LA RADIO EN LA LITERATURA: EL DOCTOR JIVAGO ÚLTIMO CATALÁN

“Durante la revolución las leyes de la civilización humana se vinieron abajo.
Se vivía según la ley de la selva. El hombre tenía los sueños prehistóricos de la Edad de Piedra”
[Boris Pasternak]

 

El Doctor Jivago, Boris Pasternak, Mundo Actual de Ediciones, Barcelona, marzo de 1980;  566 páginas.

La presente reseña será mucho más breve que otras obras anteriores, por algo es un libro narrando hechos antes de la revolución que significó el medio radiofónico en nuestras vidas. En este caso he abierto la mano y lo traigo a esta particular parcela de la radio en la literatura por sus páginas dedicadas al mundo del TELÉGRAFO que, en cierta medida, sería responsable de la llegada de las ondas hertzianas.

El libro de Pasternark es una obra densa, con contenido, de esas que te dejan un agradable sabor de boca a pesar de la crudeza del momento histórico en que se desarrolla. Lo peor es que a pesar de las advertencias que entonces nos llegaron desde el otro lado del Telón de Acero, de los peligros de los descamisados y engatusadores ¿o es embaucadores?, parece que no aprendemos y vemos, por doquier, cómo el mundo se hunde y lo único que sabemos es preguntarnos ¿Por qué?

Mafias de todo tipo se forran con los pingües negocios que genera una sociedad adormecida, dejamos que nuestros jóvenes se pierdan ante la falta de salidas, vemos como nuestras ciudades se caen, como el agro se despuebla y, sin embargo, estamos quietos ante “la barriga llena” que nos tocó vivir y donde una gran mayoría prácticamente no ha dado palo al agua y en muchos casos ha superado la treintena.  ¿Hasta cuándo aguantará la burbuja del consumismo que ya deja una deuda de un siglo para los que nos siguen?

¿Quién trabaja por cuatro perras si buscando la “subve” genera el doble de lo que ganaría currando? Sí, además, me encuentro más protegido que el resto de la ciudadanía ¿para qué esforzarme? Okupo, Trinco, Grafiteo, Destrozo e infinidad de verbos que sólo aportan más deuda a un país adormecido y que, lamentablemente, no tiene un norte prefijado ya que todo se hace en la gran fábrica china. Hoy, presenciaba un caso curioso mientras me tomaba una cerveza aprovechando la rica brisa del torrente próximo: un edificio, con apenas una década, que se cae a trozos la fachada de ladrillo vista, éste es tan bueno que una gigantesca grúa ha tenido que ir retirando los mismos que por efecto de la inclemencia solar, el viento y la lluvia, parecen simplemente arenilla o la clásica piedra artificial que cuando cae una lluvia como debe ser cala y te deja todas las paredes cargas de agua como si de una capa freática se tratara…

¡Pero fue uno de los más caros antes de que nos explotara la “burbuja”; aunque tampoco, la tragedia de Londres, con la célebre Torre nos deja de lado, esos materiales se han utilizado hasta la saciedad en la zona en donde vivo e, incluso, padezco: mi casa tiene ese recubierto, por suerte está en el interior, pero cualquier cortocircuito en las paredes que conectan con esa materia prima te pueden convertir en un simple pajarillo achicharrado!

Me dejo de disquisiciones y voy a la novela, fabulosa, impresionante y, para mi gusto, mejora considerablemente la imagen que tenía de la película que el célebre Omar Sharif (Egipto) rodó en Soria hace ya un porrón de años… El relato me atrapó, precisamente en esta parte que hoy comparto quizá, por la similitud de mi infancia.

“En la estación se consideraba que el responsable indirecto de las agitaciones de los soldados era Kolia Frolenko, el telegrafista de Biriutchi.

Kolia era hijo de un conocido relojero de Meliuzeiev, y la gente del pueblo decía que lo había visto nacer. De niño vivió en casa de uno de los criados de la finca de Razdolnoie y, bajo la vigilancia de la señorita, jugó con las hijas de la condesa. La señorita conocía bien a Kolia, que ya entonces había comenzado a aprender un poco de francés.

