“El temor nace siempre de la ignorancia”
Mario Escobar
La presente reseña sale de una novela bastante bien hilvanada sobre uno de los acontecimientos clave de la II GUERRA MUNDIAL. Mario Escobar tiene madera (o al menos eso me parece, aunque a veces haya mayor intensidad o el final sea realmente inesperado, vaya que no es un final feliz porque tampoco se entendería en una novela bélica) y nos adentra en hechos bien sabidos para transportarnos mentalmente a esa época en la que se decidió el punto y final de la contienda sin tener la más remota idea de lo que estaba en juego.
Este es el caso del ejemplar que cayó en mis manos gracias a su portada que, indirectamente, me devolvía a la época de mi servicio militar y alguna noche de guardia en donde, la largas guardias en la central de comunicaciones me permitían también leer grandes momentos de aquellos célebres cuentos de HAZAÑAS BÉLICAS. Así que el título me atrajo, leída la solapa y a la cesta. Sol rojo sobre Hiroshima no me defraudó y, en cierta medida, me reconcilió con los “escribidores” pues la verdad, últimamente, parece que son muchos y cada vez peores [incluso alguno se queja en la prensa comarcal del gran trabajo que hace escribiendo y que luego no le prestan atención cuando los envía a las editoriales a ver si alguien “pica” y le publica] a la hora de hilvanar una historia que pueda ser mantenida de una manera coherente. Es cierto que en muchos casos hay algunos gazapos ortográficos que denotan un escaso dominio del lenguaje o un gran desconocimiento de las “homófonas” [evidentemente el corrector no te las corrige, como también, a la que te descuidas, te coloca errores allá en donde, tras revisarlo cientos de veces, has escrito YORK, luego en algunos de los procesos finales de edición te aparece CORK], algo que es consustancial al que se dedica a estas cuestiones de contar historias. No le vendría mal repasarlo y, de paso, incluso recrearlo, para ello están hechos los diccionarios de sinónimos cuando no tienes algo mejor a mano [basta un vistazo a Google y encuentras infinidad de opciones para cualquier cosa, aunque personalmente esté lejos de utilizar esos artilugios y todavía sea uno de aquellos que está en los inicios de las nuevas tecnologías; el monitor con el que trabajo, aunque parezca extraño va camino de los 20 años, sólo la torre y la impresora colapsaron hace años]…
El libro está escrito por Mario Escobar, INEDITA EDITORES, Barcelona 2008 A destacar un buen listado de personajes de los diferentes países que aparecen en la novela y una cronología que te permite “colocar” la historia real. Entre corchetes y negrita va la página en la que aparece la referencia a la radio.
“En las clases aprendían desde técnicas de lucha libre, nociones de japonés, manejo de la radio, supervivencia en la selva y primeros auxilios, hasta resistencia e interrogatorios. John pensaba que la mayoría de aquellas cosas eran superfluas”. [33]
“A diferencia del B-29 en el que había atravesado el océano, aquel avión tenía varias mesas y muchos equipos de medición y comunicación. Algunos era la primera vez que los veía y no sabía ni para qué servían”. [42]
“-Ahora mismo nos llegan por radio las mediciones de otros dos aviones que sobrevuelan zonas cercanas. Aquí y aquí –dijo señalando el mapa”. [44]
“A veces tengo que ir a una base secreta en Nuevo México y otras veces me traen varios cabezas cuadradas de allí, para que les explique cómo analizo las variaciones de intensidad de las ondas y cómo calculó (sic) la velocidad o trayectoria de objetos”. [78]
“-Hiroshima es una ciudad de importancia táctica y militar. En las afueras se encuentran los cuarteles del Segundo Ejército Imperial, que se encarga de defender el frente sur de Japón. También hay un centro de comunicación, un punto de almacenamiento militar y un área de ensamblaje de tropas”. [98]
“Pero ahora, no sé si tiene sentido seguir tirando millones de dólares para nada.
-¿Para nada? –preguntó John.
-Esta guerra está a punto de terminar. ¿No has escuchado las últimas noticias de Filipinas?
-No. En el campamento no nos permiten escuchar la radio”. [108]
“-Al parecer has impresionado a varios miembros del Alto Mando. Mira lo que dice este telegrama: Recomendado por el general O’Donnell, recomendado por el general Groves y ahora reclamado para una misión especial por el general LeMay, el jefe del Alto Mando y el encargado de borrar a la “Rosa de Tokio”* su sonrisa”. [132]
[*Tokyo Rose o La Rosa de Tokio fue el sobrenombre asignado por los servicios de inteligencia a la docena de locutoras angloparlantes, que mandaban mensajes derrotistas a las tropas Aliadas en Asia y ponían música nostálgica para que desertaran o regresaran a casa. La más conocida de aquellas mujeres fue Iva Toguri d’Aquino, una ciudadana estadounidenses nacida en Los Ángeles, hija de inmigrantes japoneses, que viajó a Japón el 5 de julio de 1941 para visitar a algunos familiares y estudiar la posibilidad de seguir la carrera de Medicina allí. El 7 de diciembre de 1941, tras el ataque a Pearl Harbor, se quedó confinada en Japón y fue obligada a trabajar para los japoneses].
“-Espero que no se equivoque.
-Iré notificándole los cambios a medida que me lleguen los informes de los aviones meteorológicos –dijo John poniéndose manos a la obra.
