Escrito por Josep M. Adell Bardier, Nautilus Comunicació i Cultura SL, Girona, 2016, 3150 páginas, edición en catalán, lleva por subtítulo “Una veu de resistència” (Una voz de resistencia, algo que no logro entender porque ese concepto se aplica a la radio clandestina y Ràdio 4 nunca tuvo ese papel; supongo que se persigue encontrar el papel de la emisora en la historia políticamente beligerante y excluyente de la Lengua de Pla frente a la de Cervantes).
El autor, profesional sumamente comprometido con la historia de la mítica emisora barcelonesa, nos ofrece un libro de primera mano sobre los entresijos de una historia que, en su momento nadie comprendía y, la verdad sea dicha, tras leer este precioso testimonio, uno tampoco llega a entender tantos dolores de cabeza para una cosa tan sencilla. Personalmente creo que no se sabrá nunca el cómo y el por qué de tanta desidia hacia una de las grandes emisoras del principado en lengua catalana.
Nos centra en el origen de la radio pública en catalán integrada en Radio Nacional de España y trata de dar sentido a las características de la emisora, al tiempo que nos hace una somera descripción, radialmente hablando, de la situación social y política de la Barcelona que la vio nacer. Quizá haya algo en el texto que tendríamos que coger con pinzas, pero ya sabemos que una mentira mil veces repetida, se convierte en verdad [yo diría que para los necios, porque la historia es historia y uno puede escribir lo que quiera que la misma historia lo colocará en su sitio].
Adell nos relata los pormenores y entresijos de la radio en un momento de cambio no porque la sociedad lo pidiera, sino porque la ley natural, esa que a todos nos afecta, llegó para el máximo protagonista. La muerte del dictador [yo estaba desembarcado con motivo de La marcha verde y esa noche nos ordenaron recoger las lanchas y regresar a puerto] abrió muchas ventanas que estaban clavadas pero, qué quieren que les diga, a pesar de todo el panorama radiofónico que todavía estaba por perfilarse, no avanzó mucho más y la época dorada de la radio prácticamente estaba siendo finiquitada y algún que otro personaje brillaba o brilló en la época con luz propia. Por supuesto no eran de Ràdio 4 la emisora que os habla en catalán.
Buen libro de radio al que sólo hay que anotarle algún que otro despiste [confusión de nombres y confusión de algunas fechas, por lo tanto, amigo Adell, si hay reedición convendría revisar ese par de apartados que, afortunadamente, pasarán desapercibidos para el no aficionado al mundo de las ondas que tragará como un gran dominio documental el abrumante número de nombres y fechas] y ese empeño en desmontar un país que en Ràdio 4, pagada con el dinero de todos los españoles, parece era la única forma de funcionar
Personalmente pienso que lo bueno es hacer las cosas bien y no contra nadie. Pero parece que el que no tiene, necesita hacer creer que hay enemigos y así nos va. Vaya que después de cuatro décadas parece que, la sociedad catalana, avanzó poco en el terreno de la convivencia y la sociabilidad; sin embargo hizo un gran viaje al mundo de la ilusión y quizá por eso los Gigantes y Cabezudos tienen tantos seguidores, de otra forma uno no entiende el caos generado y el sinvivir en que nos han metido.
Tampoco es de recibo emplear continuamente treballadors i treballadores, y si queremos emplear continuamente esa dualidad, entonces deberíamos hacerlo en todas las ocasiones. Unas veces sí y otras no. Realmente no tiene sentido, mucho más cuando ese invento nada tiene que ver con el buen uso de la lengua… Vaya que los estólidos del lenguaje no me harán cambiar lo que tanto trabajo costó cimentar para que ahora vengan con esa moda pasajera del género en la lengua. Por supuesto cuando el género es femenino el colega no lo pasa al masculino o inventa nuevos palabros: o lo hacemos siempre o nos abstenemos de esa cursilada.
Pretender hacernos creer que Ràdio 4 fue un dechado de pluralidad, es evidente que choca con la realidad más dura. O lo hacías como ellos querían, o simplemente no había alcachofa y desde bien pronto aplicaron el hecho diferencial de “quien se mueve no sale en la foto”. En muchos casos, incluso, algunos catalanizaron sus orígenes para poder “trincar” del Estado al que combatían. Supongo que cobrar de un país llamado España, cuando en realidad quieres hundirlo, debe de ser de diván…
La última vez que estuvo por el Cono Sur me decían que Cataluña se parecía a la sociedad argentina que tiene tantos profesionales de la psicología/psiquiatría que cada cual tiene su diván… ¡Me quedé pasmado y es que muchos que estuvieron por aquí, cuando mejoraron las cosas allá –por lo tanto empeoraron aquí- cogieron de nuevo el petate y regresaron al territorio original; vamos más o menos como pretende el alcalde de Batea!
Un libro ameno y, repito, me hace entender algo. Pero no me explico por qué nos empeñamos en desmontar lo que ya se ha experimentado y ha dado excelentes resultados para acabar en un “aldeanizar o tribalizar” unos medios que lo único que necesitan es justo lo contrario: pluralizar y cohesionar a la sociedad en el más amplio sentido de la palabra; que no se sientan excluidos, que todos estén arropados porque, como diría el alcalde de Londres: Juntos somos más fuertes.
La verdad, poca radio de proximidad ha acabado triunfando. ¡Eso sí, en algunos casos, se hace con fondos públicos y –así- unos “cuantos cachorros” tienen su “pan asegurado! Sin querer darse por enterados de lo que cuesta a cada persona ese tipo de juguetería, quizá porque muchas veces esa partida está disfrazada en los presupuestos genéricos de cultura de cada ayuntamiento, diputación o consejo comarcal ¿habrá algún ente que lo catalogue abiertamente como adoctrinamiento? Porque muchas veces no te dejan ni el derecho a réplica.
Sigo insistiendo, miles de emisoras de FM no significan más pluralidad. Como en la TV, tampoco la TDT (y el impuesto revolucionario para poder recibir la señal tras comprar los correspondientes adaptadores o nuevos receptores) no nos trajo mejor televisión. Vaya, para tanto aburrimiento y chabacanería, no necesitábamos esas alforjas.
He tenido que jubilarme para descubrir que tengo el mismo poder adquisitivo que en Barcelona en 1976. ¡Vamos, para llorar, aunque eso sí, como diría Boadella: Ya semos europeos! y, además, tenemos una deuda que te hace estar hipotecado por todo un siglo. Dejamos una buena herencia a los que nos seguirán, aunque al emplear el plural no esté pensando en el común de los mortales que son siempre los paganos de la fiesta; sino en los trincadores de la cosa pública que parecen o aparecen como seres insaciables. Que disfruten de la radio.
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