Viene de la parte IV
DANIEL SANTOS (PUERTO RICO)
A los catorce años se independiza de su familia y, casualidades de la vida, le ponen frente a uno de los integrantes del Trío Lírico que, al oírle [mientras se bañaba] le ofreció entrar en la banda, a veces también cantaba en el Borinquen Social Club en donde se concentraba la colonia puertorriqueña.
En 1938 conoce a Pedro Flores, interpretaba “Amor perdido”, tras finalizar su actuación le ofreció integrarse en su formación “The Flores Quartet” con el que acabaría grabando muchas de las melodías que le elevaron al olimpo musical de su tiempo, en ocasiones compartió escenario con la española Consuelo Moreno. Mientras las tropas norteamericanas estaban preparándose para el frente grabó “Despedida”, acabó convirtiéndose en un icono musical, sobre todo para los jóvenes y sus familiares que acudían a despedirlos en aquellas durísimas circunstancias.
En 1942 entra en la orquesta de Xavier Cugat (El catalán bon vivant familiarmente conocido como Cugui), sustituía a Miguelito Valdés pero, finalmente, le obligaron a marchar al frente. Sus ideas nacionalistas se acrecentaron en este período y se volvió aún más crítico contra los gobernantes norteamericanos, hecho que acabó provocando serias dificultades con las autoridades y su compromiso aún fue mayor, en esas circunstancias grabó piezas esenciales para los puertorriqueños, las más sentidas de su repertorio en esta faceta de luchador: “Los patriotas” o la inspirada en la obra del poeta Corretjer “La lucha por la Independencia de Puerto Rico”.
Poco después de finalizar la contienda viaja a Cuba en donde cosecha un gran éxito en las ondas radiales con los programas “Bodas de plata de Partagás y en la Cadena Azul”. Su canción Anacobero [diablillo] era la introductoria. Su vida estuvo unida a Cuba hasta que supo los planes de Fidel Castro, entonces decidió no volver. En esos años cubanos su experiencia vital la volcó en la música y nos legó más de 400 canciones, entre ellas la que los barbudos del Movimiento 26 de Julio “Sierra Maestra”, emplearon para la transmisión de la emisora clandestina y revolucionaria que fundó Che Guevara en la sierra homónima. Evidentemente, él no estaba de acuerdo en el uso de esa canción, pero poco pudo hacer para que las emisiones de la entonces estación clandestina de la guerrilla la transmitiese de manera regular y la convirtiese, con el tiempo, en su señal de identificación. Formó parte de la Sonora Matancera (actuó, entre otras, en Radio Progreso o en la Cadena Radial Suaritos, en donde llegó a ganar mil dólares mensuales).
Daniel Santos y la Sonora Matancera interpretando "De barra en barra". Fuente Youtube.com
Daniel Santos, tuvo una azarosa vida, típica para mucha gente del espectáculo en su tiempo: alcohol, mujeres y altercados que en ocasiones le llevaron a la cárcel en varios países del continente. Al final muchos aficionados acudían a sus espectáculos de boleros y guarachas, sobre todo con la ilusión de oír en sus labios retazos de su vida, éstos inspiraron a varios escritores: García Márquez, Josean Ramos, Luis Rafael Sánchez o Salvador Garmendia.
Falleció de un ataque al corazón, sus restos reposan en el cementerio de Santa María Magdalena de Pazzis en el viejo San Juan, cerca de dos de las personas que más le influyeron: Pedro Albizu Campos y Pedro Flores. Dejó doce hijos, la muerte le sobrevino con su duodécima esposa.
PEDRO VARGAS (MÉXICO)
El tenor y compositor Mario Talavera decía de él que “Dios pasó por San Miguel de Allende y dijo: aquí voy a dejar a este indito para que cante”. Se convirtió en su protector y guía, fue el que le llevó al profesor José Pierson (ver Jorge Negrete) que le dio la oportunidad de cantar en la ópera “Caballería Rusticana” en el Teatro Esperanza el 22 de enero de 1929, con la orquesta del maestro Miguel Lerdo de Tejada actuó en los Estados Unidos.
A los veinte años intentó entrar en el mundo de la ópera, falló en sus aspiraciones y se dedicó, definitivamente a la música popular de su país en donde dejó títulos inolvidables como “Sentimientos”. “Abrázame”, “No me amenaces” o “Piel canela”. En su primer viaje profesional a Buenos Aires grabó para el mercado argentino dos temas que cautivaron a sus seguidores “Porteñita mía” y “Me fui”.
Se identificó tanto con el bolero que puede decirse que él fue el máximo exponente de su época de oro, popularmente se le acabó conociendo como “El rey”, “El tenor de las Américas” o “El samurai de la canción” por sus ojos achinados o nipones, en muchas ocasiones fue el encargado de estrenar las canciones escritas por Agustín Lara. En varios momentos de su vida cantó a dúo con Agustín Lara, Beni Moré, Toña la Negra, Libertad Lamarque, Marco Antonio Muñiz, Jorge Negrete, Alfonso Ortiz Tirado, y, junto a Julio Iglesias, cantó “Felicidades” que acabó siendo celebrada por seguidores de ambos intérpretes.
Pedro Vargas interpretando "El Rey". Fuente Youtube.com
El 20 de septiembre de 1930, cuando ganó el concurso de la XEW, Agustín Lara le ofreció cantar con él y entonces, entrecortado por el momento que estaba viviendo, sólo acertó a contestar: “Muy agradecido, muy agradecido, muy agradecido…”. Tres veces las gracias, pronunciadas en un momento de máxima emoción, acabaron convirtiéndose en coletilla y señal distintiva del maestro. Pedro Vargas ha sido uno de los pocos cantantes de su estilo que entró en el elitista recinto del Bellas Artes, sucedió al cumplir medio siglo de vida profesional, la Orquesta Sinfónica del Estado de México, en esa ocasión la dirigió Enrique Batíz.
Cinematográficamente hablando nos dejó una extensa filmografía de más de setenta cintas. Sumamente fiel al espíritu popular, pasó a la historia como una de esas voces privilegiadas que nos llevan a los mejores tiempos del romanticismo en el país azteca. Siempre que pudo fue a su tierra natal, y como en nuestra Semana Santa andaluza, el Viernes Santo cantaba en la Procesión del Santo Entierro, era su peculiar manera de agradar al Supremo Hacedor y al coro que lo acogió siendo niño. Poco antes de morir, en una extensa entrevista en “Gente” declaró:
“Yo quisiera con toda el alma, enviar mi corazón a todo el público de México, al que me ha sostenido hasta ahora.El artista no puede perder de vista que quien manda, ordena, el que coloca, es el público; desde los más pobres hasta los más ricos; de los más jóvenes hasta los de más edad.En esta vida no hay más que una cosa: cantar pensando en el público, entregarse a él, sin pretender sólo quedar bien, sino entregando lo que uno tiene, con toda sinceridad.”Hasta la misma muerte le acabó sonriendo a Pedro Vargas, poco después: moría plácidamente mientras dormía. ¡Qué mejor manera de despedirse de este mundo. Sin duda “hasta la dama de negro” se enamoró de su voz y le acompañó en el postrero viaje al más allá! Qué gran manera de decirle adiós a un caballero.
Continúa en la parte VI
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