El 5 de abril de 2017 se ponía en circulación el efecto de 32 coronas dedicado a conmemorar los 80 años de servicio del aeropuerto capitalino y que, para los de más edad, trae recuerdos contradictorios relacionados con la célebre Primavera de Praga que tanta ilusión llevó al mundo en aquel lejano 1968.
El sello horizontal y tonos azules, nos muestra la torre de control, un avión en vuelo y la bandera checa que rompe la tonalidad azulada del ejemplar. Las instalaciones aeroportuarias reciben el nombre de Ruzyne y, en casi cuarenta años desde mi primer viaje, cambiaron poco, salvo el nombre, me daba la sensación de haberse detenido el tiempo. Ahora es el Aeropuerto Václav Havel [pero pasa como el de Barajas, depende a quien le preguntas, si le dices Adolfo Suárez te dice cualquier cosa menos lo que estás buscando].
La estadística de ocho décadas de operaciones y explotación comercial nos dicen que por allí pasaron varios miles de millones de pasajeros y que se operaron otros tantos millones de vuelo. El aeropuerto entró en servicio tras haberse colapsado las instalaciones originales ubicadas en Kbely que es donde arrancó la historia de la aeronáutica civil checoslovaca.
Ruzyne comenzó los trabajos el 24 de julio de 1933 y la zona de rodadura ocupa 108 hectáreas; inicialmente las pistas fueron de hierba, durante su construcción se movieron 570.000 metros cúbicos de tierras y se plantaron 90 hectáreas de gramíneas para adecentar la gran explanada resultante. Tras 44 meses de intensivo trabajo, llegó el 1 de marzo de 1937, se daba por finalizada la obra civil. La apertura e inauguración oficial de las instalaciones se produjo el 5 de abril de 1937 y desde entonces se constituyó en la principal puerta de entrada vía aérea en las tierras checas.
El autor del sello fue Michal Brix y el grabador Jaroslav Tvrdon, se imprimió en hojas de 50 ejemplares en formato apaisado.
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JUAN FRANCO CRESPO
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