La gente de Meliuzeiev estaba acostumbrada a ver a Kolia muy ligeramente vestido, hiciera el tiempo que hiciese. Sin gorro y con alpargatas corría en bicicleta por la carretera y el pueblo, suelto el manillar, echado hacia atrás y con los brazos cruzados sobre el pecho. De esta manera pasaba revista a los postes del telégrafo y los cables de la red, revisando el estado en que se hallaban.

Algunas casas del pueblo estaban en contacto con la estación por medio de una derivación de la línea telefónica del ferrocarril. La central se hallaba junto al telégrafo de la estación y Kolia era su responsable.

Allí tenía más trabajo del que deseaba: el telégrafo, el teléfono y a veces, cuando Povarikhin, el jefe de la estación, estaba ausente, las señales del ferrocarril, cuyos mandos se encontraban en la oficina del telégrafo.

La necesidad de seguir al mismo tiempo el funcionamiento de varios mecanismos había dado a Kolia un particular modo de expresión, oscuro, lleno de interrupciones y enigmático Lo utilizaba encantado siempre que no tenía ganas de responder o de hablar con alguien. Decíase que el día de los desórdenes había abusado de este laconismo.

La verdad es que con sus silencios hizo inútiles todos los buenos deseos de Galiullin, que telefoneaba desde el pueblo, y, tal vez sin quererlo, había precipitado los acontecimientos que se produjeron después.

En efecto, Galiullin pidió el aparato al comisario, que se encontraba en un determinado lugar de la estación o cerca de ella, para decirle que se disponía a reunirse con él para ir al bosque y le rogaba que le esperase y que no hiciese nada sin contar con él. Kolia se negó a llamar a Hinz con el pretexto de que la línea estaba ocupada transmitiendo señales para que un tren que se acercaba a Biriutchi, mientras, con un subterfugio cualquiera, detenía, en un cambio de vía próximo aquel mismo tren en el que los cosacos se dirigían a Biriutchi.

Cuando, no obstante, llegó el convoy, Kolia no supo disimular su desagrado. La locomotora se deslizó lentamente bajo el sombrío cobertizo y se detuvo precisamente ante la enorme ventana de la oficina del Telégrafo. Kolia descorrió ampliamente la pesada cortina de tela azul marino en cuyos bordes estaban bordadas las iniciales del ministerio de Ferrocarriles. En el alféizar de piedra había una enorme garrafa de agua y un vaso de grueso cristal tallado. Se sirvió agua en el vaso, bebió algunos sorbos y miró afuera.

El maquinista vio a Kolia y desde el fondo de su cabina le guiñó amistosamente un ojo.” [159/161]

 

Por supuesto, el telégrafo, el correo, el teléfono, aparecen a lo largo de esta impresionante novela que nos devuelve a unos tiempos pasados y que sin embargo, mirando con perspectiva, se nos acercan peligrosamente. Una sosegada lectura, sobre todo antes de votar [no importa a quién] podría ayudarnos a llevar una vida más sosegada y no este sin vivir de un tiempo a esta parte porque todos quieren llevarse algo del pastel. A modo de despedida, me tomo la libertad de recoger algunas citas de la obra que, quién sabe, pueden clarificar el horizonte. En cualquier caso reiterar que la obra está centrada en los acontecimientos de la célebre Revolución de Octubre que lideró Lenin y que dejó un legado no precisamente maravilloso; quizá porque se peca pensando que todos harán lo que deben de hacer y no holgazanear, vivir del cuento o incluso boicotear la obra de los demás. Horroroso si luego nos pasamos a la historia rusa y el período estalinista que todavía trajo más millones de muertos que los provocados por el ejército hitleriano… ¡Para pensar y no abrir la boca! Como siempre, la cita de la página la encontramos entre corchetes

 

A los borrachos les gusta siempre fingir la embriaguez. [107]

