Lejos está el tiempo en que la humanidad abandonó la vida silvestre y nómada, la recolección de frutos y la caza para sobrevivir, embarcándose en la aventura de vivir en sociedad, en urbes de cemento, ruidosas y alejadas del medio natural. Las ventajas de la ciudad, con sus servicios integrados, comunicación, comercio e innumerables opciones de ocio, nos han ido alejando del medio que una vez fue la génesis de nuestra existencia. Pero, de alguna manera aquella forma de vivir resurge en nuestros días a través de acciones que, sea de modo asociativo o legislativo, intentan que nuestro mundo de ladrillo y asfalto sea más amigable, emulando en lo posible las condiciones naturales. Las zonas ajardinadas, de arboleda e incluso las que intentan imitar los espacios rústicos para el ocio y el acercamiento a la vida natural, son cada vez más asumidos en los planes urbanísticos, y entre esas iniciativas se recuperan los huertos urbanos, que surgieron durante la Revolución Industrial y que se hicieron populares a partir de la Primera Guerra Mundial.
Del huerto urbano al cultivo de interior sólo había un paso, simplemente limitado por aspectos de naturaleza tecnológica, relacionados sobre todo con el fotoperiodo y la intensidad de la luz. Pero, hoy en día la tecnología ha superado cualquier inconveniente para producir plantas y alimentos en espacios cerrados y ausentes de luz natural. Así, mediante armarios de cultivo interior y los mecanismos asociados, podemos recrear las condiciones que una planta necesita para crecer y desarrollarse al aire libre en un terreno domesticado, atendiendo a sus necesidades de luz, temperatura, humedad, nutrientes, oxigenación… Todo eso puede ser reproducido en un armario de cultivo convenientemente dotado.
En este artículo, con el asesoramiento de Tecnocultivo, haremos un acercamiento a los armarios de cultivo, su funcionamiento, características y otros datos de interés para la producción exitosa de vegetales en espacios interiores.
Básicamente, un armario de cultivo es una estructura cerrada cuyo diseño permite reproducir las condiciones ideales para el cultivo de plantas, ordinariamente hortalizas de ciclo corto, aunque este sistema también es muy recurrido para cultivar plantas de cannabis.
Aunque sería posible montar un armario de cultivo en el hogar de forma artesanal, controlar todos los parámetros que necesitan mantener las plantas en una zona de interior alejada de la luz y radiación natural puede ser tedioso. Por ello, los kits de cultivo ya vienen con todos los elementos y mecanismos que se precisan para que esta tarea sea sencilla y satisfactoria. Correctamente instalado, este sistema puede incluso mejorar los resultados y calidad de las plantas que se cultivan en el exterior, al hallarse éstas en un ambiente controlado donde se pueden ignorar muchos parámetros indeseables, como la inestabilidad de la meteorología, ejemplo de cambios bruscos de temperatura o que superan determinados límites, heladas, lluvias excesivas e intempestivas, vientos racheados, etc.
Además, un armario de cultivo permite que podamos adaptar las condiciones a cada necesidad de cultivo particular de manera más profesionalizada, la cual sería inviable en el exterior, donde tales condiciones para cada variedad de planta solo estarían disponibles en determinados periodos del año, habitualmente a partir de primavera y durante la época estival. Es cierto, que algunas variedades de plantas tienen ciclos de vida muy rápidos y no están especialmente sujetas al fotoperiodo, pero en general este parámetro es fundamental controlarlo en la mayoría de ellas para obtener plantas y frutos maduros y sanos.
Podemos decir, que en un armario de cultivo nosotros establecemos el clima que habrá en su interior, mientras que en el exterior es la propia Naturaleza y sus ciclos quien establece cómo se realiza ese proceso, el cual unas veces nos será favorable, pero otras nos traerá consecuencias indeseables para la producción. En el armario de cultivo, nosotros tenemos el control.
