EL MUSEO POSTAL DE LA ISLA DE MAURICIO

El Mauritius Postal Museum se localiza en lo que antiguamente fue la Administración Principal de Correos. Se trata de un edificio victoriano [1865-1870] catalogado como monumento nacional y adaptado para su nuevo cometido. Está frente a la Sucursal de Correos rebautizada WATERFRONT que comparte el pequeño soportal frontal; ahí hay unos cuantos ordenadores que permiten conexiones a Internet por 10 Rupias el cuarto de hora, aproximadamente 1 euro la hora, en las ventanillas pueden comprarse los aerogramas para enviar saludos de manera tradicional, te entregan cuatro por un euro, es una emisión dedicada a la riqueza de la barrera de coral a la que se le ha añadido un sello de 5 Rupias para adaptarlo a las tarifas en vigor. 

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Posiblemente la visita al Museo Postal le defraudará, la entrada es cara [para los parámetros de la zona], aunque han tratado de preservar lo más interesante, postal y filatélicamente hablando, quizás ha primado esa parte de negocio que afecta a todos los servicios postales del mundo, antes las guías lo ofrecían de entrada gratuita. A lo mejor lo que desean es desmontarlo y con esa entrada pocos mauricianos lo visitarán. Esa tranquilidad te permite recorrerlo con absoluta libertad y eso también tiene un precio.

Es muy pequeñito, pero en sus salitas tiene concentrada toda la historia postal-filatélica de la isla: sellos, matasellos, sacas, bandeletas de los rodillos, aparatos de telefonía, morse, pesas, buzones, etc. En definitiva, todo aquello que el correo insular ha usado desde que se inició el poblamiento de Mauricio que era conocida por los árabes en el X, los portugueses llegan en el XV pero en realidad, el primer colono se instala en 1598. 

Los navegantes lusos la bautizaron como Isla del Cisne [Domingo Fernández Pereira, 1511]. Diego Rodrigues fue el que nombró el archipiélago Islas Mascareñas [Honraba al Almirante Pedro Mascarenhas] y le dio su apellido a la segunda más grande de la actual república que se localiza casi 700 kilómetros más al nordeste camino de Australia y todavía aparece como un lugar idílico, no contaminado por la actual ola globalizadora.

La isla ha conocido varias ocupaciones: holandeses (1598) de la que conserva el nombre en honor del Príncipe de la casa de Orange: Mauricio de Nassau; fue fruto de la casualidad ya que los navíos de las Indias Holandesas fueron desviados de su ruta por un huracán que azotaba la región y se encontraron con ella: un regalo [para los enfermos y la tripulación] ofrecido por esa misma naturaleza que los maltrataba. Se convirtió en una escala para la flota en la ruta a Batavia [actual Yakarta-Indonesia]. 

Los daneses [piratas y aventureros de toda ralea] aparecen por la región en 1622 en busca de ébano; en la década siguiente (1638) lo harán franceses y británicos que acaban siendo las potencias que marcarán el futuro del archipiélago hasta nuestros días. Guillaume Dufresne desembarcó en 1715 y la bautizó Ile de France; el verdadero gran héroe del período galo fue Bertrand François Mahé de Labourdonnais que llegó como gobernador el 4 de junio de 1735, comenzó a construir caminos carreteros y viviendas de piedra para sustituir las chozas de caña; en 1744 inauguraba la primera factoría azucarera en Villebague-Pamplemousses, incluso conquistó Madrás (India) a los británicos en septiembre de 1746.

En 1767 ya se había superado la Guerra de los Siete Años y la compañía naviera francesa estaba en bancarrota, se instalaba el primer gobierno nombrado por el rey para la isla que contaba con 18.773 personas pero, ese siglo revolucionario, acabará afectando hasta el último rincón de Francia en los más apartados confines del orbe. Aquí los acontecimientos acaban dando paso a otra gran potencia que aprovecha la debilidad del momento: los británicos entran en escena en 1809 con 16.000 hombres que acantonan en Rodrigues [tenía 20 europeos con 80 esclavos] y preparan el asalto a las dos mayores de las Mascareñas: Mauricio y Borbón [actual Reunión]. 

