El correo checo nos viene deleitando con sus preciosos sellos que, durante casi medio siglo, nos obsequiaba Radio Praga gracias al inolvidable e insustituible programa NOVEDADES FILATÉLICAS. Cuando sonaba la música del postillón era la hora de tomar el papel y el lápiz para anotar la mayor cantidad posible de detalles que llegaban al receptor a través de las ondas hertzianas, la magia de llegar a casa emisoras desde todo el mundo: entonces, teóricamente, todos éramos pobres [ni ellos, por aquella época Checoslovaquia; ni nosotros los españoles estábamos en la UE y, sorprendentemente, no había deuda pública, la radio funcionaba, podías escribir y te contestaban con puntualidad alemana y los sobres de primer día te llegaban, gratuitamente, mediante correo certificado] y teníamos medios para estar informados. ¡Qué contraste con la información que padecemos, los impresentables tertulianos y otras faunas que manipulan y alienan descaradamente!
Hoy, teóricamente, somos ricos [bueno allá el que se lo quiera creer, los españoles tenemos una deuda acumulada para tres generaciones] y los medios tradicionales de comunicación nos los han ido cerrando a nivel continental [sólo nos queda Radio Rumania Internacional en Europa Oriental en la onda corta], la prensa española da pena y uno se pregunta si, para este desastre y este buenismo, merecía la pena tanto esfuerzo.
Los medios españoles, adocenados, viven al socaire de una realidad que los ha pervertido [pusieron tanto la mano que se dieron cuenta tarde que se la habían mordido], así que nuestro derecho a la información, veraz y digna, se la acabaron pasando por el arco del triunfo y nos endilgaron medios adoctrinados y descaradamente usados para enfrentarnos, de nuevo, los unos con los otros. Lo peor es que a estas alturas de la historia en algunos lugares de la piel de toro hayan logrado “reprogramar” para conducirnos otra vez al abismo: los que nos choriceaban y nos vaciaban el bolsillo deben de estar pasándoselo en grande, sobre todo cuando no dejaban de largarnos consignas de ética y moral. Al final, como decía el cura de mi pueblo cuando era un crío: “Niño has lo que yo te diga, pero no lo que yo hago”, y todo acabó en tragedia [aunque mirase, la sociedad de la época, para otro lado]; o sea: medio siglo después aquí en el triángulo del nordeste más o menos lo mismo, se sabía, pero todos bien calladitos y, encima, si no comulgas eres un mal ejemplo [mal catalán, mal ciudadano, etc., se comenzaron a repartir identidades: los míos y los otros, que me devolvían a aquella célebre película basada en la Stasi de la RDA y que retrataba el terror comunista del momento].
Aunque aquellas emisiones postales y radiales dejaron de llegar, no por ello han dejado de imprimirse para solaz y disfrute de los filatelistas de todo el mundo. Así que traigo aquí un sello que indirectamente entra en el mundo de la radio [aunque ignoro la señal de llamada del vapor filatelizado o si verificaba los informes con QSL]; en la actualidad son contadísimos los barcos que atienden/contestan un informa de recepción, algo que es bastante habitual en la radiodifusión de nuestros días donde un 99% de las emisoras prácticamente hacen “mutis” cuando les envías un informe. Vamos que ni por educación atienden el correo de algún trasnochado radioescucha que ocasionalmente los capta. Dicho sea de paso, muchos capitanes mantienen todavía activa la maquinaria de la onda corta, unos por nostalgia y otros por experiencias vividas donde en caso de desastre han tenido que recurrir a “lo de toda la vida” porque las nuevas tecnologías no respondieron, como pude comprobar en mi periplo por las islas chilenas, camino de la Patagonia, cuando el capitán me invitó a entrar en la Cabina de Control/Puente de Mando. En el sello checo, aunque apenas es perceptible, pues queda muy mimetizada, aparece la antena entre la chimenea y la parte de proa.
Se trata de un sello de 25 coronas que se emitió el 23 de septiembre de 2015, diseñado por Jindrich Zácek y grabado por Jaroslav Tvrdon; se emitió en hojas de 50 ejemplares combinados con los del tranvía aparecido en la misma fecha e idéntico facial [o lo que es igual: en cada pliego encontramos 25 ejemplares de cada motivo]. El sobre de primer día dedicado al VAPOR ALCALDE DITTRICH incluye una ilustración con la figura del político que asumió los destinos de Praga en el XIX, personaje que da nombre al barco fluvial; fue él quien fundó la Compañía Praguense de Vapores en 1865.
