HISTORIA ANTROPOLÓGICA DE LA COSMÉTICA

Por cortesía del blog de reseñas sobre cosméticos

Las necesidades básicas del ser humano

Cuando el ser humano emergió sobre la Tierra tuvo una necesidad única y fundamental: subsistir. Hoy día, se tiende a creer que las necesidades humanas son infinitas o que están en constante cambio, cuando en realidad las más básicas no se diferencian en cuanto a la raza, el periodo histórico o el tipo de cultura. En una fase posterior, después de la consecución de las necesidades básicas, se hallaría la necesidad de la persona de ser y autorealizarse, como objetivo para sí mismo y ante los demás.

Como veremos a lo largo de este artículo, la cosmética no es solo un medio de autoestima o autorealización personal, sino que también formó parte a lo largo de la historia de una conciencia emocional de «sentirse bien», de «agradar» a otros y «comunicar», entroncando ese objetivo con el concepto actual de salud psíquica y física, profusamente estudiado por la psicología desde los comienzos de esta ciencia.

El estadounidense Abraham Maslow (1908-1970), como estudioso de la psicología humanista, describió a mediados del pasado siglo XX una teoría jerarquizada de las necesidades fundamentales del ser humano. Estableció una pirámide de cinco niveles, dividida desde la base en las siguientes necesidades:

  1. Fisiológicas (necesidad biológica de respirar, alimentarse, dormir…)
  2. Seguridad (necesidad de sentirse físicamente seguro; de tener protección de la salud; de obtener trabajo, recursos y un techo bajo el que vivir…)
  3. Sociales (necesidad de tener afecto, amistad, familia, amor, privacidad, libertad; de tener identidad y pertenecer a un grupo o comunidad…)
  4. Estima y reconocimiento (necesidad de ser reconocido, de obtener estima, prestigio y respeto; de mostrar buena imagen, comunicar y agradar.
  5. Autorealización (necesidad de ilustrarse, de obtener moral y valores, de prosperar y realizarse…)

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Maslow expresa que, conforme se van satisfaciendo las necesidades más básicas, los seres humanos desarrollan necesidades más elevadas. En nuestro caso, en el cuarto y quinto nivel de la pirámide se hallaría el tema que nos ocupa, en el sentido de mostrar ante los demás una imagen positiva de sí mismos, a través de la estética y las capacidades personales, con el objetivo de agradar, ser estimado, obtener aprobación, reconocimiento y respeto, lo que implica autoestima, autoconfianza y en consecuencia una estabilidad de la salud psíquica y física. Esto parece ser así en todos los periodos históricos, sólo diferenciándose a través del tiempo y las culturas, en la forma o medios utilizados para satisfacer tales necesidades. Cabe destacar, que en algunos periodos de la historia se manifestó una búsqueda frenética de la belleza, ensalzándose la estética personal como un objetivo de alto valor.

40.000 años atrás

Sorprendentemente, mientras los humanos del paleolítico recolectaban y se exponían a los peligros de la caza, manifestaban a la vez expresiones artísticas de sus actividades, por ejemplo sobre rocas o muros, en lo que se denominó arte rupestre y parietal. Hay más de 130 cuevas en Francia (sobre todo en la zona de Aquitania) y unas 60 en España (una de las más conocidas es Altamira), donde los humanos del paleolítico superior dejaron variedad de figuras humanas y de animales en pinturas y grabados, realizados con colores basados en carbón vegetal y pigmentos obtenidos de determinados minerales, todo ello con amalgamas de grasas animales.

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Cueva de Altamira, Cantabria (España)  Imagen: Wikimedia Commons

Paralelamente, fueron desarrollando materias cosméticas que eran utilizadas en rituales funerarios, así como en el arte corporal. Algunas evidencias en forma de crayones y pigmentos minerales rojos (a base de ocre), fueron hallados en África y asociados con la aparición del Homo sapiens en ese continente. Eso llevó a estimar que la cosmética corporal podría haber sido la primera forma de ritual humano durante la Edad de Piedra, unos 100.000 años atrás.

