“En aquella época no era necesaria gran cosa para encontrarse con la punta de una pistola en la nuca”
[Olivier Rolin]
Olivier Rolin, Libros del Asteroide, Barcelona 2017, 200 páginas (Traducción de Miguel Aguayo).
Un libro duro, posiblemente de esos que marcan. Quizá, porque el terror y el horror, no siempre son fáciles de imaginar y, sin embargo, ahí están gracias a la historia del hombre o como diría el gran bardo húngaro Imre Madách (1823-1864) en La tragedia del hombre que es una vasta visión cósmica sobre la historia de la humanidad.
Como tantas veces, es una obra no buscada, como si hubiera nacido por esas causalidades de la vida y de la mano de un viejo militante de la izquierda, que le da mucho más valor e incluso se pregunta ¿por qué los intelectuales europeos en general, y franceses en particular, fueron abducidos por los regímenes socialistas-comunistas-marxistas-castristas del siglo XX y nadie creyó nunca lo que sucedía, excepción hecha de Gide que estaba de regreso [ya] en una época bien temprana: 1936 el año precisamente en que ese terror que analiza Rolin ponía también sus reales en la España republicana y, nos instalaban, los mismos rusos sus checas en la península Ibérica y que los desmemoriados tratan de borrar de la historia y es que la historia está ahí y, a veces, te sale al paso incluso cuando menos lo esperas.
Por ejemplo, desde que cierto personaje pretendió rehacer la historia inmediata, han comenzado a aparecer memoriales, documentos, fotografías, que narran épocas que mejor olvidar y dejar tranquilas puesto que se ha demostrado que ganar una guerra a la historia no siempre sale gratis. En el caso que nos ocupa, recuerdo algunos de los lugares de Gandesa en donde hay montados numerosos memoriales y/o museos de la Incivil, donde aparece un siniestro personaje que, siendo funcionario del consulado ruso en Barcelona, liquidó –igual que en El meteorólogo- a unos cuantos centenares de catalanes y, sin embargo, en esos pasajes por la historia en estas tierras tarraconenses lo he visto fotografiado y tratado como un héroe [el personaje en cuestión nada más aterrizar en Moscú, tras el fracaso de la II República en España, fue fusilado por Stalin, como forma de solucionar sus excesos o en aplicación de la política que el siniestro georgiano siguió con la mayoría de los que se dedicaron a esta locura y que podemos decir que los fusiladotes fueron luego fusilados, parodiando al propio Rolin: todo un honor. Porque en realidad era un tiro en la nuca, previo el desnudo y atado de brazos a la espalda para inmovilizar al detenido de primera categoría. ¡Qué gran eufemismo para designar lo que en aquellos tiempos de terror estalinista era ni más ni menos que pena de muerte!; un hecho que confiere al mismo acto de la muerte un sadismo extraño a la condición humana y que, nunca, jamás, podré explicarme. Porque ¿tiene explicación liquidar de esa manera tan vil a tu hermano, tu amigo, tu vecino…?
Las reflexiones de Rolin se centran en Alekséi Feodósievich Vangengheim que a la sazón era un personaje peculiar y patriota desde su posición al frente de la meteorología soviética cuando en 1929 es nombrado primer director y se adelanta a su tiempo con proyectos y estudios que sólo a final de siglo se hacen realidad ¿cómo habría sido la historia si el personaje, visionario y práctico, si en su momento, no hubiera sido delatado o acusado, por pura envidia, por uno de tantos ineptos que uno se cruza en el camino de su existencia vital? y que un día, de manera inesperada, es detenido, interrogado y enviado a las islas Solokví en el Mar Blanco con una condena de diez años que con el paso del tiempo sería pura y simplemente la desaparición.
Debo confesar que la vida de este abnegado funcionario me era totalmente desconocida y a pesar de su rehabilitación post mortem en 1956, nunca me había tropezado ni en el tema radial ni en la filatelia polar con su existencia, a pesar de lo mucho que, al parecer, hizo desde varios frentes, para la ciencia. Recordemos que nadie medianamente instruido estaba para ser tratado con guante blanco, por algo eso es también habitual en este tipo de regímenes desde la ya célebre Revolución Francesa y más pronto que tarde, ese hecho diferencial ha significado la pena de muerte que dicta un estólido, un envidioso o simplemente un degenerado.
En fin, no adelantaré contenido, pero ahí tienen un libro que da para pensar [el horror sin embargo no me fue tan fuerte como el que se describe en algunos de los documentos sobre las checas de Barcelona, varias de ellas en la zona en donde viví durante treinta años en la Ciudad Condal]. Aquí me iré al tema radial que se centra básicamente en la radiodifusión subsiguiente al asentamiento del telégrafo y el teléfono [recordemos que en Rusia fue POPOV el máximo representante de un invento que, por esas peculiaridades de la historia, el mérito recayó sobre MARCONI, aunque en realidad fue todo un proceso que acabó precisamente con el esparcimiento de la radio por todo el orbe gracias al italiano y su flamante familia irlandesa que, de una u otra manera, significaba allanar escollos en las islas británicas], la radio utilitaria o la radio móvil que hoy conocemos, sobre todo tras el gran estallido de Internet [aunque personalmente eso ya no lo considere radio, sino algo que te ofrece la posibilidad de escuchar cualquier cosa en cualquier lugar y hora].
