El servicio postal a nivel planetario [hasta su globalización uniformizadora-desmanteladora] realiza una serie de servicios y prestaciones desde que Sir Rowland Hill iniciara la modernización, gracias al pago previo de la correspondencia, mediante el sello [hoy hemos progresado tanto que el correo, otra vez, viaja como en la Edad Media, prácticamente sin sellos y, sin embargo, los servicios filatélicos cada año superan al anterior en el valor facial de los timbres que emiten para saquear los bolsillos de los pocos aficionados a la filatelia ya que los sellos son prácticamente grandes desconocidos en cualquier oficina de Correos, al menos en España]. Uno de esos servicios fue el de la correspondencia certificada que en Hungría significó el uso de las célebres etiquetas que indicaban el origen y el número de la pieza postal que era el que permitiría un ulterior seguimiento.
Los 125 años se conmemoran con un acifrado al que acompaña una viñeta sin valor postal mostrando diferentes tipos de estas etiquetas [generalmente engomadas] utilizadas a lo largo de más de una centuria. El sello BELFÖLD [Válido para el servicio doméstico, o sea, dentro de Hungría] fue concebido por Imre Benedek; dicho sea de paso, es el que suele utilizarse para las hojas personalizadas que lentamente se han ido abriendo paso en el mundo postal gracias a la explotación de la egolatría que nos invade y donde algunos entes postales permiten todo tipo de ilustraciones que en ocasiones provocan conflictos ante la impericia de los que autorizan estos “sellos a la carta”.
La emisión comenzó su uso el 17 de octubre de 2015 y, cosa curiosa, para ser válida debe utilizarse conjuntamente con la etiqueta conmemorativa [por lo tanto nada de separarla], aunque o nos equivocamos mucho o en cualquier momento aparecen piezas franqueadas sólo con el sello. Entendemos entonces que la viñeta es una especie semipostal, aunque no tenga poder liberatorio de franqueo por sí misma, es la que le da el valor al acifrado de la izquierda.
Esta peculiar etiqueta fue pasando por diferentes formatos a lo largo de la historia, aunque [prácticamente] siempre tuvo la misma apariencia a lo largo de estos 125 años de uso por el servicio postal. La primera vez que se produjo este tipo de identificación de un envío por correo fue en Prusia en 1865 y, a nivel internacional, la UPU la admitiría en 1883. En Hungría el uso de las etiquetas para certificados fue regulado mediante un Decreto fechado el 4 de febrero de 1890 [Nº 60.817 de 1989] y, como símbolo identificativo, la letra R mayúscula encuadrada en la parte izquierda, quedando la parte horizontal, alargada, para el nombre de la población y el ordinal asignado al envío correspondiente. La letra R equivale a RECOMMANDÉ [Certificado] y va en francés porque este es el idioma oficial de la Unión Postal Universal.
El color o las tintas de impresión variaron a lo largo de su historia, pero en lo esencial eran rojas con impresión en negro para el nombre de la oficina y el número del envío; pero podemos encontrar numerosos modelos que difieren de esta confección. Sólo la R ha sido estática a lo largo del tiempo aunque no todas las administraciones las confeccionaron bicolores [mayoritariamente predominó el negro, lo que indicaba también un cierto retraso en la expansión de las técnicas de impresión y el uso del color en las piezas postales a nivel planetario].
En Hungría se venían empleando diferentes inscripciones hasta la uniformización de la etiqueta para uso en todas las oficinas postales abiertas al público o instaladas en organismos oficiales que aún son más difíciles de localizar, entre otras fórmulas es frecuente encontrar en la correspondencia las de Recom, Recommandirt o NB=Nota Bene. Muchas de las etiquetas que han sobrevivido al tiempo han, sido gracias a un reducido grupo de aficionados que se han especializado en esta peculiar área del servicio postal y han dado lugar a la denominación de parafilatelia, lo mejor es conservar las piezas al completo, de esta forma se dispone de más información que puede ser vital para el coleccionista y, como siempre se está a tiempo para recortarla o lavarla, entonces descubriremos otros detalles que en el momento actual se están diluyendo: hoy la mayoría de las impresiones térmicas que usan los servicios postales “desaparecen” con el paso del tiempo ¿cómo pueden generar interés para ser coleccionadas si se confeccionan para que se autodestruyan?
La viñeta nos muestra seis diferentes modelos utilizados por el correo magiar, generalmente se imprimían en rollos [en España eran de color negro y cuando se mojaba la bobina, pues eso, adiós etiquetas] y frecuentemente sin dentar hasta que también se introdujo el perforado para facilitar el corte de las mismas al empleado postal. La etiqueta MAKÓ es una que tuvo un uso provisional, fue producida localmente y empleada tras la II Guerra Mundial. Otra que aparece parcialmente en el lado izquierdo fue la que se empleó en 1940 con motivo del CINCUENTENARIO, sólo se imprimieron 1100 que fueron utilizadas durante una Exposición de Colombofilia, donde las palomas transportaron los célebres mensajes y hoy son toda una joya en cualquier colección dedicada a esta particular etapa del mundo de las comunicaciones. Recordaremos que en 2014 Budapest acogió la 34 Olimpiada de Palomas Mensajeras y lanzó dos sellos [115 y 145 Ft.] y una hojita también con dos efectos de 450 Florines cada uno.
La emisión se complementó con la correspondiente etiqueta conmemorativa, algo poco habitual ya que cada vez es más extraño encontrarse estas piezas en el correo que se ha visto canibalizado [¿o era globalizado?] a nivel planetario para desgracia de la gran familia de filatelistas que ven, con horror, cómo más del 90% de la correspondencia que llega a sus buzones carece de sellos tras la introducción del famoso y anodino FRANQUEO PAGADO EN OFICINA que acabó siendo un verdadero pozo negro para las finanzas postales. Pretendieron acabar con los cuatro sellos reutilizados que llegaban a las casas sin matar [por desidia postal pues existía un matasellos de puntos para anular esos efectos cuando se detectaban antes de la entrega al destinatario, aunque tampoco se tenía constancia del tiempo invertido en su manipulación, transporte y entrega, al menos se sabía que había pasado por el correo] y provocaron un agujero inmenso que, evidentemente, no aparece reflejado en las memorias postales ¿por qué será?
Finalmente citemos que el poder liberatorio del acifrado al momento de ser lanzado al mercado era de 115 Florines [tarifa interior] pero que imaginamos se irá adaptando al momento de la venta. Ser realizó en offset e inicialmente vieron la luz 5.000 hojitas [aunque no se informó del número de ellas, generalmente eran del formato veinte o veinticinco ejemplares].
JUAN FRANCO CRESPO
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