En conclusión, un armario de cultivo para interior nos permite despreciar el tiempo meteorológico del exterior y realizar cultivos de hortalizas y otras variedades vegetales a lo largo de todo el año.
Un armario de cultivo es, en su forma más simple, un conjunto de varillas (usualmente metálicas, aunque también pueden fabricarse de fibra) que al encajarlas y cubrirlas forman una estructura similar a una tienda de campaña o un invernadero, pero en este caso la lona o material de cobertura es totalmente opaca a la luz exterior, y por el contrario reflectante en su interior, con objeto de que la luz artificial que se le aplica pueda ser maximizada dentro del volumen dedicado al cultivo, es decir, el material con que está fabricada la lona por su parte interna, refleja la luz en múltiples direcciones permitiendo que llegue a las hojas a través de todos los ángulos.
Los modelos de armario son variados, en cuanto a tipo de material, diseño, tamaño, calidad, etc.; se diseñan incluso con ventanas, aunque todos ellos cumplen las funciones básicas ya citadas, de aislar el ambiente de cultivo y aprovechar al máximo la luz aplicada. Los kits de cultivo interior, por ejemplo, suelen fabricarse en formatos que sólo requieren unas sencillas instrucciones para montar todos los elementos entregados, y que pueden ser configurados en poco tiempo sin requerir conocimientos técnicos ni herramientas especiales.
La luz es uno de los elementos más importantes en un armario de cultivo, sino el que más. La luz es la que da energía a las plantas verdes, más aún, es la que convierte los nutrientes para que las hojas puedan realizar el complejo proceso de la fotosíntesis. Esa energía, que en el ambiente natural es proporcionada por el sol, es suministrada aquí por una bombilla o luminaria, la cual debe dimensionarse de manera acorde al volumen del espacio disponible y el número de plantas a cultivar, pues de esas características dependerá la calidad y cantidad de la producción obtenida.
La potencia de las lámparas debe ser suficiente para que las plantas no sufran de ahilamiento (un problema habitual cuando buscan desesperadamente la fuente de luz alargando exageradamente el tallo), pero cuidando la ventilación interna (algo que abordaremos seguidamente) para que el calor emitido por las lámparas no incida negativamente en los parámetros de temperatura deseados. Por ejemplo, una lámpara sobredimensionada con respecto al espacio iluminado, podría dar luz más que suficiente pero sobrepasar los límites de temperatura tolerables, mientras que una lámpara de escasa radiación térmica podría emitir insuficiente luz para que las plantas ejerzan correctamente la función fotosintética. Hoy en día, se fabrican lámparas de bajo consumo y más eficientes en cuanto a la disipación de calor, que minimizan el problema de la temperatura en el interior de nuestro armario de cultivo; la tecnología LED ya se halla muy introducida en nuestras vidas y, seguramente, será una de las opciones más recurridas por los aficionados a esta forma de cultivo. En los kits de cultivo ya suelen venir los elementos de iluminación (y también de ventilación) adecuados para el volumen de la estructura entregada por lo que, sea cual sea el tipo de iluminación que incorpore, estaremos seguros que se hallará convenientemente dimensionada para las características de la estructura de cultivo.
Elegir la iluminación más adecuada para nuestro armario de cultivo no debe ser un tema menor, pues como ya se dijo la luz es la responsable de que nuestras plantas verdes realicen correctamente el proceso fotosintético. En ese sentido, conviene saber qué sistemas de iluminación maneja este tipo de cultivo y sus alternativas.
Los más expertos en el cultivo de interior, especialmente los que producen cannabis, se decantan habitualmente por este tipo de iluminación. Son las únicas lámparas que proporcionan iluminación, rayos UVA, UVB y calor en un solo dispositivo. Podríamos decir que emiten la luz más parecida a la solar.
