Categories: Biografías

Centenario de James Albert Michener

Este novelista norteamericano nació en Nueva York el 3 de febrero de 1907 y murió en Austin (Texas) el 16 de octubre de 1997; se ha celebrado el centenario de su nacimiento, el décimo aniversario de su muerte y el sesenta de la aparición de su primera y exitosa obra Cuentos del Pacífico Sur. Autor poco común, algunas de sus obras más leídas están inspiradas en hechos que vivió en la realidad.

Creció siendo huérfano, le había adoptado Mabel Michener, vivió en Doylestown (Condado de Bucks-Pennsylvania), en donde conoció todo tipo de privaciones desde la más tierna infancia, la falta de recursos fue lo habitual (otras fuentes consultadas dicen que Mabel, en realidad, era su madre biológica, en aquella época una madre soltera estaba mal vista por la sociedad y ese sería el motivo por el que su biografía cita su adopción), fue criado como un cuáquero más y aquí sí que las cosas son reales y han llegado hasta nuestros días prácticamente sin cambios. Basta conocer cualquiera de estos grupos para ver que viven de manera sencilla, aunque, bajo su óptica, no les falta lo esencial. A pesar de los percances que el escritor vivió en su etapa de infancia-adolescencia, resultó ser un buen jugador de baloncesto y ello le llevó a lograr la victoria con su equipo escolar, el hecho le granjeó cierta popularidad y aceptación dentro de los ambientes de su época estudiantil.

Ya adolescente se lanzó a la carretera y recorre los Estados Unidos, frecuentemente solo, fruto de esa epopeya sería su autobiografía «El mundo es mi hogar» (1992), en donde reflejaría su agradecimiento a los ciudadanos que le recogieron, que lo llevaron en sus vehículos y, a veces, lo alojaron en sus hogares. De estas correrías extraería las vivencias que le llevaron a escribir obras costumbristas de inusitada riqueza narrativa.

Continuó sus estudios en la Swarthmore College, St. Andrew’s University (Escocia), gracias a la Lippincott Travel Fellowship, en esa época europea, al margen de sus estudios en tierras escocesas e italianas, viajó en un buque carguero por el Mediterráneo, ocasión que le permitió conocer y recorrer la región, entre otros países visitó España, siendo tentado por el mundo de la tauromaquia, como ya ocurriera a otros escritores norteamericanos. Regresó a los Estados Unidos en 1933; trabajó como profesor de inglés en la Bucks County George School (Newtown-Penssylvania, 1933-1936), entonces atendido por profesores de Colorado, tras el masters marcha a ese estado a enseñar en la Colorado State Teacher College (la Biblioteca de la Universidad Estatal lleva su nombre), también impartió clases como profesor visitante en la Universidad de Harvard (especialista en Historia).

Antes de ser un autor conocido había sido estudiante, profesor, redactor de libros de texto en la célebre MacMillan y Comandante de la Marina de Guerra, siendo enviado en la II Guerra Mundial al Pacífico Sur (cuando lo movilizaron tenía 40 años), en donde desempeñó el cargo de historiador naval: redactó informes pormenorizados sobre las islas y sus gentes, allí comenzó a recopilar material que posteriormente se integraría en sus obras.

En esa época se produce un hecho que acabará marcando de por vida: el fatal aterrizaje nocturno en la zona de Tontouta (Nueva Caledonia), del que milagrosamente sobrevivió y juró «vivir el resto de su vida como si fuera un gran hombre». Al anochecer se retiraba a su choza y mecanografiaba sus impresiones. Finalmente, recopilado su trabajo, lo sometió (bajo pseudónimo) a la prestigiosa editorial en la que trabajaba. Había recogido información de medio centenar de islas, la vida cotidiana en tiempos de guerra, los servicios de sanidad y enfermería, dieron lugar a los manuscritos que vieron la luz como Cuentos del Pacífico Sur (compuesta por 18 relatos), por los que le concedieron el famoso premio Pulitzer en 1948, también se realizó un musical de notable éxito en la célebre Broadway por Rogers y Hammerstein en 1949 y acabó también adaptándose para la gran pantalla. A ese trabajo primigenio le seguirían Hawaii, Los puentes de Toko-Ri, Chesapeake, Polonia, México, Texas, Alaska, etc. Son obras densas, cautivadoras; en un principio, se creía era el trabajo de varios autores. Michener mantenía una espartana actividad que prácticamente ejerció hasta el último minuto de su vida: se levantaba e iniciaba sus textos a las siete de la mañana, la sesión solía concluir al mediodía, tras una pequeña siesta, de nuevo volvía al trabajo de escritor y documentalista.

