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El rechazo

a opinión social de rechazo sobre la experimentación en animales cobró gran auge durante las últimas décadas del pasado siglo XX. Desde 1970, los movimientos en favor de los derechos de los animales y de condena de estas prácticas, crecieron notablemente y ganaron adeptos, y de hecho las presiones ejercidas se han traducido en una mayor reducción en la utilización de animales en el banco de pruebas.

Los opositores a estas prácticas consideran que los animales de laboratorio están sujetos a un trato cruel, innecesario y moralmente indefendible. Estiman que la incapacidad de los animales de poder hablar, razonar y consentir la experimentación, les sitúa en un plano de desigualdad ante el hombre. No obstante, precisamente por que poseen la misma capacidad que el hombre de sentir dolor y emociones, estaríamos obligados a evitarles sufrimientos innecesarios, incomodidades o la propia muerte.

Las corrientes opositoras a la experimentación en animales cuestionan además los resultados que se obtienen de ellos. Basan sus dudas en varios puntos que estiman limitativos de su aplicación a los seres humanos. Entre estos argumentos se encuentra el de las diferencias fisiológicas entre animales y seres humanos, que juzgan inadecuados como modelos de experimentación. Además, la situación de confinamiento de los animales puede ser un elemento que invalide las observaciones, pues detrás se encuentra la manifestación de una gran tensión y estrés, que puede alterar o favorecer un funcionamiento fisiológico anormal de los animales objeto de estudio. Por añadidura, los defensores de los derechos de los animales también entienden que muchos fármacos nuevos producen reacciones inesperadas, las cuales no han sido previstas o tenidas en cuenta durante los estudios realizados con animales.

Las alternativas

Los defensores de los derechos de los animales apoyan que la experimentación animal se erradique totalmente, y que en su lugar se utilicen métodos alternativos. Sin embargo, este tema seguirá siendo causa de discusión, pues gran parte de la comunidad científica considera que las respuestas complejas que se obtienen de la experimentación animal no tienen sustituto, y sería preciso continuar con estas prácticas si se desea seguir progresando en biomedicina.

A pesar de estas opiniones, en la actualidad se investiga en todo el mundo con nuevos métodos alternativos a la experimentación animal. Ejemplo: mediante métodos in vitro, que en lugar de animales utilizan cultivos celulares y de tejidos. También, mediante programas informáticos simuladores de las funciones biológicas, que mediante análisis y cálculos estadísticos sofisticados, podrían demostrar la forma en que reaccionan los organismos vivos ante enfermedades o sustancias tóxicas; ésta vía de investigación limitaría o incluso descartaría los animales como base de la experimentación.

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