«Los Comentarios Reales» (I-XI) [Inca Garcilaso de la Vega]

PRIMERA PARTE

CAPÍTULO XI

LA CASA DE LAS VÍRGENES DEDICADAS AL SOL

Tuvieron los reyes Incas, en su gentilidad y vana religión, cosas grandes dignas de mucha consideración, y una dellas fue la profesión de perpetua virginidad que las mujeres guardaban en muchas casas de recogimiento, que para ellas en muchas provincias de sus impero edificaron; y para que se entienda qué mujeres eran éstas, a quién se dedicaban, y en qué se ejercitaban, lo diremos cómo ello era; porque los historiadores españoles que desta tratan pasan por ello conforme al refrán que dice: «Como gato por brasas». Diremos particularmente de la casa que había en el Cozco, a cuya semejanza se hicieron después las que hubo en todo el Perú.

Es así que un barrio de los de aquella ciudad se llamaba Acllahuaci, quiere decir casa de escogidas; el barrio es el que está entre las dos calles que salen de la plaza mayor y van al convento de Santo Domingo, que solía ser Casa del Sol. La una de las calles es la que sale del rincón de la plaza, a mano izquierda de la iglesia mayor, y va Norte Sur. Cuando yo salí de aquella ciudad el año de mil y quinientos y sesenta, era esta calle la principal de los Mercaderes. La otra calle es la que sale del medio de la plaza donde dejé la cárcel, y va derecha al mismo convento dominico, también Norte Sur. La frente de la casa salía a la plaza mayor, entre las dos calles dichas, y las espaldas della llegaban a la calle que las atraviesa de oriente a poniente; de manera que estaba dicha isla entre la plaza y las tres calles; quedaba entre ella y el Templo del Sol otra isla grandísima de casas, y una plaza grande que hay delate del templo. De donde se ve claro la falta de relación verdadera que tuvieron los historiadores, que dicen que las vírgenes estaban en el Templo del Sol, y que eran sacerdotisas, y que ayudaban a los sacerdotes en los sacrificios, habiendo tanta distancia de la una casa a la otra, y siendo la principal intención de aquellos reyes Incas que en ésta de las monjas no entrasen hombres, ni en la del Sol mujeres. Llamábase Casa de Escogidas, porque las escogían o por linaje, o por hermosura. Habían de ser vírgenes, y para seguridad de que lo eran las escogían de ocho años abajo.

Y porque las vírgenes de aquella casa del Cozco eran dedicadas para mujeres del Sol, habían de ser de su misma sangre, quiero decir hijas de los Incas, así del rey como de sus deudos, los legítimos y limpios de sangre ajena; porque de las mezcladas con sangre ajena, que llamamos bastardas, no podían entrar en esta casa del Cozco, de la cual vamos hablando; y la razón desto decían que como no se sufría dar al Sol mujer corrupta, sino virgen, así tampoco era lícito darle la bastarda con mezcla de sangre ajena. Porque habiendo de tener hijos del Sol como ellos imaginaban, no era razón que fueran bastardos mezclados de sangre divina y humana. Por tanto, habían de ser legítimas de la sangre real, que era la misma del Sol. Había de ordinario más de mil y quinientas monjas, y no había tasa de las que podían ser.

Dentro, en la casa, había mujeres mayores de edad que vivían en la misma profesión, envejecidas en ella; que habían entrado con las mismas condiciones, y por ser ya viejas, y por el oficio que hacían, las llamaban Mamacuna, que, interpretándolo superficialmente, bastaría decir matrona; empero, para darle toda su significación, quiere decir mujer que tiene cuidado de hacer oficio de madre, porque es compuesto de mama, que es madre, y desta partícula cuna, que por sí no significa nada, y en composición significa lo que hemos dicho, sin otras muchas significaciones, según las diversas composiciones que recibe. Hacíales bien el nombre, porque unas hacían oficio de abadesas, otras de maestras de novicias para enseñarlas, así en el culto divino de su idolatría, como en las cosas que hacían de manos para su ejercicio, como hilar, tejer, coser. Otras eran porteras, otras provisoras de la casa para pedir lo que habían menester, lo cual se les proveía abundantísimamente de la hacienda dél porque eran mujeres suyas.

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