Recorrió el Pacífico en varias ocasiones, tras el cese de hostilidades fijó su residencia en Honolulu (Hawai), experiencia que dará fruto, una década después, a su novela sobre las islas, fue otro éxito de ventas: finalizó su obra el día en que el archipiélago votó su ingreso en la Unión. Fue un gran viajero, visitó todos los continente y de ahí una de sus obras «The world is my house», pero sólo reconocía como su hogar su casa en las colinas de Mount Bonnell (Austin).

Posiblemente, las carencias económicas de la infancia le marcaron de por vida: vivía con lo justo y no se permitía grandes liberalidades salvo las instituciones públicas que recibían la mayoría de sus millonarios recursos, sobre todo universidades, bibliotecas y museos. Uno de sus donativos fue para la Universidad de Texas (estado en el que pasó los últimos días de su vida cuando acudía tres veces a la semana a la clínica en donde realizaba sus largas sesiones de diálisis) en Austin: 30 millones de dólares para dotar de efectivo el programa de escritura (Texas Center for Writers, actual Michener Center for Writers). Otro importante donativo fue para la creación del museo en su honor en Doylestown, el James A. Michener Art (1960).

Fue su manera de agradecer a los que le ayudaron a lo largo de su vida, sobre todo cuando le concedieron la beca que le permitió graduarse Summa Cum Laude en 1929 por la Universidad de Swarthmore. En vida fue honrado con las más altas condecoraciones, la Einstein Medical College (1967), la medalla presidencial a la Libertad concedida en el mandato de Gerald R. Ford, el más alto grado para un civil (1977); la medalla de oro de Pennsylvania (1978); la Franklin y la medalla de oro del Instituto Español (1980) o las más de treinta distinciones universitarias, bibliotecarias o museísticas. Asimismo desempeñó cargos en diferentes comisiones gubernamentales sobre el mundo de la radio y la televisión, relaciones internacionales, espacio cósmico y la filatelia (en 1978-1987 fue miembro del comité consultivo para las nuevas emisiones de sellos norteamericanos); en 1962 fue tentado para el Congreso y en 1968 fue secretario de la Pennsylvania Constitutional Convention.

Autor de cerca de cuarenta obras, solía decir que «los libros más valiosos son aquellos que no se firman». Una de sus últimas obras poco antes de morir fue
«Mi visión para América» (1996),
en la que dejaba su testamento, su miedo, ante el cariz que estaba tomando el país y el mundo. En ella denunciaba el creciente aumento de los conflictos inter-étnicos, la absurda distribución de la riqueza y el bajo nivel educativo de las nuevas generaciones, algo que, al parecer, es consustancial al momento histórico que nos ha tocado vivir en esta etapa de globalización.

Por su significación con el público español no debemos olvidar Iberia (1968), donde narraba sus paseos por España y Portugal; Las traineras (1971) o Milagro en Sevilla (1995), en donde demostró sus grandes dotes para la investigación y la meticulosidad de su trabajo. En su novela Sayonara rinde homenaje a su tercera esposa Mari Yoriko Sabusawa y a las parejas mixtas formadas por los militares norteamericanos y las féminas japonesas tras la II Guerra Mundial; no tuvo descendientes.