Sólo tengo algunos reparos hacia el traductor que emplea algunos adjetivos, sustantivos o verbos para, supongo, demostrar que es un personaje bueno en lo suyo, pero totalmente fuera de contexto o de inusual uso [por no decir totalmente obsoletos] en el español de nuestros días que se ha ido empobreciendo. También me han sorprendido las grafías de algún que otro topónimo, dejemos que sean así los menos conocidos, pueden pasar, pero JARBÍN [es la primera vez que lo encuentro escrito con J y siempre en toda la literatura que recibí de Radio Pekín y ahora Radio Internacional de China lo he visto escrito con la H, corresponde a la célebre capital de Manchuria en la que se basó aquella fastuosa película de El último emperador] o el artículo para la cabecera periodística PRAVDA [en medio siglo como oyente de Radio Moscú; posterior La Voz de Rusia] emplean el artículo LA y lo anteponen a la palabra rusa. Vale, Pravda es VERDAD, pero como periódico, siempre se empleó el masculino ¿habremos llegado a la estolidez absoluta con el camino del género? ¿Tanto trabajo cuesta poner Pravda [sin artículo] o El Pravda [no deja de ser un periódico que salvo que el artículo la lo lleve en su cabecera –no es el caso-, siempre se utilizó masculino, curiosamente, el domingo, mientras repasaba la prensa de la semana me topé un artículo sobre Stalin que me dio la sensación de estar inspirado –por las cifras y documentos que cita- en esta obra pero eso sí, el periodista utiliza el masculino para referirse a la histórica cabecera moscovita].
Vaya, es como si algún insolente, en el futuro, utiliza EL CASO [famoso semanario de sucesos español y que era toda una crónica de la delincuencia en su época, hasta que eso se convirtió en la comidilla de los medios de nuestro tiempo] y le ponemos LA CASO ¿Verdad que nos hace reír? Pues eso es lo mismo que yo experimenté y es que, a veces, tenemos que tener cierta correa al ponernos a trabajar con el idioma, no lo destrocemos más de lo que ya lo hemos hecho. Acepto, aunque no me gustan, las palabras que dejaron de acentuarse, a pesar de su diferencia de significado, precisamente porque nuestros universitarios ya no saben acentuarlas. Si mi generación logró hacerse con esas diferencias, no contribuyamos al analfabetismo difundiendo ideas de bombero. Estas simplemente no las achaco al traductor sino a la estolidez de la RAE por mucho que nuestra Academia acabe justificándolas.
Los filatelistas de temática polar tienen varias páginas con datos no muy frecuentes e incluso algunos hombres de gloria no saldrán muy bien parados del cotejo de sus actos respecto a la vida de Vangengheim, aunque no era fácil sobrevivir en un régimen como aquél e incluso se pueda entender el silencio de esos que descollaron en la gran aventura ártica. Pero pasemos a la radio y esperamos que disfruten de estas referencias en un librito de fácil lectura que invita a la reflexión. No podemos pedir madera de héroes a unas personas que por el sólo hecho de nombrar a otras ya eran enviadas al infierno de los Campos de Concentración o GULAG.
“El primero de enero de 1930, se difundió por la radio, en onda larga de 3.350 metros, el primer boletín meteorológico. Naturalmente, esos boletines no van destinados a los veraneantes ni a quienes aprovechan los fines de semana para dedicarse a actividades al aire libre, bastante poco numerosos en la época en la patria del proletariado mundial, sino a la construcción del socialismo, y, más en particular, de la agricultura socialista”. [30]
“La formidable máquina de matar es también una máquina de borrar la muerte, lo que la vuelve aún más temible. Él sigue perfeccionando su red de estaciones meteorológicas, finando sus pronósticos, difundiendo sus boletines por onda larga de radio, tranquilamente, seguro de contribuir a la construcción del socialismo y, en particular, a la mejora de la agricultura”. [31]
“Alekséi Feodósievich pasa la noche estudiando y regulando toda esta juguetería de precisión, meteorógrafos, barógrafos, altímetros, registradores de rayos cósmicos…
Gracias a él, todo está dispuesto el día treinta al amanecer. A las ocho, los tres astronautas, Gueorgui Prokófiev, jefe de abordo, Konstantin Godunov, copiloto, y el encargado de la radio Ernst Birnbaum, se introducen en la barquilla y, tras un último saludo, cierran la escotilla”. [37]
“Era una auténtica sinfonía, que le recordaba muy apropiadamente al periodista de la (sic) Pravda, quien era letrado y tenía lirismo, las descripciones de El vientre de París. En la fábrica Kozitski de Leningrado, se fabricaba el primer televisor (*), modelo TK-I, estaba comenzando la producción de los gramófonos eléctricos, las banderas rojas ondeaban…”[45]
