Revista de Tecnologías de la Información y Comunicación Educativas (CNICE) |
Bajo la apariencia de lo nuevo se articulan los mismos intentos de repetición del mundo. Aunque a priori existan las mejores intenciones para convertir un medio como Internet en un mecanismo de criticidad, idóneo para la democracia directa, la igualdad y el desarrollo, producir ese nuevo mundo no sería tan fácil como participar en la perpetuación del viejo (al menos, del viejo modelo de poder).Los objetos, las conductas, las formas de producirse la subjetividad están cargadas de ideologías tanto más poderosas cuanto menos visibles. El obstáculo para el desarrollo y la igualdad que encontramos en Internet no depende (no solamente) del número de mujeres on line o de las mujeres que trabajan en las empresas dedicadas a las TIC. El problema de fondo nos incita a indagar en las situaciones culturales que a lo largo de nuestra vida llevan a una diferenciación por géneros de hábitos y gustos por la máquina y que posteriormente generan situaciones de discriminación, es decir, deconstruir esto que llamamos tecnofobia femenina, hacer reversible el proceso mediante el que se llega a esta situación. «No es la bala la que lo mata a uno, sino el agujero» señalaba Laurie Anderson refiriéndose al arte de la reversibilidad. Lo que determina un problema no es una secuencia en un sólo sentido, su significación no puede reducirse a una única dirección.Los procesos mediados por tecnologías están impregnados de una ideología-máquina patriarcal, de ahí que cualquier intento por entender las propuestas creativas feministas y los proyectos de desarrollo e igualdad a través de Internet no debe menospreciar «lo que circula y se esconde». Subliminal y hegemónica esta ideología apriorística patriarcal impregna también el mundo Internet. La máquina (hardware) y su programación (software) no pueden ser considerados como dispositivos construidos al margen de las ideologías dominantes. Una acción loading ideology está presente en ellas desde el momento en que nos ponemos frente a la pantalla de un ordenador, desde el momento en que compramos un equipo informático. Como cuando «cargamos» un programa y almacenamos en la memoria principal de la máquina la información que se va a visualizar. De manera similar acontecen los procesos por los que cualquier producción humana se carga de una ideología apriorística escondida, una ideología de la que en muchos casos no tenemos conciencia, una ideología que circula y se esconde.
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Estos credos que circulan (escondidos) en las tecnologías nos hablarían de estructuras mantenedoras del poder que se sitúan dentro del mismo sistema, en la propia búsqueda sociohistórica, recordemos a Haraway cuando plantea que «la construcción de una economía natural según las relaciones capitalistas, y su apropiación buscando la dominación de la reproducción, es muy profunda. Lo es a nivel de la teoría y de la práctica fundamentales, no en términos de buenos y malos» . Igualmente profundo sería el mantenimiento de la confusión entre lo objetivo y lo dominante bajo la frontera estructural (y por tanto difícilmente franqueable en el propio sistema) de «ciencia objetiva» (tras la que se ocultaría, señala Haraway, una «ideología abusiva»). Una confusión que permite la legitimación de formas injustas de poder mediante su mantenimiento salvaguardado por «la ciencia», «la ciencia objetiva». El ordenador no puede ser considerado, en este sentido, como una máquina construida al margen de estas ideologías abusivas, y la acción política y creativa en Internet no puede olvidar que los sistemas genealógicos sobre los que se está construyendo el ciberespacio son eminentemente masculinos.
De otro lado, dando un vistazo al pasado más reciente vemos cómo la emancipación de la mujer en las sociedades avanzadas ha ido acompañada de un mayor acercamiento a los ámbitos donde históricamente se ha detentado el poder. En el caso de la tecnología (cuyo acercamiento ha estado normalmente mediado por el trabajo) ha estado motivado por la incorporación laboral de la mujer a ámbitos distintos a los de la mera acción repetitiva mediada por máquinas (maquiladoras, tecleadoras y engranajes en los niveles más bajos de las cadenas de producción) y por el aumento del trabajo inmaterial mediado por redes de comunicación, es decir, por el aumento del teletrabajo.
En estos territorios (tanto físicos como inmateriales) circulan y se esconden formas de repeticiónl que inciden en una normalización no reversible sino mediante la concienciación y la infiltración del «otro» en los sistemas hegemónicos de poder, la participación activa de la mujer en las industrias, empresas e instituciones donde se piensa y fabrica la tecnología. Sin embargo, mientras vemos buenas intenciones por parte de todas la empresas y gobiernos la realidad es que el papel de la mujer en la ideación y liderazgo de las TIC sigue siendo minoritario y poco decisivo. Empresas como IBM y Dell desarrollan programas de incentivo para atraer y conservar a trabajadoras en sus proyectos, no obstante en las industrias de las TIC continúan existiendo problemas de base que siguen manteniendo casi intactos los techos de cristal. Me refiero a que para muchos chicos-hombres el trabajo en Microsoft o en IBM supone convertir una afición en un trabajo, soñando convertirse en su «adalid informático-espiritual» Bill Gates, de manera que la mayoría de los trabajadores de Silicon Valley siguen siendo jovencísimos chicos devotos de la informática para los que la actividad que desarrollan en la oficina (trabajo remunerado) es igual que la que desarrollan en el garaje de su casa (afición). Las estrategias de género que la mayoría de estas empresas desarrollan se limitan a campañas publicitarias que demandan mujeres para incorporarse en su plantilla, una imagen pública «políticamente correcta» que por sí sola únicamente permite que la mayoría de estas trabajadoras se dediquen a servicios de atención al cliente (o sea, en la línea que asigna al trabajo de la mujer el trato humano y al hombre el trabajo técnico y de liderazgo). Para dar respuesta a este problema en algunos países europeos está proliferando una medida que se enfrenta a la cuestión desde una perspectiva más comprometida con el trasfondo del asunto, es decir desde el estudio del origen y la determinación de su posible intervención en niveles previos al trabajo de las empresas. Sería el caso de incentivar la creación de clubs de informática para chicas adolescentes (recordemos que el grupo de activistas ciberfeministas Old Boys Network no se llaman así por casualidad, ni siquiera sólo por ironía). La creación de clubs no les facilitará la acreditación para trabajar en una empresa pero sí les proporciona el conocimiento y la confianza con el trabajo informático necesarios para enfrentarse en unas condiciones más igualitarias al trabajo tecnológico y a la cultura en red.
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En un momento en que resultan incontrolables las transformaciones de las estructuras laborales y sociales por la convivencia de distintas realidades dentro y fuera de Internet, la cultura en red se esboza clave para el desarrollo de un pensamiento crítico sobre lo que podemos ser y hacer en el mundo sin que nuestro sexo se convierta en un handicap. Formas distintas de ver lo que nos rodea, formas distintas de pensar lo que es y lo que queremos que sea Internet, de pensarnos a nosotros mismos. Al respecto, el arte de la reversibilidad es, tal vez, una eficaz estrategia para habitar lo escondido, repensar la dificultad del ámbito digital, de la realidad contextual, las viejas y nuevas formas de crear comunidad, de crear privacidad, la vieja y nueva domesticidad, las formas de crear subjetividad, los retos políticos para visibilizar (haciendo reversible) lo que circula y se esconde en la nueva era tecnológica.
1. Jenny Holzer: Please change beliefs (website), http://adaweb.walkerart.org/project/holzer/
2. Cornelia Sollfrank: Female Extensión, http://www.artwarez.org/femext/
Información procedente del nº5 de la Revista Digital.