El 3 de agosto de 1810 se produce la capitulación y los británicos inician el período más largo de permanencia hasta alcanzar la independencia en 1968; un hecho que muchos mauricianos lo consideran negativo puesto que hasta entonces podían emigrar tranquilamente a Canadá, Reino Unido, Australia o Nueva Zelanda: de golpe se encuentran encerrados en su isla y un aumento exponencial –casi la mitad de su población actual, que roza los dos millones de almas, tiene menos de 21 años, lo que provoca una de las más altas densidades de población del mundo- que acabará desembocando en conflictos de toda índole en un futuro no lejano en su hasta ahora amable y multiétnica población.

La historia del correo corre por tanto pareja al propio devenir de las potencias que se fueron sucediendo, se inicia en 1772 con el director de la Imprenta Real Pierre Nicolas Lambert que comienza montando la incipiente red postal que permitiría la distribución del primer periódico “Annonces, Affiches et Avis divers pour les colonies des Isles de France et de Bourbon” a sus suscriptores.

El siguiente período será a partir de 1810 cuando los británicos toman posesión y modernizan el rudimentario sistema de correo francés preexistente que dará un salto cualitativo con la Ley de 1846 que regulaba, por primera vez, el prepago del servicio postal y al año siguiente será el quinto país del mundo en emitir sus propios signos postales el 22 de septiembre de 1847: los famosos “Red and Blue Penny” que tienen su propia leyenda en la filatelia universal, obra del grabador Joseph Osmond Barnard, se imprimieron 500 ejemplares con la célebre leyenda “Post Office” en lugar de “Postage Paid”. Al día de hoy sólo 27 ejemplares han sobrevivido y forman parte de las colecciones más exclusivas. En 1993 un consorcio formado por 16 empresas mauricianas pagaron 2,2 millones de dólares por dos ejemplares nuevos que hoy son la máxima atracción del Blue Penny Museum (Caudan-Waterfront).

Fue durante ese período colonial (1810-1968) cuando se logran los mayores progresos en el servicio postal gracias al empleo del ferrocarril en el territorio insular, se inauguró el 23 de mayo de 1864 y su declive se produce tras finalizar la II Guerra Mundial, estuvo activo hasta 1956 cuando cesa el servicio de pasajeros y el año del centenario, 1964, cerraba también el servicio de mercancías; el uso del telégrafo y el teléfono (1883) y el correo aéreo (1933). El último gran salto llega en 2003 cuando se reorganiza y se convierte en empresa privada como MAURITIUS POST LTD aunque la mayoría del capital es de carácter público, opera un centenar de oficinas incluyendo las de Rodrigues y Agalega.

Siguiendo el orden cronológico, tras pasar la puerta de entrada, tenemos la sala 1 con la época francesa             (1715-1810), le sigue la 2 con el período británico (1810-1864), la 3 con la llegada del ferrocarril a la isla (1864-1964), la 4 está reservada para el Post Office del período británico, la 5 se dedica al correo aéreo y el servicio postal moderno y en la 6 puede admirarse la Galería Filatélica con todos los sellos de la isla.

La otra sala nos ofrece la muestra temporal que durante nuestra visita ocupaban las emisiones de flora que suponemos les llegan por intercambio. Casi todo ese material era nuevo y de administraciones postales de la Commonwealth. Después nos queda la Oficina Filatélica en donde siempre hay posibilidad de comprar algo que nos falta y la tienda que tiene una gran cantidad de material centrado en los sellos del período clásico, bibliografía y estudios sobre la región.

Uno de los paneles que más llamó nuestra atención fue el dedicado a la minúscula isla de Agalega situada mil kilómetros al norte de Mauricio y el servicio es un enlace marítimo desigual. Se trata de dos pequeñas islitas que apenas suman 70 km², aunque Agalega tiene una pequeña pista que generalmente se utiliza para la llegada de científicos, altos funcionarios y turismo exclusivo que viene a contemplar el polifacético y variado panorama ornitológico y las tortugas gigantes. El otro grupo insular es el archipiélago de Saint Brandon [más conocido por Cargados Caragos] que está 350 kilómetros al nordeste de Mauricio, sólo accesible por vía marítima.

