El correo italiano realizó una serie en formato tríptico-hojita bloque para tres grandes del espectáculo: dos cantantes de ópera y un actor cinematográfico. Gigli cumple medio siglo de su muerte; Callas tres décadas y con Nazzari celebran el centenario de su nacimiento.
Lógicamente, nos haremos eco de los músicos, aunque la hojita en su conjunto tendremos que coleccionarla entera puesto que la parte musical queda reflejada también en los amplios márgenes en donde, como fondo, van dos imágenes más de los grandes del espectáculo que complementan el propio diseño de cada estampilla.
Beniamino Gigli (Recanati, 20 de marzo de 1890-Roma, 30 de noviembre de 1957), fue uno de los grandes tenores de su tiempo, su voz, inolvidable, fue de una gran belleza. Era hijo de un zapatero amante de la ópera, desde temprana edad mostró una gran facilidad para el canto, con siete años fue admitido en el coro de la catedral, fueron sus maestros Quirini Lazzarini (organista) y Giuseppe Guzzini (sacerdote), su formación musical se forjó en la Academia Santa Cecilia (Roma). Con 17 años interpretó el papel principal en La fuga de Angélica en su provincia natal de Macerata: era el 28 de abril de 1907; en 1914 ganó el primer premio en la competición de Parma; su debut operístico se produjo el 15 de octubre de ese año en el papel de Enzo en La Gioconda (Rovigo), el éxito fue tal que rápidamente le sucedieron los espectáculos en el Teatro Massimo de Palermo (Mefistófeles, 1915); Teatro San Carlo de Nápoles (1915); Teatro Costancio de Roma (1916), La Scala de Milán (1916) y el Metropolitan (Nueva York, 1920). También actuó en Monte Carlo, Sâo Paulo, Buenos Aires (en el mítico Teatro Colón). No tuvo rivales en los años veinte y treinta del pasado siglo entre los grandes tenores italianos.
Alguno de sus grandes éxitos fueron en el papel de Edgardo en la pieza de Donizetti (Lucia de Lammermoor); Rodolfo de Puccini (La Bohème), Umberto Giordano (Andrea Chénier), duque de Mantua (Rigoletto), Caballero des Grieux (Manon Lescaut) o como Mario Cavaradossi (Tosca). Su estrella, a nivel internacional, brilló tras la desaparición de Caruso, muchos aficionados le aplicaron el mote de «Segundo Caruso» pero él prefería el de «Gigli Primero»; los entendidos dijeron de él que tenía una voz más dramática y rica en tonos.
Gigli no escapó a los problemas y el ambiente de su tiempo, quizás el más grande fue el que le enfrentó con el Director del Metropolitan, Giulio Gatti-Casazza, por sus emolumentos. De hecho no fue el único que tuvo problemas salariales en aquella época de recesión económica que azotó a los norteamericanos primero y al resto del mundo después. Regresó a Italia y se afilió al movimiento de Benito Mussolini que le granjeó, años después, una reputación que en nada tenía que ver con su portentoso legado artístico. Es el gran drama de los grandes cuando entran, siquiera de teloneros, en la lucha política. La pregunta siempre es la misma ¿qué es lo que hace que un personaje que se debe al público, entre en política y, de manera indirecta, acabe arruinando su reputación y su valía? En política, siempre estarás en contra de los que no piensan como tú y el artista, al parecer, también sucumbe a la tentación y acaba hundiéndose en ese lodo lleno de predadores. En definitiva: tras la II Guerra Mundial fue acusado de colaborador con el fascismo (sería exculpado posteriormente, pero el daño ya se le había hecho y se retiró de la escena en 1953).
A lo largo de cuatro décadas de vida profesional realizó más de 400 grabaciones, fue protagonista de una veintena de películas, hizo más de sesenta papeles en más de 2000 representaciones por todo el mundo.
Fue el gran tenor de las obras de Puccini, pero también se aventuró en las de Verdi. Sus incondicionales siempre afirmaron que poseía una hermosa voz, de timbre envolvente y aterciopelado en los tonos medio e intermedios. Uno de los críticos de su tiempo, Rodolfo Celletti, dijo de él: «La perfecta homogeneidad de registro, esmalte límpido, timbre delicado y dulcísimo, pero también pleno, pastoso, sonoro e intenso; flexibilidad y resistencia de su garganta, se puede hablar de facultades naturales anormales; todo lo que tenía que ver con la fonación se le daba milagrosamente de manera fácil y espontánea…» Sin duda fue el tenor, por excelencia, del denominado «verismo».
María Callas fue tratada ampliamente en Opus Música número 119, por ello optamos por remitir a los posibles interesados a estos excelentes trabajos. Y el actor cinematográfico queda fuera del objetivo de nuestra sección, cualquier aficionado del séptimo arte deberá buscar la información en cualquier página o enciclopedia dedicada al mundo del cine.
La trilogía de estos personajes del espectáculo fue obra de Rita Fantini, la impresión se realizó en cuadricomía sobre papel fluorescente para cancelación postal automatizada. Se emitieron dos millones de hojitas de 1,80€ (3×0,60); los diseños se complementaron con una escena de la ópera lírica I pagliacci, pentagrama y foto (Gigli); pentagrama, velo, foto y escena de Turandot (Callas); una máquina de filmación montada, en una de sus actuaciones y retrato (Nazzari). Los tres tuvieron su primer día con el correspondiente matasellos que reproducía la foto empleada en el sello, el 18 de octubre de 2007 en Recanati (Gigli), Venecia (Callas) y Cagliari (Nazzari).
JUAN FRANCO CRESPO
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