a otros más que para expresar mejor
mi pensamiento.
- El mejor matrimonio sería aquel que reuniese a
una mujer ciega con un marido sordo.
- La prueba más clara de la sabiduría es una
alegría continua.
- Es preciso prestarse a los otros, pero no darse
sino a uno mismo.
- El que, estando enfadado, impone un castigo, no
corrige, sino que se venga.
- La cobardía es la madre de la crueldad.
- Si no acaba con la guerra, no es una victoria.
- Las arrugas del espíritu nos hacen más viejos
que las de la cara.
- Prohibir algo es despertar el deseo.
- El matrimonio es como una jaula; uno ve a los
pájaros desesperados por entrar, y a los que están
dentro igualmente desesperados por salir.
- Cada virtud sólo necesita un hombre; pero la
amistad necesita dos.
- Ningún hombre es tan bueno, que, al ser expuesto
a las acciones de la ley, no sería condenado a la
horca por lo menos diez veces.
- Toda persona honrada prefiere perder el honor
antes que la conciencia.
- El hombre sabio no lo es en todas las cosas.
- La confianza en la bondad ajena es testimonio no
pequeño de la propia bondad.
- Para juzgar cosas grandes y nobles, es necesario
poseer un alma igual de grande y noble.
- Saber mucho da ocasión de dudar más.
- Encuentro tanta diferencia entre yo y yo mismo
como entre yo y los demás.
- Nadie está libre de decir estupideces, lo malo
es decirlas con énfasis.
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