Dentro de las lámparas HID se distinguen las MH (halogenuros metálicos) y HPS (sodio de alta presión). Los cultivadores experimentados utilizan un combinación de ambos tipos, la MH para la fase vegetativa de la planta, y la HPS para la fase de floración. La primera emite una luz azulada, más fría, mientras que la segunda es roja y por tanto más cálida.
Las lámparas HID producen mucho calor, por ello el sistema de ventilación debe funcionar óptimamente para evitar quemar las plantas.
Las lámparas LEC (Light Emmittin Ceramic), son una evolución de las lámparas de alta descarga HPS en las cuales se sustituye el sodio por un halogenuro metálico cerámico, por ello también se conocen como lámparas CHM. Este tipo de lámpara es más eficiente y sostenible, menos contaminante y con menor consumo.
Es quizá el tipo de iluminación más económico y sencillo de operar, las lámpara son muy comunes, por lo que podemos hallarlas fácilmente en variados establecimientos. Su consumo energético es bajo, pero también su rendimiento, era la forma de iluminación que se utilizaba habitualmente antes de desarrollarse las lámparas de sodio.
La tecnología LED (diodos electroluminiscentes) ha cobrado un impulso notable en la última década. Las lámparas LED tienen un altísimo rendimiento con respecto a otros sistemas de iluminación, ya que la mayor parte de la energía que recaban de la red la emplean en forma de luz y no de calor, además de distinguirse por su bajo consumo. En otros sistemas, la disipación de calor puede ser considerado como una pérdida de energía, salvo que se aproveche para suministrar calor a las plantas, lo cual sería algo deseable en cultivos que se desarrollan durante el invierno.
Dependiendo del sistema de iluminación que utilicemos, vamos a necesitar o no el uso de balastros. Éstos son dispositivos que transforman el voltaje de la red a otro diferente (el que use la lámpara), ya que las lámparas que necesitan balastro no se pueden enchufar directamente a la red de energía eléctrica (220V en España y otros países).
Las lámparas que necesitan balastros son las HPS de sodio y las LEC. Las luminarias LED no necesitan este dispositivo, ya que su circuitería interna ya incorpora los elementos necesarios para arrancar la lámpara. Las lámparas fluorescentes CFL, según su configuración, pueden venir con un balastro y cebador incorporado, o requerir una reactancia externa.
Dentro de la variedad de balastros conviene distinguir entre los analógicos y electrónicos. Los analógicos son los de constitución más simple, pues sólo incorporan una reactancia (una simple bobina de cobre con un núcleo ferromagnético), un arrancador y un condensador. Son más voluminosos, más robustos y económicos, pero su rendimiento es inferior a los electrónicos, ya que sólo pueden funcionar a la frecuencia de la red (habitualmente 50 hercios) y parte de la energía que reciben la tienen que utilizar en el funcionamiento del propio dispositivo, en vez de entregarlo a la lámpara que pilota.
Por su parte, los balastros electrónicos son una tecnología más compacta, de mayor rendimiento, sus frecuencias de trabajo son independientes de la red eléctrica, eso permite una gestión más óptima de la potencia con un consumo de energía del propio dispositivo muy bajo, por lo que pueden entregar a la salida casi toda la potencia que reciben, empleando para el funcionamiento del propio dispositivo sólo un pequeño porcentaje. Muchos modelos incorporan un potenciómetro que permite regular la intensidad de corriente, y en consecuencia la potencia entregada a la lámpara, eso facilita adaptar la iluminación al tipo de cultivo o fase de crecimiento.
El armario de cultivo necesita un sistema de ventilación (porque las plantas también respiran), el cual consiste en esencia en un intractor (que absorbe) y un extractor (que expulsa), es decir, en un sistema de ventiladores que toman el aire limpio del exterior y expulsan el aire del interior que ya está viciado, además de evitar la acumulación de dióxido de carbono. Además, según el tipo de iluminación elegida, la ventilación también puede tener la función de regular la temperatura interior, para evitar quemaduras en las plantas.
