BREVE HISTORIA DE LA LITERATURA SOBRE ILUSIONISMO Y PRESDIGITACIÓN

En Europa, en 1825, el arqueólogo apasionado de la cultura del antiguo Egipto Henry Westcar, adquirió el rollo de un papiro (más tarde conocido como Papiro Westcar) hallado en la excavación de una tumba, y tras estudiarlo y traducirlo, pudo descubrir que narraba la historia de una brillante proeza de magia realizada unos 4.500 años antes por el ilusionista Dedi, en la corte faraónica de Khufru (Keops). Ese documento, escrito alrededor del 1650-1540 a.C., en tiempos de los hicsos, es considerado el primer relato conocido sobre magia.

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Fragmento del Papiro Westcar. Imagen Wikimedia Commons.

Aun tendríamos que esperar hasta el Renacimiento, para que el primer libro de magia viera la luz, el «De viribus quantitatis» (Sobre el poder de los números), publicado entre finales del siglo y 1508, del fraile franciscano Luca Pacioli, donde aparece la primera referencia a los juegos de naipes, junto con instrucciones para realizar malabares, hacer bailar unas monedas, introducir las manos en plomo fundido o tragar fuego.

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Casi un siglo después, en 1584 el juez de paz inglés Reginald Scot, publica «The Discoverie of witchcraft» (El descubrimiento de la brujería), un tratado de ilusionismo que pretendía disociar y diferenciar la magia negra de los juegos de ilusionismo que eran practicados por esas fechas. Era una obra tan precisa en sus explicaciones que aun hoy en día es consultada por los prestidigitadores. El éxito de esta publicación fue de tal relevancia que dio lugar a nuevos trabajos, como «The art of juggling» (El arte de los juegos de manos), donde añadía más detalles a los juegos y trucos descritos por Scot.

Unas décadas más tarde, en 1656, de autor desconocido, editado por Mab Ralph e impreso por Thomas Harper, se publica «The anatomie of legerdemain», bajo el seudónimo de «Hocus Pocus Junior», algo así como «abracadabra junior». Es una obra donde el autor explica cómo hacer juegos de ilusionismo, así como una breve definición de lo que debe ser un ilusionista.

El siglo XVIII, con la Revolución Industrial, se inicia un importante desarrollo de las ciencias, que se verán reflejadas en el arte de la magia. Muchos trucos aplicarán los nuevos inventos científicos de la época. Así, Jacques de Vaucanson, a mediados del siglo, se inspiró en el mecanismo de un reloj para construir los primeros autómatas que imitaban a personas y animales reales. Su primera creación fue el flautista, un pastor que tocaba la flauta y el tambor. Aunque su obra maestra fue el pato, que estaba dotado de un aparato digestivo artificial.

El húngaro Wolfgang von Kempelen, construyó también por esa época un autómata llamado el turco, capaz de jugar al ajedrez y ganar la mayoría de las partidas, aunque resultó ser una farsa, ya que en la cabina donde se sentaba el autómata se ocultaba un maestro ajedrecista encargado de realizar los movimientos.

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«El Turco», de Wolfgang von Kempelen. Ilustración Wikimedia Commons.

Pero, el carácter de feriante de los magos o ilusionistas va desapareciendo en la segunda mitad del siglo XVIII, cuando comienzan a actuar en teatro, gozando así de gran popularidad. Algunos magos italianos se distinguieron entre los más afamados del momento, como Giuseppe Bálsamo (más conocido como conde de Cagliostro), y muy especialmente el mago-científico Giovanni Giuseppe Pinetti, que representó espectáculos de gran éxito en teatros de Francia e Inglaterra. Pinetti pudo llegar a alcanzar la categoría de personaje mítico, si no fuera porque el profesor francés Henri Decremps desveló todos sus trucos y juegos en «La magie blanche dévoilée» (La magia blanca descubierta).

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John Henry Anderson. Imagen Wikimedia Commons.

