Natureduca - Portal educativo de ciencia y cultura |
La Televisión
GÉNEROS: FICCIÓN Y ENTRETENIMIENTO
El entretenimiento en televisión
Fuente: Recursos educativos del Mº de Educación de España (Licencia Creative Commons)
n comentarista dijo que todo en televisión está concebido como entretenimiento del espectador. De esta manera, sea cual sea el género o formato debe añadírsele una pátina de disfrute y entretenimiento. Es probable, pero sea como fuere no cabe duda que estos programas son, en sí, una antología de los momentos propios de la televisión.
Empecemos por el comienzo: la gran mayoría de los programas que la gente entiende como “de entretenimiento” se realizan en el plató. Pero obsérvese que el plató es un espacio que marca los límites específicos del realismo televisivo, un espacio hiperrealista pero que es al mismo tiempo absolutamente artificial. Un espacio opaco, sin ventanas exteriores, encerrado en sí mismo, que transmite algunas de las especificidades del lenguaje televisivo.
En los primeros años 90 el proceso de identificación estuvo a punto de costarle la carrera a una periodista, Nieves Herrero, por el modo en que trató un tema de actualidad: el secuestro y asesinato de tres chicas adolescentes en la población de Alcásser. Su tratamiento, que en su momento hirió muchas sensibilidades, es hoy en día, paradójicamente, el modelo tipo de tratar estas noticias en algunas cadenas.
Podría decirse que los programas de entretenimiento basan sus contenidos en cuatro grandes conceptos: la sorpresa, el humor, el sentimiento y la emoción.
La sorpresa es el gancho de cualquier programa. Pero en la conservadora industria televisiva española parece que la novedad está reñida con las buenas audiencias. Por eso los programas se asemejan y la tendencia es la de comprar formatos de probado éxito en el extranjero. Tras casi 50 años de televisión en nuestro país, todavía permanece como máximo éxito, el formato creado por Chicho Ibáñez Serrador del concurso “Un, dos, Tres”, y éste es un logro de los años 70.
El humor. No puede haber entretenimiento sin humor. Los talk-shows, los programas de variedades y de entrevistas, incluso algunos concursos, han servido para plantear una inversión transgresora de la normalidad a partir del humor. Los modelos de representación de humor han ido conformándose a lo largo de la Historia de la Televisión. El rupturismo y la conformación de un humor puramente televisivo en España se debió a lo largo de los años al talento de humoristas dela talla de Tip y Coll, Martes y Trece o Faemino y Cansado, sin olvidar en otros registros a Chiquito de la Calzada, Los Morancos o Cruz y Raya. El humor político y de crítica social fue desarrollado en sus trabajos como presentadores por El Gran Wyoming, Andreu Buenafuente y Manel Fuentes, entre otros. Algunos supieron limitarse a los condicionamientos escénicos; decorados austeros, bajos presupuestos frente a un humor de alto presupuesto como los guiñoles de Canal + que aportan sus dosis de crítica y radicalidad.
El sentimiento define el nivel de interrelación entre espectador y programa. En otras palabras, la manera en que un programa nos implica como espectadores. Por ejemplo, los concursos de conocimientos conllevan un sistema de preguntas que permiten al espectador participar desde casa. En “Gran Hermano” se procede a mostrar vídeos sobre determinada polémica tras ser brevemente anticipados y retrasando su visionado a lo largo de la emisión. Se crean así dinámicas para el consumidor orientadas a incrementar su nivel de fidelidad y aceptación.
La emoción es el componente de identificación entre espectador y programa. Tampoco la televisión puede prescindir de transmitir emoción: desde los llantos por el amor recuperado a las alegrías de los premios de los sorteos de lotería de navidad; sin olvidar otras facetas de las alteraciones afectivas muy presentes en la televisión contemporánea como la agresividad o la ira. Los sentimientos humanos en general sirven para crear esa vinculación entre espectador y programa, presentando problemas y dramas personales como elemento de atracción, cuando no como objeto mismo del espacio.