John ocupó su puesto. El radio teleoperador (sic) y él tenían que estar en contacto constante. La información llegaba codificada, para que el enemigo no supiera cuáles eran los objetivos del ataque y un soldado iba descifrando los códigos y pasándoselos a John.
El general LeMay dejó de atender los planos y se acercó a John de nuevo”. [136]
“La voz de Power se escuchó nítida a través de la radio.
–El fuego se está extendiendo como si se tratara de una pradera incendiada… al parecer no se pueden dominar las llamas… esporádico fuego aéreo… sin oposición de cazas.
El aire caliente producido por las explosiones llegaba hasta los aviones, avivado por las continuas conflagraciones. El fuego lo llenaba todo, parecía que los B-29 habían alcanzado hasta las mismas puertas del averno. Los remolinos de viento levantados por el fuego lanzaban a los bombarderos para arriba. Los aviones se volvían incontrolables y un dulzón olor a carne quemada y madera chamuscada revolvió el estómago de los más experimentados pilotos. En el avión en el que viajaba John, todos comenzaron a vomitar. El hedor de la muerte se extendía por el aire convirtiéndolo en irrespirable.
Después de tres horas de bombardeo ininterrumpido, el último aparato lanzó sus bombas y los aviones comenzaron a alejarse de la ciudad. La voz del general Power se escuchó de nuevo en la radio.
-Objetivo totalmente incendiado. Las llamas se extienden mucho más de Meetinghouse. El incendio ilumina perfectamente toda la ciudad de Tokio. Éxito total”. [138/139]
“Los cables estaban por todas partes, como una alfombra de serpientes de diferentes colores. Las emisoras de todo el país transmitían el mensaje del Presidente en directo. Truman esperaba en la habitación de al lado. No había dormido mucho en toda la noche. El discurso más importante de su vida le pillaba algo constipado, con un ligero dolor de cabeza y la garganta seca”. [183]
“El Presidente miró el reloj, eran casi las 9.00. A esa misma hora, el primer ministro británico Churchill desde Londres y Stalin desde Moscú, anunciarían el mismo mensaje al unísono: Alemania se ha rendido, la guerra en Europa ha terminado. Pero aquel mensaje unánime no escondía las visibles grietas que cada día se agrandaban más entre los Aliados. Los problemas venían de atrás y, con toda probabilidad, eran irresolubles. Dos maneras opuestas de entender el mundo y la civilización no podían trabajar unidas en la reconstrucción de Europa”. [184]
“Millones de personas pegadas a sus receptores escuchaban la noticia más esperada de los últimos años: Alemania se había rendido.
La euforia se extendió por la (sic) calles del mundo entero. La gente gritaba, cantaba, bailaba de alegría. Los desconocidos se abrazaban como hermanos mientras el discurso del Presidente corría como la pólvora.
Por unos instantes todos se olvidaron de su otro enemigo, Japón. Truman, en cambio, no dejaba de darle vueltas a la idea de derrotar rápidamente al gigante asiático. Aquella victoria sí sería realmente suya y de nadie más.
El semblante de Truman fue decayendo a medida que pronunciaba su alocución. Era un día alegre para el mundo, pero no para él. Los periodistas percibieron el pesimismo del Presidente y su mirada triste”. [184]
“La primera quincena del mes de agosto es el momento más adecuado para arrojar la bomba. El bombardeo puede realizarse precedido por un avión meteorológico, que radiaría informes sobre el tiempo, una vez que el bombardero se encuentre en el aire. Entonces el avión puede poner rumbo al objetivo con el tiempo asegurado –dijo John”. [206]
“Aproximadamente el ochenta por ciento de la energía generada por las reacciones nucleares se emite en forma de radiaciones penetrantes de alta frecuencia. Estas radiaciones son extremas y peligrosas para el cuerpo, impacten donde impacten. Pueden distinguirse la radiación corpuscular y la radiación electromagnética. Las radiaciones electromagnéticas son las realmente peligrosas debido a su gran alcance y poder de penetración”. [231]
“Seguiremos adelante, decididamente, hasta lograr el éxito en la guerra.
El Primer ministro se levantó y abandonó la sala rápidamente, sin aceptar más preguntas. Unos minutos más tarde, la declaración de Suzuki fue radiada por la agencia de noticias japonesas. Truman ya tenía su respuesta”. [313]
Y hasta aquí todo lo que radialmente hablando encontré en esta magnífica novela bélica. La historia es ya sobradamente conocida y, a pesar de todo, los humanos seguimos empeñados en la “contienda”. El pasado parece que fue cosa de otra época, de otro mundo y, sin embargo está ahí. Unos haciendo como que no lo ven, otros levantando la costra de manera constante, sin dejar que el “poso” se asiente. Otros intentando reescribir los conflictos [evidentemente sin proyectarse al momento histórico en que sucedieron, sino desde el punto de vista de la actualidad] cuando todos sabemos que basta que uno comience, para que inmediatamente haya algún “iluminado” que agarre el guante y comience el jaleo. En fin parece que nadie escarmienta en piel ajena y prefiere mirar hacia el otro lado cuando los hechos ocurren. Los que deberían hacerlo con amplitud de miras [los políticos y sus adláteres] parece que están encorsetados por su endiosamiento, empeñados en arrodillar al otro. ¡Así nos va!
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