“Desde Londres, cablegrafiaban que iba en aumento la inquietud por la suerte de Gueorgui Dimítrov, a quien el gobierno de Alemania no liberaba, pese a su absolución en el caso del incendio del Reichstag. Desde París, la agencia TASS comunicaba que el presidente del Consejo Edóuard Herriot hacia una gira de conferencias por el sur de Francia para elogiar los logros de la industria y la agricultura soviética”. [47]
“Otros dos artículos debieron de detener un instante la mirada de Alekséi Feodósievich, en caso de que tuviera tiempo de leer la (sic) Pravda ese día: Illiá Selvinski, el poeta futurista, informaba por radiograma de que la deriva del Cheliuskin por el océano Glacial se había reanudado hacia el sudeste, mientras que durante el mes de diciembre había sido orientado hacia el norte. Un viento violento del nordeste rompía la banquisa y amontonaba bloques de varios metros de altura. El hielo apretaba con fuerza el casco del buque, que de momento resistía. No obstante, se habían adoptado medidas de previsión de una evacuación, con víveres y tiendas dispuestas en cubierta. Schmidt pensaba en todo. El trabajo científico continuaba”. [49/50]
“Un día, oye en la radio una entrevista con Schmidt, el “héroe del Ártico”, recién liberado. “No puedes imaginarte cómo me siento”, escribe a Varvara Ivavnova. “Su expedición era tan solo uno de los componentes de este año polar al que he dedicado tantos esfuerzos y tiempo y, mientras que él recibe elogios y medallas, yo no consigo que me escuchen…” [79]
“Hoy, escribe, he oído hablar en la radio de la catástrofe del Maksin Gorki y del gran número de víctimas… La máquina volante estaba destinada a la agitación y propaganda, por lo que, para ello, iba equipada con estudios de fotografía y de radio, altavoces potentes, una imprenta y una sala de proyección y, al parecer, se podían colocar mensajes luminosos bajo las alas. El enorme aparato suscitaba el asombro de las multitudes, hasta el día de mayo de 1935 en que un pequeño biplano que hacía loopings (¿acrobacias?) en torno a él para que el espectáculo aéreo resultara aún más atractivo lo tocó con un ala y provocó la caída de la ballena voladora y la muerte de sus cuarenta y cinco ocupantes.” [107]
“Vuelve a ver una vez más la niebla sobre Moscú, iluminada por los faros de Misha, el chófer, la noche pasada preparando los instrumentos, los cálculos del lugar de aterrizaje en el mapa (¡y los había previsto con exactitud!), la espera angustiada de los mensajes de radio de la barquilla, la gangosa voz de Prokófiev al enviar sus saludos comunistas desde lo alto del cielo, en el que no había visto Dios alguno, como tampoco lo verá, veintiocho años después, Yuri Gagarin”. [110]
“He oído en la radio la retransmisión del desfile del Primero de Mayo en la Plaza Roja y he sentido tanta pena, que he salido afuera para no estallar en sollozos. En este momento estoy estudiando la relatividad de Einstein”. [118]
“En este momento estoy oyendo en la radio los doce toques de la campana a medianoche en el Kremlin y las bocinas de los automóviles en la Plaza Roja”. [121]
“Era mi regalo para vosotras, queriditas mías. A las doce menos diez, el encargado del museo me llamó, bebimos una taza de café (**) y escuchamos la retransmisión de la Plaza Roja, los dos pensamos que en el mismo momento nuestras familias escuchaban lo mismo. Tal vez nos recordaran. Después nos fuimos a dormir”. [122]
“Como recompensa por su currelo, que desempeña con pasión (él no es precisamente un “saboteador”), recibe distinciones que tienen nombres de revólver, Browning, Walther: relojes de oro, aparatos de radio Radiola, golosinas para un verdugo”. [151]
“Se trata de una sensación a la que nosotros, los habitantes de la pequeña península europea, estamos poco habituados, una gran longitud de onda del mundo para cuya apreciación no estamos bien equipados”. [177]
(*) Imagino que está aludiendo a los ensayos sobre la televisión, el tubo de rayos catódicos fue propuesto por Boris Rosing (Rusia) en 1907. En 1934 –por lo tanto es con lo que coincide Rolin- Vladimir K. Zworykin, que había sido ayudante de Rosing, puso a punto el iconoscopio, con ello la televisión catódica dio un santo adelante; pero las primeras emisiones en la URSS no llegarían hasta 1948, considero por tanto que el autor se toma una licencia sobre el progreso tecnológico de la etapa soviética o al menos no nos aclara qué aparatos fabricaban al margen de darnos las siglas y previsiblemente prototipo utilizado para las pruebas.
(**) Supongo que es una licencia del escritor porque el Café, incluso en la URSS de los ochenta, era un lujo al alcance de muy pocos como bien pude comprobar en mi viaje como invitado de Radio Moscú. Si tenían café en un campo de concentración, entonces era todo un lujo y no precisamente de los más baratos pues la historia de estos deshumanizados entornos no es precisamente para tirar cohetes, basta leerse cualquier libro sobre ellos, El archipiélago GULAG o Un día en la vida de Iván Denisovich, por ejemplo.
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