«Los Comentarios Reales» (I-XVIII) [Inca Garcilaso de la Vega]

PRIMERA PARTE

CAPÍTULO XVIII

CONTABAN POR HILOS Y ÑUDOS: HABÍA GRAN FIDELIDAD EN LOS CONTADORES

Quipu quiere decir añudar y ñudo, y también se toma por la cuenta, porque los ñudos la daban de toda cosa. Hacían los indios hilos de diversos colores; unos eran de un color solo, otros de dos colores, otros de tres, y otros de más, porque los colores simples y los mezclados, todos tenían su significación de por sí; los hilos eran muy torcidos, de tres o cuatro liñudos, y gruesos como un huso de hierro, y largos de a tres cuartas de vara, los cuales ensartaban en otro hilo por su orden a la larga, a manera de rapcejos. Por los colores sacaban lo que se contenía en aquel tal hilo, como el oro por el amarillo, y la plata por el blanco, y por colorado a gente de guerra.

Las cosas que no tenían colores iban puestas por su orden, empezando de las de más calidad, y procediendo hasta las de menos, cada cosa en su género, como en las mieses y legumbres. Pongamos por comparación las de España; primero el trigo, luego la cebada, luego el garbanzo, haba, mijo, etc. Y así también cuando daban cuenta de las armas, primero ponían las que tenían por más nobles, como lanzas, y luego dardos, arcos y flechas, porras y hachas, hondas y las demás armas que tenían. Y hablando de los vasallos, daban cuenta de los vecinos de cada pueblo, y luego en junto los de cada provincia. En el primer hilo ponían los viejos de sesenta años arriba; en el segundo, los hombres maduros de cincuenta arriba, y el tercero contenía los de cuarenta; y así de diez a diez años, hasta los niños de teta. Por la misma orden contaban las mujeres, por las edades.

Algunos destos hilos tenían otros hilitos delgados del mismo color, como hijuelas, o excepciones de aquellas reglas generales, como digamos en el hilo de los hombres o mujeres de tal edad, que se entendían ser casados; los hilitos significaban el número de los viudos o viudas que de aquella edad había aquel año, porque esta cuentas eran anuales, y no daban razón más que de un año solo.

Los ñudos se daban por su orden de unidad, docena, centena, millar, decena de millar, y pocas veces o nunca pasaban a la centena de millar; porque como cada pueblo tenía su cuenta de por sí, y cada metrópoli la de su distrito, nunca llegaba el número destos o de aquellos a tanta cantidad que pasase al centena de millar, que en los números que hay de allí abajo tenían harto. Mas si se ofreciera haber de contar por el número centena de millar, también lo contaran, porque en su lenguaje pueden dar todos los números del guarismo como él los tiene; mas porque no había para qué usar de los números mayores, no pasaban del decena de millar. Estos números contaban por ñudos dados en aquellos hilos, cada número dividido del otro; empero los ñudos de cada número estaban dados todos juntos debajo de una vuelta, a manera de los ñudos que se dan en el cordón del bienaventurado patriarca San Francisco, y podíase hacer bien porque nunca pasaban de nueve, como no pasan de nueve las unidades y decenas, etc.

En lo más alto de los hilos ponían el número mayor, que era el decena de millar, y más bajo el millar, y así hasta la unidad. Los ñudos de cada número y de cada hilo iban parejos unos con otros, ni más ni menos que los pone un buen contador para hacer una suma grande. Estos ñudos o quipus los tenían indios de por sí a cargo, los cuales llamaban quipucamayu, quiere decir el que tiene cargo de las cuentas; y aunque en aquel tiempo había poca diferencia en los indios de buenos o malos, que según su poca malicia y el buen gobierno que tenían, todos se podían llamar buenos; con todo eso elegían para este oficio y para otro cualquiera los más aprobados y los que hubiesen dado más larga experiencia de su bondad. No se los daban por favor ajeno, porque entre aquellos indios jamás se usó favor ajeno sino el de su propia virtud. Tampoco se daban vendidos ni arrendados, porque ni supieron arrendar, ni comprar, ni vender, porque no tuvieron moneda. Trocaban unas cosas por otras, esto es, las cosas de comer y no más, que no vendían los vestidos, ni las casas, ni heredades.

Con ser los quipucamayus tan fieles y legales, como hemos dicho, habían de ser en cada pueblo conforme a los vecinos dél, que por muy pequeño que fuese el pueblo había de haber cuatro, y de allí arriba hasta veinte y treinta, y todos tenían unos mismos registros; aunque por ser los registros todos unos mismos, bastaba que hubiera un contador o escribano; querían los Incas que hubiese muchos en cada pueblo y en cada facultad, por excusar la falsedad que podía haber entre los pocos; y decían que habiendo muchos habían de ser todos en la maldad o ninguno.

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