Al que llora con un ojo no le meten la viruta. [271]

Comenzó a destruirse la armonía familiar, las bases morales de la conciencia. [419]

Con la violencia no se podrá conseguir jamás nada. [272]

Cristo habla con palabras extraídas de la vida diaria. [50]

Cualquier gregarismo es el refugio de la mediocridad. [17]

Cuando se pelean dos perros, el que no interviene en la pelea que se quede aparte. [38]

Cuanto más perseguimos la belleza, más la alejamos del bien. [León Tolstoi citado por Boris Pasternak, El doctor Jivago, página 58]

Da la libertad a los campesinos y se matarán entre ellos. [15]

Durante la revolución las leyes de la civilización humana se vinieron abajo. Se vivía según la ley de la selva. El hombre tenía los sueños prehistóricos de la Edad de Piedra. [393]

El arte está siempre al servicio de la belleza. [469]

El campesino es enemigo de todo orden y ni siquiera sabe lo que quiere. [234]

El don del amor es como cualquier otro don. [449]

El hombre es un lobo para el hombre. [Hobbes, también en Boris Pasternak, El doctor Jivago, página 393]

El hombre no vive en la Naturaleza, sino en la historia. [18]

El hombre que no es libre idealiza siempre su propia esclavitud. [497]

El odio que se alimenta y los motivos son contradictorios. [128 a propósito de la revolución y el hombre nuevo]

El pueblo es un niño y hay que conocerlo, conocer su psicología. [147]

En ciertos pueblos a la población le gusta trabajar y trabaja. Pero en otros son unos borrachines y hay miseria. [153]

En el libro del destino estamos en la misma línea. [William Shakespeare citado por Boris Pasternak, El doctor Jivago, página 416]

En la guerra ha muerto lo más granado de la juventud y ha quedado solamente la basura, la [gente] que no sirve para nada. [322]

En la vida de la gente rica hay algo morboso. Una infinidad de cosas inútiles. [179]

En Rusia la teatralidad es imposible. [129]

Era preciso ajustar el paso al de los demás y vivir de conceptos absolutos, impuestos por los de arriba. [419]

Hay que ser fieles a la inmortalidad, ese otro nombre de la vida más rico de sentido. [18]

Invita a un cerdo a comer y meterá las patas en el plato. [Popular ruso citado por Boris Pasternak, El doctor Jivago, página 148]

La adolescencia tiene que pasar a través de todos los excesos de la castidad. [48]

La belleza es la felicidad de dominar la forma. [469]

 

La canción rusa es un insensato intento de encerrar el tiempo en las palabras. [378]

La conciencia es un veneno, un instrumento de autointoxicación para el individuo que la aplica a sí mismo. [76]

La felicidad solitaria no es felicidad. [184]

La genialidad continúa siendo una excepción. [410]

La gente no cree en la eficacia de los consejos gratuitos. [290]

La guerra es un eslabón particular en la cadena de los años de la revolución. [523]

La humildad es siempre mejor que el orgullo. [352]

La locura de hoy tiene todos los caracteres de una infección, de un contagio. [355]

La palabra es de plata y el silencio de oro. [401]

La posteridad clavará en el poste del deshonor a los mandones de este imperio de comisarios y su innoble mentira. [370]

La revolución la hacen los hombres activos, fanáticos sectarios, genios de la autolimitación. [469]

La salvación no consiste en cuidar las formas, sino en librarse de ellas. [259]

La verdadera libertad no es la de la palabra. [154]

La victoria no había traído ni la luz ni la libertad. [533]

La vida es simbólica porque tiene un significado. [50]

La vida hiere con las miradas oblicuas y las murmuraciones de la calumnia. [56]

Los hechos carecen de sentido si no se les da uno. [131]

Los hombres del Gobierno [los políticos] hacen cualquier cosa para volver la espalda a la verdad. [270]

Los unía el abismo que los separaba del mundo. [410]

No amar es casi un homicidio. [431]

No es posible morir mansamente como bestias. [217]