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Entre ambos apenas suman 300 personas y la mayoría son empleados públicos que realizan tareas de vigilancia y conservación, sobre todo en su amplio espacio marítimo. A pesar de la escasa importancia poblacional el servicio postal está presente con una pequeña oficina; el 10 de julio del 2002 se creaba también el Post Office Savings Bank que da cobertura a la Outer Islands Development Corporation (OIDC), que gestiona los recursos de la zona desde 1982, no olvidemos sobre todo la riqueza de su flora y fauna, pero especialmente la riqueza de sus aguas territoriales. De esa manera se introducía el servicio financiero aunque todavía pervive el tradicional intercambio entre los pocos civiles. El 95% del tráfico es puramente financiero y el 5% es correo; estamos ante una de esas marcas que se valora cuando aparece en subastas pues no deja de ser una gran rareza incluso en la marcofilia moderna, mucho más si se localiza en una pieza bien conservada –algunas de sus viejas marcas lineales forman parte del material del Museo Postal-.

Hasta 1930 las comunicaciones con Mauricio se realizaban con veleros, en 1950 se comenzaron a emplear vapores y en la actualidad el tráfico lo gestiona la oficina postal que los encamina a través de los escasos navíos que visitan el archipiélago o las compañías turísticas se encargan de entregarlo a las autoridades portuarias del siguiente puerto de su ruta, aunque algunas personas todavía lo confían a los escasos visitantes que hacen de agentes reencaminadotes prácticamente de manera gratuita [no es el único lugar con este sistema, pues todavía recuerdo la que me traje para los españoles que habían dejado sus mensajes en una de las islas Galápagos que tiene un viejo buzón en una de sus calas] cuando llegan a algún lugar con oficina de correos.

Rodrigues está algo más de 600 kilómetros al nordeste de Mauricio y su primera oficina de correos comenzó a funcionar en 1861 en la villa principal que hace en la actualidad el papel de capital insular: Port Mathurin. Hasta 1872 la ruta estuvo asegurada por los navíos que ocasionalmente pasaban por la zona y aprovechaban para recargar sus bodegas con productos frescos. En 1883 el gobierno aprobó la asignación de una goleta para asegurar la línea comercial y postal entre Port Louis y Rodrigues, la Harmonie fue la responsable de asegurar esa línea hasta 1885 cuando fue declarada no apta para la navegación, hasta el siglo siguiente no se volvió a tener una conexión postal regular con la capital.

En 1972 se inaugura el servicio aeropostal que dejaba fuera el tradicional correo marítimo que hoy en día se cubre con un navío que tarda 24 horas en llevar la mayoría de los pertrechos y útiles para la economía insular y sus 25.000 habitantes que mayoritariamente viven de la agricultura aunque tratan de desarrollar una incipiente industria turística. Hasta tiempos bien recientes el correo se repartía directamente en la oficina de correos, cuando llegaba el barco se recogían las sacas postales se ordenaban y se abría el de cartas para comenzar a “cantar” la correspondencia recibida que era retirada por los allí presentes o en caso contrario se quedaba en la oficina que confeccionaba la tradicional “Lista de Correos” que quedaba expuesta para general conocimiento. En la actualidad esta pequeña isla de apenas 100 km² tiene en servicio cinco oficinas de correos y se realiza reparto a domicilio.

El Museo del Penique Azul sería la otra gran cita de los filatelistas en Port Louis, está cerca de su hermano el Museo Postal (Caudan Waterfront), muestra una extraordinaria colección de originales, planos, esculturas, pinturas y sellos pertenecientes al Mauritius Commercial Bank. Dispone de varias salas y el visitante tendrá que escoger si su tiempo es limitado; la primera está dedicada a la navegación por las Mascareñas en el XVI, mapas, utensilios y restos del “Banda”, el primer barco del gobernador de las Indias Occidentales Holandesas (actual Indonesia) puede sorprender al aficionado.

La segunda muestra documentos del XVIII-XIX, el primer mapa de la zona, materiales de la Batalla del Grand Port, vestigios de Port Louis en el XIX y un centenar de sellos que muestran lo interesante, filatélicamente hablando, de la isla, entre ellos los célebres ejemplares de 1847 que alcanzarían cifras escalofriantes si salieran al mercado. En otra sala hay material sobre una famosa novela “Paul y Virginia” que seguramente podrá cautivar a los que leyeron esa historia de Bernardin de Saint Pierre. En la tienda se pueden comprar recuerdos o reproducciones de lo allí expuesto.

www.bluepennymuseum.com
www.mauritiuspost.mu
bluepennymuseum@intnet.mu
postalmuseum@mauritiuspost.mu

JUAN FRANCO CRESPO
lacandon999@yahoo.es

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