En el antiguo Egipto, Grecia y Roma, se hallan las pruebas arqueológicas más significativas de uso de cosméticos en la historia. De las materias y objetos descubiertos, se extrae que los preparados más primitivos en Egipto incluían aceite de ricino para elaborar bálsamos protectores. Para las arrugas utilizaban ingredientes como la moringa y la goma de incienso. También trataban las cicatrices y quemaduras con ungüentos de ocre rojo, kohl y jugo de sicómoro; alternativamente se recurría a ungüentos de nogal, polvo de raíz de ajenjo y miel. En ritos funerarios se utilizan lociones consistentes en una mezcla de resina y cera de abejas, la cual también tenía uso en los problemas de calvicie.

Las antiguas civilizaciones utilizaron formas de cosméticos extrañas para nuestro conocimiento actual, tanto para ritos funerarios como para el realce de la belleza, la protección contra el sol, o la preservación de la salud. El cosmético era sobre todo una manifestación de las necesidades de índole práctico de aquellas civilizaciones primitivas. Más adelante, aquellas preocupaciones donde imperaba lo práctico, derivaría hacia un concepto más estético, más inclinado hacia una convención de la belleza.

Oriente Medio

En la antigua Persia (actual Irán), el Kohl era una de las materias cosméticas más recurridas (como también lo fue en otras variadas áreas de África o Egipto); se trataba de una galena molida de color gris o negro (dependiendo de las mezclas realizadas). Se aplicaba sobre ojos y párpados, como máscara o para oscurecer la piel de esas zonas.

Aunque nacido en el antiguo Al Andalus, cabe citar dentro del área del mundo musulmán al médico andalusí Abu al-Qasim o Abulcasis, quien escribió una voluminosa enciclopedia médica; una parte del volumen nº 19 lo dedicó a la cosmética, el cual fue traducido al latín, y en consecuencia esos conocimientos llegaron a utilizarse en Occidente. Abulcasis entendía la cosmética como una rama de la medicina, y de hecho llamó a esa disciplina «Adwiyat al-Zinah» («Medicina de la Belleza»). Probablemente, los actuales desodorantes sólidos y lápices labiales, tengan su primera manifestación histórica en los palos enrollados y prensados con perfumes aromáticos que Abulcasis describe en su tratado.

China y Japón

Hace unos 3.000 años a.C., los chinos ya embellecían las uñas con una mezcla de goma arábiga, cera de abejas, gelatina y clara de huevo. Las clases sociales eran representadas por determinados colores. Así, los miembros de la realeza de la dinastía Chou mostraba los colores plata y oro; las dinastías posteriores llevaban el negro y el rojo. Por su parte, a las clases más bajas de la sociedad no les estaba permitido mostrar colores vivos o brillantes en las uñas, quedando éstos reservados a la nobleza.

En China, las flores son un importante elemento decorativo, y resulta ser una flor la fuente de una hermosa leyenda que nació alrededor del año 1000 a.C. Según dice, en el séptimo día del primer mes lunar, la princesa Shouyang, hija del emperador Wu de Liu Song, tras pasear por los jardines imperiales, que se hallaban repletos de ciruelos en flor, decidió descansar muy cerca de ellos bajo el alero del palacio de Hanzhang. Entonces, una flor de ciruelo cayó sobre su frente y dejó marcada una huella que realzó su belleza de una forma insospechada. Fue así que las damas de la corte, impresionadas, comenzaron a decorar sus frentes con diseños de flores de ciruela. El actual arte floral llamado Mei Hua Zhuang tiene esa leyenda como origen mítico, y de hecho el nombre significa literalmente «maquillaje de flor de ciruela». Ese arte se originó unos 500 años después de la citada leyenda, con las dinastías del Sur, convirtiéndose en una moda muy popular en las siguientes dinastías Tang y Song.

Por su parte, en Japón era común que las geishas utilizasen pétalos triturados de cártamo para pintar el rostro (cejas, labios y borde de los ojos). También utilizaban como maquillaje base los bastones de bintsuke, una mezcla de cera y aceite de manzanilla más suave que las utilizadas por los luchadores de sumo para el cabello.

