La mítica ruta de la seda: Bujara – 2ª parte

Su centro histórico es relativamente fácil de recorrer y no deja indiferente al paseante, como referencia el gran estanque que los lugareños utilizan para tener un ambiente fresco y donde hay excelentes establecimientos de hostelería. Esta plaza, denominada Lyabi-Hauz pasa por ser un punto neurálgico y al que uno acaba volviendo hasta sin querer. Hay edificios ahí bastante singulares, identificativos, exclusivos, madrasas o tumbas de personajes, sería el caso del sufí Hoja Naruddin.

Cartel de bienvenida al bajar del avión

También aquí hay oportunidad para las compras y para la conversación, o al menos eso fue lo que sucedió, mientras estábamos con el grupo, una hermosa mujer quería invitarnos al té con la familia, pero al no poder desgajarnos en esa primera visita, le prometimos que tan pronto nos dejara en el hotel regresaríamos y fue realmente una de esas tardes extraordinarias que podríamos catalogar de inolvidable. Al final compartíamos la mesa seis adultos y para sorpresa, su tío hablándonos de la Alhambra: fue lo que más le impactó en uno de sus viajes por España.

Los jameños ante una de las más de 300 madrasas de Bujara

Por esa zona volveríamos varias veces en los días sucesivos, por algo es un sitio de paso para ir o regresar a sus famosos bazares, la judería o el templo de Zoroastro que tratan de recuperar y que hace años quedó oculto bajo la arena del desierto. En la judería fuimos recibidos por el rabino que nos enseñó el histórico centro, la sinagoga y las formas de vida tradicional de su comunidad. Esa misma tarde también nos tocó tropezar con un centro de marionetas que no dejaba de sorprendernos y dejarnos alelados no sólo por la calidad, sino por la cantidad de ellas. Algunas eran verdaderas obras de arte y muchas imitando a los políticos de medio mundo: excelente la dedicada al señor del bigote que había sido presidente español: el sr. Aznar. Lamentablemente no estaba el maestro para explicarnos esa inspiración de crear al personaje tan lejano, culturalmente, a la cultura uzbeca.

Al oeste de la gran plaza aparece la majestuosa mezquita Maghoki-Attar que pasa por ser la más antigua de toda Asia Central. (Siglo IX) aunque, por las explicaciones recibidas, queda muy poco de la construcción inicial. Las sucesivas destrucciones fueron modificando los edificios a medida que se volvían a levantar. Aquí fue donde unas excavaciones acabaron devolviendo a la actualidad: encontraron el templo de Zoroastro, al que tendríamos que añadir otro más antiguo de origen budista. Como éramos pocos la historia en constante movimiento, el edificio lo acabaría usando la comunidad judía hasta el XVI.

Cartel propagandístico con la gran familia de pueblos uzbecos

Si Jiva impacta, Bujara no queda atrás, el interés del viajero se ve colmado, por no decir que te sorprende con cada nuevo rincón, cada nueva perspectiva. También está incluido en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, el programa es apretado y requiere buena forma para seguir el ritmo, sobre todo porque muchas veces se es enemigo de los horarios de apertura de los monumentos más sobresalientes y el flujo de visitantes constante.

El famoso maestro Naruddin con su pollino

Hay unas 300 mezquitas, así que pretender abarcarlas todas no dejará de ser algo osado, salvo que uno pretenda morir en el intento: todo dependerá del tiempo que hayamos previsto en nuestro viaje y si lo hacemos con grupo o por libre. El legado o el influjo cultural que desde allí se expandió por todo el mundo conocido aún sigue entre nosotros y, en muchos casos, la inmensa mayoría de la humanidad ignora que ese “poso” de conocimientos está enraizado en una de las más bellas ciudades asiáticas y pasearla, sosegadamente, puede ser uno de esos placeres que el viajero acelerado del XXI no se acaba de creer, sin apenas tráfico rodado, te permite unas libertades que en la mayoría de ciudades del XXI es ya prácticamente imposible.

JUAN FRANCO CRESPO
lacandon999@yahoo.es

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