Introducirse en el mundo del Cannabis (cáñamo, marihuana…) es abrirse a un escenario complejo, donde se escenifican y conviven aspectos sociales, científicos, industriales, políticos y legislativos. Podemos interpretar el cannabis como una planta más dentro de los cientos de miles de taxones botánicos descritos en los últimos tres siglos, pero esta planta es singular y motivo de la numerosa documentación y literatura que podemos hallar en cualquier medio físico o digital. El cannabis es un vegetal, una materia prima, una medicina o medicamento, un objeto de entretenimiento lúdico o de evasión, una droga, o simplemente un recreo para la vista por la hermosa ornamentación de sus hojas y flores.
Existen decenas de miles de variedades de cannabis, pero todas ellas derivan de tres tipos que aparecieron en forma natural, son la Cannabis Sativa, Cannabis Índica y Cannabis Ruderalis. Desde un punto de vista del consumo, las variedades que poseen más porcentaje de sativa son las que presentan en el organismo mayor efecto eufórico, energizante, antidepresivo o estimulador del apetito. Un ejemplo de variedad de cannabis con alto índice de sativa es la Tutankhamon de Pyramid Seeds en pevgrow, una planta pequeña y compacta con un mínimo de 60% de TCH (tetrahidrocannabinol). El TCH es un compuesto psicoactivo, el principal de este tipo de plantas, con importancia farmacológica, que fue aislado por primera vez en 1964 en el Instituto de Ciencias de Rejovot (Israel).
Para desmitificar y también conjurar los prejuicios formados alrededor de esta planta, a lo largo de este artículo profundizaremos en los diversos aspectos que la relacionan con la farmacología, la salud, el uso lúdico, y también su transcurso a lo largo de la historia por los pueblos y la geografía.
LOS ANTECEDENTES HISTÓRICOS
El cannabis (Cannabis sativa L.), tiene su origen en las cordilleras del Himalaya, siendo una de las plantas más antiguas cultivadas con fines no alimenticios, por sus propiedades medicinales e interés industrial. Se tiene constancia de restos de fibra de cáñamo en China, así como vestimentas halladas en Turkestán que fueron fabricadas con esta fibra hace más de 5.000 años.
La referencia más antigua que se tiene del uso del cannabis como planta medicinal, se halla en la farmacopea del emperador chino Shen Nung, datado en el año 2.800 a.C.; es un texto conocido como Pen-Ts’ao Ching, donde se cita la planta como recomendación para el tratamiento, entre otros, del dolor, los trastornos menstruales o los resfriados.
El cannabis ha viajado con los humanos allá donde ellos emigraron o se desplazaron. La primera Biblia se imprimió con papel de cáñamo, y con fibras de esa materia eran igualmente las velas de las carabelas que llevaron a Cristóbal Colón a América.
La India constituyó un verdadero templo para el cannabis, por su papel ritual y de naturaleza sagrada en la elaboración de determinados preparados con sus hojas y flores. De hecho es mencionada en el AtharvaVeda como una planta embriagadora y que agrada al dios Shivá.
En Occidente, en el siglo V a.C., Heródoto mencionó el cánnabis, explicando que los escitas lo arrojaban sobre piedras calientes dispuestas a modo de sauna, inhalando y embriagándose con los vapores que despedían. Los médicos de la antigüedad Galeno y Dioscórides también hicieron mención del uso del cáñamo en medicina.
Pero fue Marco Polo quien consiguió que los europeos centraran su atención en el uso que los árabes del siglo XIII daban al cáñamo. Él describió a un «viejo de la montaña» (se trataría de Hasan ibn Sabbah) cuyo jardín estaba repleto de delicias y donde moraban unas jóvenes y bellas mujeres; el viejo drogaba a los hombres con hashish y los llevaba a ese vergel, convenciéndoles de que era poseedor de la llave del paraíso. Tras conseguir así su fidelidad, los utilizaba después como asesinos. La droga utilizada, el hashish, era lo que hoy conocemos como hachís o producto resinoso obtenido del cannabis; esos hombres formaban la secta de los hashshashín, es decir de los asesinos, y de ahí derivó precisamente el término actual «asesino». Aunque esta historia esté imbuida de parte de leyenda, lo cierto es que fue en el mundo árabe donde el cáñamo adquirió su mayor importancia social y ritual. La droga fue mencionada por Scheherezade, el personaje narrador de los cuentos de Las mil y una noches.
Como medicina, el cannabis recibió un notable auge en las publicaciones médicas y científicas a partir de 1840; de hecho, entre ese año y 1900 surgieron cientos de artículos científicos que la ensalzaron para el tratamiento de variadas enfermedades, una especial atención que resultaba poco corriente en esa época comparado con otras especies vegetales. El escaso conocimiento de cómo funcionaban las partes activas de la planta, la expansión de los fármacos sintéticos, junto con las limitaciones socio-políticas para su uso, concluyeron en un alejamiento progresivo y pérdida de interés hacia el cannabis que sólo se recuperaría muchas décadas después de forma intensiva, al descubrirse todos los compuestos y sus mecanismos neurobiológicos.