Uusualmente, la boca del extractor (o extractores, dependiendo de las dimensiones del habitáculo) se halla ubicado en la parte más alta, que es donde se concentra el aire más caliente. El extractor es doblemente importante con respecto al intractor, pues un ventilador es mucho más eficiente cuando aspira el aire que cuando lo empuja.
Un aspecto a tener en cuenta, es que los puntos de entrada y salida de aire al exterior, deberían hallarse siempre cerca de una ventana, en el caso de que el armario esté ubicado dentro de un inmueble cerrado. El sistema se controla habitualmente mediante un temporizador, que lo activa o desactiva según la programación que se haya predeterminado.
Al igual que sucede con las luminarias, este sistema tiene que configurarse de acuerdo con la potencia de las lámparas (especialmente la cantidad de emisión de calor), el volumen del habitáculo y el número de plantas cultivadas. Usualmente, también se le incorpora un filtro de carbón activado para depurar los olores que se manifiestan durante el proceso de cultivo. En los kits de cultivo todos estos elementos ya están configurados y son acordes con los parámetros que correspondan a cada modelo.
El cultivo de interior en armarios debe ser escrupulosamente limpio y aséptico, en otro caso estaremos abocados al fracaso. Las enfermedades fúngicas pueden aparecer repentinamente si no atendemos a una limpieza y vigilancia constante del proceso de cultivo, así como mantener un aislamiento del entorno para evitar la entrada de plagas, ácaros, y otros insectos dañinos. Un ambiente húmedo y caluroso, por ejemplo, son factores que favorecen la aparición de hongos, y que una vez desarrollados convertirán en una pesadilla todas las ilusiones que habíamos puesto en este trabajo. En consecuencia, como suele decirse, «prevenir antes que curar», esa debe ser la idea y no apartarnos nunca de ella.
Con esa premisa, cuando iniciemos la actividad de cultivo por primera vez, debemos realizar una limpieza a fondo del armario, preferentemente con agua clorada, desinfectando todo el espacio, huecos y rendijas. Igualmente, procederemos a la limpieza de los materiales y utensilios que instalaremos en su interior, como platos, bandejas, macetas, jardineras, etc. Después, dejaremos secar convenientemente antes de introducir las plantas.
Para evitar que el suelo de nuestro armario de cultivo sea un foco de infecciones, debemos separarlo de los soportes de cultivo que contienen el sustrato. Si usamos macetas o jardineras como soporte, podemos colocar debajo unas simples bandejas que nos permitirá recoger el exceso de agua que puedan filtrar, y así mantener el suelo alejado de la humedad, al tiempo que nos facilitará la limpieza interior.
El armario de cultivo es una instalación donde conviven equipos eléctricos con un ambiente húmedo, en consecuencia es imprescindible realizar una revisión de seguridad antes de poner nada en marcha. Hay que evitar que el cableado eléctrico esté extendido por el suelo, donde puede derramarse agua, y de hecho es muy fácil que eso suceda cuando se procede al riego. La instalación eléctrica del sistema debe ser limpia, sin derivaciones ni enchufes múltiples, que pueden sobrecargar la línea con el consiguiente riesgo de calentamiento.
Debemos asegurarnos de que no existan materias inflamables cerca de las luminarias. Es conveniente confirmar que el temporizador de ventilación está correctamente ajustado, y que activa y desactiva según lo programado. Un fallo en el sistema de ventilación, especialmente cuando se usan lámparas que emiten calor, es un grave contratiempo para el desarrollo de las plantas, al elevarse la temperatura interior hasta límites indeseados, además de concentrarse excesivamente el dióxido de carbono.
Igualmente, debemos verificar que nada obstruye el canal de entrada o salida del aire, lo cual afectaría igualmente a la temperatura interior por efecto del calor generado por las luminarias, que no podrá ser expulsado al exterior, además de generarse un ambiente viciado muy perjudicial para las plantas.
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