Durante una década fue miembro del Comité de Radio Free Europa (Radio Europa Libre, 1983) una de cuyas emisoras estuvo instalada en Playa de Pals (Gerona) hasta hace poco tiempo cuando las instalaciones se desmantelaron y Radio Europa Libre pasó a convertirse en parte de la historia colectiva; creo recordar que la emisora tenía también oficinas en la barcelonesa calle Muntaner. El 2 de mayo de 2002, el servicio postal polaco inmortalizó uno de sus micrófonos y su siglas RFE y la clásica identificación en polaco Radio Wolna Europa en un sello de correos, en el matasellos estaba la campana de la Libertad, símbolo por excelencia de esta emisora de onda corta, si no me equivoco es el único sello dedicado a esa emisora norteamericana que combatió el comunismo durante la guerra fría. El último programa en polaco se realizó desde Munich en 1994. El sello conmemoraba el 50 aniversario de las emisiones en lengua polaca [también difundía en Checo, Eslovaco, Húngaro, Estonio, Letón y Lituano; otros idiomas del entonces territorio del «Telón de Acero» eran cubiertos mediante las transmisiones de Radio Liberty].

También fue honrado por la PBS (Public Broadcasting Service, equivalente a nuestra RTVE) con la serie «The World of James A Michener», programa televisivo que se dedicó a recorrer las regiones que inspiraron sus obras literarias que llegaron a la friolera de cien millones de ejemplares. The Voice of Asia la publicaría en 1951.

Hoy le vemos en una preciosa serie de sellos que le ha dedicado una de las administraciones postales en las que vivió mientras estuvo encuadrado en la Marina de Guerra de los Estados Unidos, actualmente archipiélago de Vanuatu, la característica de los sellos es esa innovación en donde las estampillas simulan ser los lomos de la obra con la que inició su exitosa carrera literaria y en cuyas portadas le vemos en algunos de los momentos inolvidables vividos en esa región del mundo en la que se libraron encarnizados combates con los japoneses. Fueron cuatro sellos con un facial de 40-90-130-350 Vatu, diseñados en Nairobi (Kenia) por Lucas Kukler, se imprimieron en litografía offset autoadhesivo formato vertical (39.67 x 37.5 mm), en hojas de 25 ejemplares que comenzaron a circular el 22 de agosto de 2007. El sobre de primer día se realizó en Port Vila, capital del archipiélago de Vanuatu, en él aparece una máquina de escribir ¿Underwood?, varias cuartillas con sus apuntes y la pluma con la que solía trabajar aprovechando los trozos no escritos de la correspondencia que recibía, los sobres que abría y rescribía por el interior o el papel de la Marina que ya no tenía utilidad: vivía en guerra y gestionaba sus apuntes con esa perspectiva que da la escasez: todo era reutilizable ante las carencias del momento.

¿Te gusta? pincha para compartir en tus redes sociales…
Centenario de James Albert Michener was last modified: noviembre 13th, 2015 by Editor - Juan Franco Crespo
Editor - Juan Franco Crespo

Recent Posts

LA RADIO, LA PRODUCCIÓN Y LA FORMACIÓN MUSICAL

Imagen cortesía de taiarts.com Desde que tuvo lugar la primera emisión de radio comercial el… Leer más

3 meses ago

ORIGEN Y EVOLUCIÓN DEL STREAMING

INTRODUCCIÓN Desde que hace más de un siglo, con el invento del cinematógrafo, la creación… Leer más

1 año ago

LA RADIO EN LA LITERATURA: MUJERES ESPÍAS

“Comprendo que el patriotismo no es suficiente, no debo tener ningún odio hacia nadie” [Edith… Leer más

3 años ago

LA RADIO EN LA LITERATURA: MEMORIAS DE UN LIBERAL PSICODÉLICO

“Las cosas salen bien si Dios quiere” [Luis Racionero]   La presente reseña, una vez… Leer más

3 años ago

LA RADIO EN LA LITERATURA: COMPLOT YERMAKOV

“No sacrifiques tu vida en aras de los mártires” [Derek Lambert] Derek Lambert, Círculo de… Leer más

3 años ago