“La Revolución Cubana tuvo toda la apariencia del triunfo del heroísmo individual“
[Sebastián Balfour]
Sebastián Balfour, Ediciones Península, Barcelona 2009, 320 páginas.
Recordemos que Balfour fue asesor histórico del documental que en 1992 realizó la BBC sobre la Crisis de los misiles [1962] y ello da un plus no sólo de autenticidad, sino de seriedad a pesar de lo espinoso que pueda ser el tema [en este caso el personaje]. La marca BBC hubo una época que era marchamo de calidad en las ondas hertzianas y de fidelidad a la verdad que, lamentablemente, forma ya parte del pasado porque ¿quién te ha visto y quién te ve BBC? Seguramente en ese largo camino de “desprotección” al que se fueron sometiendo los profesionales de la cadena más prestigiosa del orbe es el que les ha dejado en la cuneta y la situación parece que no les permite remontar vuelo, sobre todo si tenemos en cuenta las dentelladas de los creídos políticos británicos que “con su flema y todo” parece que fueron los primeros en iniciar ese camino sin retorno al comenzar, hace un par de décadas, con las supresiones de las emisiones de determinados servicios radiales de la otrora prestigiosa entidad.
Se trata de un relato de extraordinaria calidad [no sólo literaria] sino de profundidad en el análisis a pesar de que hacia la mitad de la obra da la sensación de haber sido devorado por el personaje e incluso llega a justificarlo. Como si a estas alturas de la historia de Cuba ello fuera posible, aunque posiblemente no hayamos tenido en el siglo XX a otro hombre de la talla de Fidel y de su camaleónica facilidad para darle la vuelta al calcetín para adaptar las circunstancias a sus deseos o viceversa. Un buen trabajo que indica que es posible decir alto y claro lo que se piensa, sin que por ello tengamos que caer en la chabacanería o la mala educación que tan habitual es por los pagos ibéricos donde nuestros hombres públicos dejan mucho que desear, sobre todo desde que se “hicieron un traje a medida” y, a sabiendas, de que no tendrían que dar cuenta de sus “astracanadas” ante nada ni nadie. Y así nos va. Curiosamente, nadie de los que se dedican a la política “le mete mano al melón” y envía esa “libertad u osadía” al ostracismo. O sea, fuera la impunidad y tal y como proclama pomposamente la Constitución: todos iguales ante la Ley. Incluso más, los servidores de la cosa pública [no los funcionarios que de los pocos que realmente quedan son meros comparsas] deberían disfrutar del privilegio de ser “castigados con la máxima pena que ellos mismos tipificaron” precisamente por ser conocedores desde el principio de sus mendaces artimañas para dejarnos más pelados que la raspa del bacalao de mi infancia.
Hincarle el diente a testimonios de este tipo tiene varias posibilidades, pero una cosa es cierta: nadie podrá alegar ya ignorancia sobre lo que sucedió y sucede en la finca privada de los Hermanos Castro y el dolor que significó para todo el pueblo cubano la llegada, a la cumbre del poder, de los barbudos. Muchos de los cuales poco a poco, fueron siendo apartados del camino a medida que la REVOLUCIÓN se desviaba o simplemente desaparecían de la escena en las más extrañas circunstancias mientras se iba tejiendo la tela de araña en torno a un personaje.
Cada uno tiene que leerlo y enfrentarse a él. Evidentemente los adoctrinados, los castristas o bolivarianos de última hora no dejarán de saltar de su silla a medida que van avanzando en su lectura; mucho más si, encima, quieren retrotraerse e intentar entender la realidad con la cual la REVOLUCIÓN obsequió a sus hijos. Vaya que tiene “miga”. Pero a nosotros esa es una parte que poco o nada nos dice, salvo lo que nos interesa para nuestra serie de LA RADIO EN LA LITERATURA, así que manos a la obra. Entre corchetes la página en la que se encuentra el párrafo aquí reproducido.
“Desde sus días de estudiante, había aprendido el valor [de] los medios de comunicación para llamar la atención sobre sus ideas. También había adquirido conciencia, gracias a su viejo mentor, Eddy Chibás [un popularísimo polemista radiofónico que incluso se suicidó ante los micrófonos al no poder demostrar sus acusaciones], de las posibilidades de agitación política que ofrecían las emisiones radiofónicas. Apenas diez semanas después del desembarco del Granma, Castro organizó un ardid propagandístico que hizo más por su prestigio que cualquier combate militar. Siguiendo sus instrucciones, algunos organizadores del Movimiento llevaron a escondidas a las profundidades de Sierra Maestra a un solícito periodista del New York Times, Herbert L. Matthews, para entrevistar a Castro, del que muchos decían que había muerto. Con un contingente de tan sólo dieciocho hombres, Castro consiguió dar la impresión, gracias a una cuidadosa puesta en escena y a alguna que otra soberbia actuación por parte de sus seguidores, de que controlaba una extensa zona de las montañas y que tenía bajo su mando a un considerable número de guerrilleros. Publicado en el New York Times y comentado más tarde en la prensa de Cuba, donde se acababa de levantar la censura, el artículo de Matthews causó sensación, entre otras cosas porque sugería que la fuerza castrista era invencible.