En 1845, el psiquiatra francés Jacques-Joseph Moreau (apodado Moreau de Tours), fue el primer médico en estudiar el cannabis con método científico, en cuyos ensayos él mismo se incluía como sujeto de estudio. Además, Moreau pertenecía al club literario parisino denominado Le Club des Hashishings (El Club de los Hachichins, o consumidores de hachís), donde se consumía opio y una especie de mermelada que incluía hachís, y que llamaban dawamesk. Al club pertenecían notables y destacados poetas, literatos y pintores de la época, como Alejandro Dumas, Victor Hugo, Charles Baudelaire, Gérard de Nerval, Théophile Gautier, Honoré de Balzac, Eugene Delacroix, Honoré Daumier, entre otros. Varios de ellos dejaron en sus obras las experiencias que obtuvieron en aquel club, como Théophile Gautier, que escribió las suyas con el cáñamo; o Charles Baudelaire, en cuyo libro «Los paraísos artificiales» describió en forma poética los efectos que el hachis y el opio le producían.
La literatura sobre el cannabis de esos artistas, poetas y prosistas, junto a otros que ya habían comenzado esa senda con anterioridad, consiguió que su conocimiento se extendiera más allá de sus ámbitos, alcanzando ambientes y capas de la sociedad, especialmente la estadounidense, que a partir de la década de 1960 conoció y tuvo contacto en gran número con esta sustancia.
LOS ASPECTOS LÚDICOS, TERAPÉUTICOS Y LEGALES
Como ya se dijo, el cannabis ha sido utilizado desde la antigüedad por sus propiedades terapéuticas y psicoactivas, no obstante es necesario destacar que esta planta no es poseedora de una única sustancia activa, sino que nos hallamos ante una serie de diferentes componentes, que han sido identificados en número cercano a los 400 compuestos. El principal psicoactivo de la planta es el llamado THC, ya descrito anteriormente, aunque existen otras sustancias como el cannabinol o el cannabidiol que también son farmacológicamente activas.
La utilización terapéutica del cannabis en nuestra era moderna, nace en 1839 en Gran Bretaña con el cirujano irlandés O’Shaughnessy, el cual recomendaba emplearla en pacientes aquejados de cólera, rabia, tétanos y convulsiones infantiles. Pocos años después, varios médicos europeos y americanos comenzaron a recomendar extractos de Cannabis indica como un preventivo, y para las migrañas como tratamiento sintomático, pasando el cannabis a incluirse en las principales farmacopeas de los países implicados.
Fue la percepción posterior de que el cannabis constituía una droga más peligrosa que medicinal, la que puso en guardia al legislativo de Estados Unidos, el cual en contra de la Asociación Médica Americana promulgó la «Marihuana Tax Act», declarándola ilegal. Gran Bretaña siguió una línea similar y antes de la Segunda Guerra Mundial prohibió todas las preparaciones derivadas del cannabis. Posteriormente, Francia también adoptó la medida prohibicionista en 1953. La medicina indígena fue menos permeable a estas percepciones, y el cannabis continuó utilizándose ordinariamente en países como La India.
El estigma de que el cannabis resultaba peligroso para la salud, impidió que cualquier beneficio terapéutico pudiese ni siquiera plantearse. Se asumió que su liberalización supondría un peligro social inasumible, a costa de sólo unos pocos pacientes beneficiados.
Los estudios más recientes concluyen que el alivio del dolor es quizá el efecto más evidente del uso de cannabis, algo que viene a confirmar científicamente el uso histórico de esta planta en las neuralgias desde hace miles de años. Hoy se sabe que tal efecto es debido a la capacidad de los derivados del cannabis de bloquear los impulsos nerviosos a varios niveles.
Aunque existen actualmente fármacos eficaces para el tratamiento del dolor agudo, como opiáceos y antiinflamatorios no esteroideos, es el dolor crónico derivado de procesos cancerosos y el dolor neuropático los que presentan los mayores problemas clínicos. Es aquí donde las propiedades terapéuticas del cannabis (antineurálgicas, antieméticas, antiespásticas…) cobra interés para muchos pacientes que no hallan alivio a su situación.
La otra cara de la moneda lo constituye, por una parte el uso lúdico incontrolado que concluiría en un problema de salud pública; y por otro lado el uso terapéutico prolongado, que acarrean una serie de efectos indeseables.
Los efectos adversos que han sido descritos en ensayos clínicos como los más frecuentes cuando se consumen compuestos cannabinoides, son los mareos, fatiga, palpitaciones, debilidad y dolor muscular, sequedad de boca…, y en menor medida la desorientación, pérdidas de memoria, sensación de embriaguez, y otras relacionadas con la coordinación motora, ansiedad, depresión o alucinaciones.
Un punto a resaltar, es el hecho de que la tolerancia a los efectos adversos de las sustancias del cannabis, se desarrolla de forma mucho más rápida que la tolerancia a sus efectos terapéuticos.
CONCLUSIONES
El cannabis tiene una tradición de miles de años, donde se aplicó sobretodo por sus propiedades terapéuticas, además de las psicoactivas. En la actualidad se confirman esas propiedades, pero también se conocen todos los compuestos y sus efectos, tanto terapéuticos como negativos para el organismo. Independientemente de las cuestiones legales (referido a un uso lúdico incontrolado), parece evidente que puede resultar de gran ayuda para pacientes con dolor crónico y la sintomatología que eso conlleva, todo ello con las reservas que deben observarse por los efectos adversos que pueden presentarse con tratamientos prolongados.
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