El polvo de arroz servía para colorear rostro y espalda, así como formar el contorno del ojo y definir la nariz. Blanquear el rostro con polvo de arroz era algo común en China y Japón, y lo sigue siendo en las representaciones culturales tradicionales.

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Una geisha, donde se puede observar el maquillaje con polvo de arroz. Imagen Wikimedia Commons

Una costumbre de los periodos Heian y Edo era el Ohaguro, consistente en colorear los dientes de negro mediante vinagre y limaduras de hierro, durante las ceremonias llamadas Erikae. Se trataba de ritos en los cuales una maiko (aprendiz ce geisha) se convierte en geisha cambiando el collar rojo por el blanco, y cambiando su peinado Ofuku por el Shimada (estilo que correspondía a mujeres de más edad).

Egipto

Los antiguos egipcios (12.000 años a.C.) descubrieron propiedades curativas en los aceites perfumados, de tal forma que la cosmética pasó a ser una industria más que una moda, llegando a formar parte de sus ritos religiosos y funerarios. Aloe, mirra, manzanilla, mejorana, tomillo, lavanda, menta, rosa, romero; aceite de oliva, sésamo y almendras…, eran algunos de los ingredientes que los egipcios utilizaban para elaborar perfumes con destino a los rituales religiosos.

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El Kohl, fue utilizado tanto por mujeres como hombres para pintar los ojos, así como ungüentos y aceites perfumados para limpiar y suavizar la piel.

La población comenzó a usar cosméticos profusamente, de forma integral. Así, no sólo servía para honrar a los dioses, sino también como objetivo estético, de higiene y salud. Cabe citar la leyenda que giró en torno a Cleopatra y el deseo de conservar la belleza y blancura de su piel, por lo que requería bañarse a diario en leche de burra.

A pesar de que muchos de los componentes utilizados por los egipcios en la elaboración de los cosméticos resultaban tóxicos o venenosos, eso no supuso ninguna limitación en su uso; existía un encanto, una admiración hacia la cosmética tan arraigada que no causó ninguna disminución en su uso ordinario.

Roma y Grecia

La popularidad de los cosméticos en Egipto traspasaron su ámbito y llegaron a Roma y Grecia, donde alcanzaron notable popularidad, a pesar de que fue visto por muchos como una manifestación extravagante y contraria a lo «natural»; con el tiempo esa imagen cambiaría, hasta el extremo de considerar que las mujeres no eran hermosas si no se acicalaban con cosméticos. Plauto, el dramaturgo latino, llegó a escribir «Una mujer sin pintura es como la comida sin sal».
Los griegos blanqueaban la tez con tizas o polvo de plomo, y pusieron de moda el lápiz labial elaborado con arcillas ocres.

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Tocador de una matrona romana- Juan Giménez Martín (1855–1901) – Congreso de los Diputados (España)

Según descripción de los romanos, se elaboraban cremas para la piel a base de aceite de oliva, cera de abejas y agua de rosas. Muchas mujeres utilizaban un maquillaje para blanquear la piel y kohl para alinear los ojos.

Un hecho significativo en Roma fue el  florecimiento de los baños de barro o lodo, y que en nuestros días han sido rescatados y reconocidos como beneficiosos para la salud, por sus propiedades minerales, como antiséptico, exfoliante natural, etc. (visite el blog de reseñas sobre cosméticos)

La moda cosmética en Roma llevó a una inflación de precios tal, que el propio Senado romano se vio obligado a declarar una ley que prohibía la exposición pública de productos cosméticos en toda la República.

Con la caída del Imperio romano en el siglo V d.C., los cosméticos desaparecieron de buena parte de Europa. No resurgieron hasta la Edad Media, con la llegada de nuevos productos cosméticos y de perfumes a través de los cruzados que regresaban de Oriente Medio. En Europa, el Renacimiento fue el punto de partida para la reaparición de la cosmética a gran escala, siendo Francia e Italia los centros neurálgicos de fabricación.

Finalmente, citar el Antiguo Testamento: Libro de los Reyes, donde Jezabel pintó sus párpados; y el Libro de Ester, que realiza una descripción de variados tratamientos de belleza.

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