Otro importante golpe mediático fue la instalación de una emisora de radio en la primavera de 1958, momento en el que las fuerzas rebeldes controlaban una vasta zona de la Sierra, Radio Rebelde llevó la guerra de guerrillas a una nueva dimensión. Castro utilizó las ondas con gran eficacia para comunicar su programa de reformas, y los boletines informativos que se emitían regularmente ofrecían un concienzudo y preciso relato de los combates militares, en marcado contraste con las triunfalistas fantasías de los medios favorables a Batista. Al final de la campaña, Radio Rebelde rivalizaba en popularidad con las emisoras de música ligera.” [76/77]
“Las optimistas noticias que llegaban acerca del espíritu reinante entre los trabajadores animaron a Castro a apoyar su llamamiento a la huelga general en la primavera de 1958. En un discurso pronunciado en Radio Rebelde después de las huelgas de agosto, Castro había declarado: “La huelga espontánea que siguió al asesinato de nuestro compañero Frank País no venció a la tiranía pero señaló el camino a la huelga organizada.” [79]
“Lo que hizo fue aprovechar hábilmente las oportunidades ofrecidas por una conjunción de condiciones históricas que eran exclusivas de Cuba. Por otro lado, su éxito debía tanto a su imaginativo uso de los medios de comunicación como a la campaña guerrillera. A través de los periódicos y la radio, en particular la emisora de la guerrilla, Radio Rebelde, despertó la admiración general con su oratoria patriótica y sus denuncias de la injusticia y la opresión. Sacó provecho del moderno sistema de comunicación de masas ya instalado en Cuba.” [90]
“Carlos Franqui, que había sido jefe de propaganda del Movimiento y responsable tanto de Revolución como de Radio Rebelde, escribió mucho más tarde, después de romper con la Revolución, que todo el mundo sabía lo que era, el indiscutible caudillo de la Revolución, pero nadie sabía lo que estaba pensando. Para Franqui, nada estaba claro desde el punto de vista ideológico. Fidel era un enigma para todos,” [95]
“El gabinete acabó convirtiéndose con el tiempo en un mero organismo ratificador de las políticas decididas por Castro y sus principales consejeros. Los medios de comunicación desfavorables a las medidas radicales que estaba promulgando el Gobierno eran cerrados y las voces críticas, silenciadas.” [97]
“La respuesta de Castro fue afirmativa, pero antes de que pudiera ser transmitida a la Administración estadounidense se inauguró la programación de la primera emisora de radio anticastrista del exilio [aquí se está refiriendo a Radio Martí y no explica en ningún momento de la obra el papel de otras muchas estaciones clandestinas que en determinados momentos surcaron el éter camino de la Perla del Caribe pero que eran una fuente de primera mano para saber cosas de Cuba en los años 80/90, si no recuerdo mal, en el EDXC, celebrado a mediados de los ochenta en Madrid, se divulgó esa actividad e incluso hubo una reunión de varios de los integrantes de la radio clandestina cubana del momento; el encuentro fue “tan diplomático” que prácticamente se contaban con los dedos de una mano los diexistas o radioescuchas que se enteraron del mismo, y es que la radio en la oscuridad es sumamente “escapista”] con la connivencia de Estados Unidos.” [191]
“La Comisión de Ayuda para una Cuba Libre, cuya presidenta durante el mandato de George Bush fue Condoleeza Rice, veía aumentar su presupuestos (80 millones de dólares en julio de 2006) para financiar ONG y otros grupos proestadounidenses, intensificar las emisiones de radio y televisión en Cuba y animar a los cubanos a abandonar la isla por medio de ayudas. Según los informes del Senado estadounidense, la segunda base más grande de la CIA en el mundo estaba instalada en Florida. Desde allí, justo enfrente de las aguas cubanas, en el momento álgido de la ofensiva secreta estadounidense de los años sesenta y setenta, la CIA controlaba una aerolínea y una flotilla de barcos espía que operaban cerca de la costa de Cuba y llegó a dirigir a un total de ciento veinte mil agentes cubanos que participaban en acciones de sabotaje económico, asesinato, terrorismo y guerra económica y biológica. Cada semana se emitían unas quinientas horas de propaganda anticastrista desde emisoras de radio de Florida.” [280]
Hasta aquí lo que dio de sí la obra de Sebastián Balfour. Que cada uno extraiga las consecuencias, evidentemente, una vez más, alienados de izquierdas o fans del castrismo deberían abstenerse de leer la presente obra; aunque no estaría de más darle unas cuantas horas de análisis para anticiparnos a lo que el populismo depara no sólo a los que “quedan atrapados en su tela de araña momentáneamente”, sino a la totalidad de la población que se ve engullida en ese delirio colectivo que no tiene explicación. Para muestra basta pensar en el drama de Grecia que, parece, no es suficiente para abrir las mentes al resto del continente.
Esa facilidad que tiene nuestra sociedad de culpar al otro [o como dicen en Ecuador: La culpa es de la vaca, unos libritos bastante esclarecedores y que la gente debería de leer] de todos su males, debería de ser revisada y como decían en el pueblo “que cada palo aguante su vela”. En el triángulo del Nordeste la palabra clave es ¡Pobret! (Pobrecito) y así se exonera al individuo de su responsabilidad ante la sociedad en la que está inmerso. Por supuesto: la factura la pagamos todos, incluso los teóricos beneficiados de unas medidas populistas que todavía los acaban empobreciendo más.
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