Productos orgánicos en la industria del descanso. Cómo elegir un colchón saludable, ecológico y sostenible

Los humanos dedicamos alrededor de un tercio de nuestra vida a dormir. Pero, aunque no realicemos ninguna actividad ni seamos apenas conscientes de nuestro estado cuando dormimos, no se trata de un tiempo perdido, porque el sueño es un mecanismo reparador y al mismo tiempo «constructor», pues existen una serie de funciones que sólo pueden realizarse durante ese periodo, como es la producción de somatotropina, comunmente conocida como hormona del crecimiento. Si un niño o un joven no duerme suficiente o duerme mal de forma habitual, se incrementarán las posibilidades de que se produzca un trastorno del crecimiento, que obligaría a ser tratado con hormonas GH sintetizadas (del inglés «growth hormone»), al no poder ser producidas de forma natural por el propio organismo. Además, dormir mal, a cualquier edad, implica la manifestación de otros trastornos añadidos: por las mañanas nos sentiremos cansados, con pesadez y desorientados, incluso irritados, con fatiga muscular o la espalda dolorida. Puede darse la paradoja de que el cuerpo duerme profundamente pero nunca descansa, dando lugar a patologías como la hipersomnia y más graves como la narcolepsia; estos casos, que pueden tener orígenes diversos, se agravan si no se dispone de un lugar de descanso adecuado y un colchón lo más neutro posible para que no interfiera negativamente en la enfermedad. Obvia decir, que dormir es una necesidad vital; si no dormimos, morimos.

En consecuencia, debemos procurar las condiciones para un buen descanso, y una gran parte de ellas reside en el tipo y características del colchón. Comprar colchón no debe ser, por tanto, un acto banal, debemos dedicarle un poco de nuestra atención para asegurar que, el resto del tiempo que estamos despiertos y activos, podamos desarrollarlo con la máxima energía y vitalidad.

Imagen cortesía de khama.es

Existen varios factores importantes a tener en cuenta en el momento de adquirir un nuevo colchón. Por supuesto, las materias con qué está fabricado es una cuestión de primer orden pero, precisamente por su importancia, hablaremos y profundizaremos en ellas más tarde.

Para documentarnos hemos recurrido al asesoramiento de Khama, una empresa del sector que fabrica desde 1975, y que se apoya en unos 2.150 hoteles repartidos por todo el mundo para ensayar la calidad de su producto, en la actualidad volcada hacia la fabricación con materias naturales ecológicas, como el algodón orgánico.

En Khama nos explican una serie de características que debe reunir un buen colchón, y que podemos resumir en las siguientes:

La firmeza.- Un colchón firme presenta cierta dureza pero debe mantener al mismo tiempo la estabilidad y la adaptabilidad. Por tanto tiene que existir una combinación y compromiso entre ambos factores. Los fabricantes suelen tener una gama de al menos tres tipos de firmeza para cubrir la gran mayoría de necesidades de descanso, y acordes con el peso que debe soportar el colchón. Ejemplo, una firmeza suave presenta la mayor adaptabilidad con la menor presión; la sensación de este colchón es de menor rigidez y una suave acogida. Una firmeza media presenta una dureza mayor y por tanto buena estabilidad, pero sin sacrificar la adaptabilidad, es decir, la suavidad de la acogida para reducir la presión que el colchón ejerce sobre el cuerpo. Finalmente, una firmeza alta presenta la mayor dureza, eso significa una gran libertad de movimientos y, al tiempo, ideado para soportar pesos mayores con una alta estabilidad.

La independencia de lechos.- No es una cuestión menor cuando se duerme en pareja. Cada cuerpo ocupa un espacio, e independientemente de la adaptación que el colchón presente a la morfología de cada uno, debe conservar una estática suficiente para que los movimientos realizados al dormir no sean transmitidos al espacio adyacente. Un buen colchón tiene una tolerancia a los movimientos individuales de cada miembro de la pareja que duerme.

La transpiración.- Un colchón que transpire no sólo ventilará y aportará una mayor higiene, sino que será un factor de durabilidad, sobre todo si las condiciones ambientales son extremas o negativas, como la humedad o el calor. Para estos casos, orientado a la estación estival y de invierno, es una buena idea un colchón de dos caras, que por una de ellas se perciba frescor durante el verano, y por la otra conserve la temperatura corporal durante el invierno.

La durabilidad.- Un colchón rara vez es para toda la vida, su uso continuado y las condiciones del ambiente van debilitando sus características que, en consecuencia, termina afectando a nuestra salud general. Por ello debemos adquirir un colchón que haya sido fabricado con materiales de calidad. La composición de esos materiales y una buena estructura, por ejemplo para que permita su transpiración, como ya se comentó anteriormente, determinará la vida útil del colchón.