Ya a principios del siglo XIX, entre los magos con mayor repercusión en la historia de este arte cabe mencionar a dos de ellos: el italiano Bartolomeo Bosco, conocido por el famoso truco del trile o ¿dónde está la bolita?, y el escocés John Henry Anderson, célebre por uno de sus trucos más memorables, el atrapabalas, que llevó por los teatros de todo el mundo, junto a otras creaciones.

En la segunda mitad del siglo XIX emerge la figura que revolucionará no sólo la forma de representar la magia ante el público, sino también el modo de crear e innovar. Hablamos del francés Jean-Eugéne Robert-Houdin, cuya elegante e innovadora magia, junto a su aparente sencillez sigue siendo un ejemplo hoy en día.

La aportación de Houdin al mundo de la magia también llegó al ámbito de la literatura, como autor de títulos como «Les Tricheries des Grecs dévoilées. L’Art de gagner à tous les jeux» (Secretos de los garitos. Arte de ganar a todos los juegos), sobre las casas clandestinas de juegos; «Confidences d’un prestidigitateur» (Confidencias de un prestidigitador), que es una obra autobiográfica; o «Magie et physique amusante» (Magia y física recreativa), donde relata algunos de sus descubrimientos en el campo de la magia y de la electricidad.

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Eugéne Robert-Houdin

Pero, la obra más importante de Houdin es sin duda «Les secrets de la prestidigitation et de la magie» (Los secretos de la prestidigitación y la magia), una obra fundamental sobre manipulación, juegos y técnicas de magia. La fama y renombre de Houdin fue tal, que el famoso escapista Houdini tomó su nombre en homenaje al gran mago, el cual era imitado en toda Europa.

Otros contemporáneos de Houdin fueron los hermanos Hermann, de origen alemán, una saga de ocho hermanos que acaparó los escenarios de numerosas ciudades europeas.

A finales del siglo XIX asoma una nueva vertiente de la magia, poniéndose de moda los temas espiritistas. Los magos no fueron ajenos a esta corriente, e irían incluyendo en sus representaciones números relacionados con el espiritismo. Ejemplo de ello fueron los hermanos Davenport (Ira Erastus y William Henry), que hacían creer a los espectadores poseer poderes para entrar en contacto con los espíritus.

Sobre el mismo periodo se dio a conocer el ilusionista e inventor británico John Nevil Maskelyne que, inspirado en los hermanos Davenport, convirtió la magia en espectáculo, con numerosas actuaciones entre las que incluía trucos de levitación. Su libro «Sharps and Flats: A Complete Revelation of the Secrets of Cheating at Games of Chance and Skill» (Una revelación completa de los secretos de las trampas en los juegos de azar y habilidad) constituye un extenso y detallado análisis de las prácticas de los jugadores de cartas.

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Los hermanos Davenport fueron fuente de inspiración para varios ilusionistas durante la época en que el espiritismo se convirtió en espectáculo. Imagen Wikimedia Commons.

A principios del siglo XX, otro de los grandes nombres fueron Harry Kellar y su sucesor Howard Thurston y, especialmente, el mago y escapista estadounidense de origen húngaro Enrich Weiss, conocido popularmente en todo el mundo como Harry Houdini, el cual tomara su apelativo del mago francés Robert-Houdin.

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Enrich Weiss (Harry Houdini) en 1899. Imagen Wikimedia commons.

Houdini elevó la magia a categoría de espectáculo de masas, con sus trucos de escapismo. Millones de personas en todo el mundo fueron seguidores de sus extraordinarios desafíos, en los que ponía en juego su propia vida. Además, fue un duro desenmascarador de los espiritistas fraudulentos que se cruzaban en su camino.

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David Copperfield. Imagen Wikimedia Commons.

Ya avanzado el siglo XX, la magia era escenificada y reconocida como un gran espectáculo, dando este periodo nombres relevantes como Harry Blackstone, Cardini, Horace Goldin, Dai Vernon (conocido popularmente como el maestro de la cartomagia), y otros más recientes y de popularidad mundial como David Copperfield, que se convertiría en un gran creador de ilusiones espectacularmente representadas.

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