Nos aturdimos con una prisa constante para no darnos cuenta de que esto no es vida. [448]

Para reprimir el descontento entra en acción la cheka. [411]

Para triunfar es necesario amar. [33]

Políticos mediocres cuyo interés es que todo sea mezquino. [131]

Políticos mediocres que nada tienen que decir a la vida ni al universo. [131]

Quien nada arriesga nada tiene. [42]

No amar es casi un homicidio. [431]

No es posible morir mansamente como bestias. [217]

Nos aturdimos con una prisa constante para no darnos cuenta de que esto no es vida. [448]

Sabiendo mucho se envejece pronto. [152]

Sobre la tierra rusa vino la mentira. [419]

Solamente los solitarios buscan la verdad. [17]

Sólo en los libros mediocres los hombres están divididos en dos campos y nunca entran en contacto. [210]

Sólo lo superfluo es impuro. [33]

Todas las madres son madres de grandes hombres y no tienen la culpa de que luego la vida las desilusione. [293]

Todo el mal reside en la ignorancia. [325]

Todo se ha hecho trizas con el desbarajuste de la sociedad. [417]

Todos aman sin darse cuenta de lo que hay de extraordinario en su sentimiento. [411]

Un hombre está dispuesto a morir para escapar de la vergüenza y el odio hacia sí mismo. [471]

Un hombre ha de apretar los dientes y compartir la suerte de su país. [179]

Un momento de apasionada generosidad lo esclavizó para siempre. [396]

¡Que disfruten de esta emocionante y  gran novela. Seguro que no le defraudará y quizá, como me ocurrió a mí, le devuelva a tiempos pretéritos que creía olvidados. La escena de Kolia revisando los cables, es un momento de introspección jameña que me llevaba en pleno invierno y con nevadas de espanto, por la Carretera de Loja hasta el Célebre Puente de la Lancha donde ocurrieron hechos en la INCIVIL que mejor no remover a pesar que los nietos de aquellos que ejecutaron la orden estén reclamando la memoria de sus antepasados. ¡Cómo cambian los tiempos, en lugar de pedir humildemente perdón, piden una restitución… y así nos va!

Vaya que personalmente me acuerdo del célebre chiste cubano cuando un Guiri, pocos años después del triunfo castrista, visita La Habana y le pregunta a un guasón habanero: Oiga ¿y cómo estaban con Batista?,  Pues mire buen hombre, con Batista estábamos a un paso del abismo. ¿Y con Fidel? Con Fidel dimos un paso al frente…

Y nadie está afirmando que el resto de sistemas políticos sean perfectos, que de eso nada. Todos adolecen de lo mismo y esa es la Gran Tragedia del Hombre como ya dejara escrito el poeta húngaro del XIX y que a veces escuchaba en los programas, inolvidables, de Radio Budapest y cuyo primer premio en 1976 tuve la suerte de disfrutar recorriendo el país con el inolvidable Atila: turismo, granjas, viñedos, fábricas y todo tan fantásticamente bien a ojos del visitante. En el 2015 Hungría seguía siendo bella y fantásticamente modernizada, incluso en algunos casos, hermosos edificios restituidos y actualizados realzaban el esplendor que antaño tuvo cuando formaba parte del Imperio Austro-húngaro. Si pueden, visítenla, no quedarán defraudados.

Que disfruten de la lectura que les hará viajar y disfrutar de otros mundos que difícilmente nos deja la chabacana radio o televisión que en estos momentos se realiza por la piel de toro… Incluso las célebres emisoras europeas de la Onda Larga o la Onda Media nos han dado la espalda y apenas queda buena radio en las ondas que un día bautizara Hertz; pero es indudable que, buscando, buscando, siempre podemos salir de este alienamiento programado al que parecen habernos destinado los de siempre.

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LA RADIO EN LA LITERATURA: EL DOCTOR JIVAGO ÚLTIMO CATALÁN was last modified: junio 11th, 2018 by Editor - Juan Franco Crespo
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