Dittrich (1801-1875) nació en el seno de una familia de balseros que vivía en la zona praguense de Podskalí. Se dedicó al negocio familiar y a los 25 años se convertía en un exitoso hombre de negocios que puso sus conocimientos y sus ganancias a favor de su comunidad, sobre todo en temas sociales, especialmente le preocupaba la salud de todos sus vecinos. Así que no fue nada extraño que su mecenazgo se viera reflejado en otros campos, sobresale su aporte para la construcción del Teatro Nacional que está íntimamente relacionado con el Renacimiento Nacional Checo del XIX.
Concretamente, el Teatro se inició en 1868, se trata de un bellísimo edificio que culmina en un precioso tejado dorado en la histórica zona de Nové Mesto frente al majestuoso río Moldava; se levantó gracias a las donaciones privadas y las contribuciones de los artistas más relevantes del momento; fue la obra maestra del arquitecto Josef Zítek y pocas semanas después de inaugurarse (1881) fue pasto de las llamas. Contra todo pronóstico, la sociedad se volcó y el teatro volvería a brillar apenas un par de años después del desastre, las obras de reconstrucción estaban en manos del arquitecto Josef Schulz, para la reapertura se utilizó la ópera Libuse de Bedrich Smetana sin duda uno de sus más grandes y famosos promotores.
Frente al histórico edificio encontramos otra construcción histórica y emblemática de Praga, el Café Slavia [Kavarna Slavia] que tiene un interior de “art déco” que no siempre el turista llega a descubrir, aunque a los aficionados al teatro difícilmente les pasará desapercibido. Allí suelen ir a cenar los que van a una sesión de teatro y en donde no faltan espectáculos de ballet y ópera. Otro edificio vecino es el Rudolfinum [sede de la Orquesta Filarmónica Checa] y que tiene una anécdota sumamente jocosa con un hecho acontecido en la II Guerra Mundial –era la sede del Parlamento checoslovaco de entreguerras y durante la Administración Alemana aquí estaban instaladas las autoridades de ocupación- con los músicos Mendelssohn y Wagner como protagonistas, si está por la ciudad, pida que se la cuenten: seguro que reirá a gusto por lo absurdo del hecho.
Ambos edificios son los mejores ejemplos de la arquitectura neorrenacentista de la capital checa. La parte que da a la calle tiene cinco arcadas decoradas con pinturas de Josef Tulka; en el ático las estatuas de Bohuslav Schnirch, Antonin Wagner y Josef Myslbek; pero lo que realmente deja boquiabiertos a los visitantes es su impresionante galería de retratos, bustos [entre ellos el del inolvidable Smetana] o bien las obras de Adolf Liebscher y Frantisek Zenisek que decoran los vestíbulos del grandioso edificio, pero volvamos al personaje y el sello.
Catalogado de gran patriota le tocó vivir los acontecimientos históricos de su tiempo. También contribuyó en la creación del club Mestanská Beseda de los patriotas checos (1845). Tres años después le tocaría vivir los turbulentos hechos de 1848 cuando ya era miembro de la diputación de Praga y se producía la visita del Emperador que, desde Viena, acudió el 14 de marzo de 1848, para responder a las peticiones de derechos de los checos. En 1863 fue elegido miembro de la alcaldía y sería alcalde entre 1870-1873.
Fue un pionero en la introducción de los vapores de pasajeros en el curso del Vltava y ello le valió ser condecorado como Caballero de la Orden de Francisco José. El vapor Alcalde Dittrich [Primátor Dittrich] se haría popular gracias al libro de Jaroslav Zak y Vlastimil Rada que, aparecido en 1930, llevaba por título Motín en el vapor Alcalde Dittrich, apareció más de medio siglo después de que el navío iniciara sus singladuras por el curso fluvial. Este sello también fue motivo de una tarjeta máxima, algo poco habitual en la filatelia de estas tierras centroeuropeas.
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JUAN FRANCO CRESPO