Los efectos saludables.- Un colchón saludable no sólo debe estar fabricado con materiales libres de riesgos para la salud, como posibles alergias o respiratorios, sino contar también con una buena estructura y tecnología aplicada al descanso; cuando hemos hablado de la firmeza, la independencia de lechos o la transpiración, todos ellos son un compendio de los efectos saludables que puede proporcionar un buen colchón. En este sentido, los fabricantes que asumen estos objetivos, suelen contar con un certificado de calidad expedido por una institución externa e independiente.

Los efectos revitalizadores.- Encadenados con los efectos saludables se hallan también los efectos revitalizadores. El colchón debe estimular nuestro organismo durante el sueño, favorecer la circulación y el descanso profundo y reparador, de esta forma nuestro cuerpo se levantará descansado y con el cerebro más ágil y despierto, listo para emprender un nuevo día.

El descanso natural.- Como habíamos adelantado en la introducción, nos detendremos a profundizar en este apartado, pues es la temática que entronca directamente con este sitio dedicado a la Naturaleza y el Medioambiente.

Es indudable que la conciencia medioambiental ya no es una moda, sino que ha comenzado a instalarse con fuerza no sólo en nuestros hábitos de vida, sino también en los responsables de legislar, dotar y ejecutar las aspiraciones de los ciudadanos por un mundo cada vez más consciente y de respeto al medio natural en que vivimos.

En consecuencia, los procesos de fabricación, de cualquier empresa y naturaleza de su producto, no deben ser ajenos al respeto que se debe al medioambiente. La fabricación de un colchón es un ejemplo más, y una empresa que cuida esos parámetros de elaboración debería tener una consideración y apoyo por parte del consumidor final. Debemos pues valorar muy positivamente no sólo el empleo de materiales naturales en la fabricación de colchones, sino también su origen orgánico, es decir, materias que han sido cultivadas de forma ecológica, prescindiendo de la aplicación de productos fitosanitarios o nocivas, tanto para el medioambiente como para la salud del consumidor.

Campo de Algodón. Imagen Wikimedia Commons.

En Khama nos han hablado de un producto orgánico específico que manejan y prefieren en la fabricación de colchones, y que incluso califican como su «favorito», se trata del algodón orgánico. Esta fibra textil tiene un innegable interés comercial y económico de primera magnitud, pues más de la mitad de las fibras textiles que se comercializan en el mundo son con base 100% de algodón. No obstante, hay que distinguir entre el algodón orgánico y el que se elabora a la manera tradicional, utilizando productos químicos y fertilizantes sintéticos, plaguicidas e incluso manipulación genética (el conocido como transgénico). El cultivo de algodón orgánico prescinde de todas esas prácticas dañinas para el medioambiente y la salud de las personas, que podrían llegar a manifestarse en variadas patologías, por ejemplo alergias y otras reacciones del organismo a sustancias introducidas en los productos de consumo a través de las redes tróficas. El cultivo de algodón orgánico tiene además otros beneficios, entre los que cabe destacar la mejora de la biodiversidad (diversidad de especies) y de los ciclos biológicos. Existen una normas estrictas para el cultivo del algodón orgánico; en EEUU, por ejemplo, deben cumplir unos parámetros ecológicos descritos en el NOP (National Organic Program). En la actualidad, la producción mundial de algodón orgánico crece exponencialmente, y existen al menos una veintena de países dedicados a la producción ecológica de esta popular fibra textil.

La adquisición de un bien para el descanso, como es un colchón, que ha sido fabricado con algodón orgánico, ofrece no sólo una garantía de salud para el consumidor, sino que es además una fibra especialmente atractiva por sus características físicas: es transpirable y fresco al tacto, muy recomendable para la época estival, además de aportar una suavidad al contacto con la piel superior al del algodón tradicional, debido a que éste es sometido a una serie de procesos y desgastes durante su transformación que no sufre aquél. En consecuencia, el algodón orgánico presenta mejor calidad por su menor dureza y más suavidad de las fibras, que lo hacen muy adecuado para pieles sensibles y delicadas, sin olvidar que está exento de trazas de productos plaguicidas y fitosanitarios perjudiciales para la salud y el medioambiente.

Fibras de algodón orgánico. Imagen cortesía de khama.es

Finalmente, recordar que cuando adquirimos un producto elaborado o transformado, en el cual se han empleado materias primas ecológicas, como es el algodón orgánico, estamos poniendo nuestro granito, colaborando con la salud global, el bienestar, la calidad de vida y la sostenibilidad actual y de las generaciones futuras.

 

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