El siglo XIX., para bien o para mal, fue decisivo para numerosos pueblos europeos; el rumano uno de ellos. Los acontecimientos bélicos y las anexiones territoriales, lejos de apaciguar los ánimos, acabaron levantando negros nubarrones que explotarían a principios del siglo siguiente.
En Rumania calan las ideas nacionalistas del momento y tratan de justificar su lugar en la historia, su vigencia como pueblo, su hecho diferenciador que arranca con el Imperio Romano [no olvidemos que el territorio rumano es una isla latina en medio de pueblos eslavos] y en donde el Hispalense Trajano brillaría con luz propia.
En ese contexto diferenciador tendríamos que enmarcar los aires independentistas y las reivindicaciones que se verán concretadas con la célebre Suples Libellus Valachorum que Transilvania presentaba en la corte imperial de Viena en 1791. Cuarenta años más tarde, ante el escaso éxito de esa petición, Tudor Vladimirescu se rebelaba en Valaquia, era 1821 y tampoco generará gran cosa, apenas el cambio de bandera de la potencia que ejerce el control efectivo del territorio; tras la guerra ruso-turca [en estos momentos hay una corriente de opinión encabezada por los políticos de la actual Turquía donde se quiere hacer creer que la República de Turquía nada tiene que ver con ese pasado, como si el Imperio Otomano y sus hechos históricos no los hubiera heredado nadie] y Moscú acabará ostentando el control sobre Moldavia y Valaquia hasta que Rusia pierde en la Guerra de Crimen (1853-1856) y será el Congreso de Paz de París el que se encargará de la tutela de Valaquia y Moldavia al mismo tiempo que aseguraba el libre tránsito a través de esa arteria vital que es el Danubio.
En 1859 se elegía, como único príncipe de ambos principados, al Coronel Alexandru Ioan Cuza que sería obligado a dejar el poder en 1866 [recordemos que ostentar el poder, en la mayoría de los casos y salvando honrosas excepciones, suele significar que una parte del pueblo te de su apoyo y la otra simplemente te considere tu enemigo y, como hacíamos de críos en mi pueblo, estén esperando la más mínima para mojarte la oreja: despojarte de todo] y se declaraba la monarquía constitucional que encabezará el príncipe alemán Carlos de Hohenzollern (1866-1914) y que reinará bajo el nombre de Carol I, habían sido sentadas las bases de una nueva monarquía en el territorio europeo.
Una década después en 1877, Rumania, aprovechando la coyuntura internacional, declara su independencia que se reconocerá con el célebre Tratado de San Esteban, era el 3 de marzo de 1878. Apenas tres años más tarde se proclama el reino y Carlos I será coronado rey, así nacía realmente la monarquía rumana que, con altibajos, acabará llegando hasta la I Guerra Mundial que prácticamente desmonta todo el mapa de la vieja Europa.
Ese es el período histórico que el correo rumano trata de honrar en sus dos signos postales (más una hojita bloque) aparecidos el 10 de mayo del 2016. El facial de 4.50 Lei presenta un detalle del Collar de la Orden de Carlos I que se instituyó precisamente 110 años antes, el 10 de mayo de 1906 [el monarca aparece en la viñeta de la hojita de 5+1, junto a su escudo y su firma autógrafa] con motivo del 40 aniversario de reinado, fue la más alta condecoración rumana hasta 1947 cuando comenzará la etapa comunista. Sería en el 2005 cuando el heredero, el rey Miguel, la reinstaura como una orden dinástica que, técnicamente, nada tiene que ver con el gobierno del país y que fue concedida en determinados momentos de la historia a grandes personalidades que hicieron posible el desarrollo del pueblo rumano, entre otros galardonados figuran Gheorghe G. Cantacuzino, Dimitri Sturdza, Petre C. Carp, Titu Maiorescu, Ion I. C. Bratianu, Mihail Pherekyde y la mayoría de los monarcas que entre 1878 y 1881 sobre todo, los que jugaron un papel esencial para el reconocimiento y la consolidación de una Rumania independiente. El eslogan de la Orden es “Through steadfastness to victory” y en el reverso figuran los años 1866 y 1906. La cadena del collar está compuesta, de manera alternativa, por medallones que representan los escudos de armas del viejo reino [Valaquia, Moldavia, Oltenia y Dobrudja] y los cuarteles heráldicos de la dinastía rumana.
Para el efecto de 10 Lei se ha elegido el Cetro o Bastón del rey Fernando I [cuya foto y autógrafo aparecen reproducidos en la viñeta que aparece en la parte superior derecha de la hojita de 5+1] que supo dirigir el territorio rumano en una de sus etapas más cruciales, entre 1916-1919; habían declarado la neutralidad, pero la promesa de los aliados de ayudarles en su lucha por la unidad nacional no prosperó mucho y el ejército decidía intervenir en la contienda. El triunfo de la Revolución Rusa de 1917 hará que Rumania se acabe separando de Occidente y en los Tratados de Paz de 1919-1920 [Neuilly, Saint Germain, Trianon y París] se ratificaban los límites de la unión rumana que son más o menos los mismos que hoy conocemos. En la parte superior del bastón aparecen unas bellas mujeres que, con el traje nacional, simbolizan el viejo reino y los principados de Transilvania, Besarabia y Bucovina; coronándolas, va un águila como símbolo de la monarquía y el poder real.
Para la hojita bloque de 8 Lei se ha escogido una vieja fotografía donde aparecen las tres primeras generaciones de la Familia Real Rumana. De izquierda a derecha nos encontramos con el príncipe Fernando, la princesa Isabel [posteriormente sería reina de Grecia], la reina Isabel, el príncipe Carlos, la princesa María [llegaría a ser la reina de Yugoslavia], el príncipe Nicolás, la princesa Maria [que sería Reina de Rumania] y el rey Carlos I. La foto fue realizada en un momento de crisis dinástica provocada precisamente por la muerte del soberano que apenas eran un niño, crisis que fue solventada exitosamente y estrechó los lazos con otras monarquías europeas gracias a los matrimonios que se concretaban entre las diferentes familias reales. En el lado izquierdo aparece el logo NIHI SINE DEO, bajo él la corona real y en el lado derecho de la hojita el soberano con un puñado de condecoraciones. Los dos primeros efectos también se recogen en un díptico-hojita bloque. El diseño fue obra de Mihail Vamasescu y al margen de las hojitas citadas, también los dos primeros efectos se lanzaron en hojas de veinte ejemplares.
JUAN FRANCO CRESPO
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