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Historia y Arte
EL SIGLO XX
Ciencia y técnica - 2ª parte
La nueva concepción de la investigación
urante siglos la razón de ser del hombre de ciencia era su deseo de conocer la naturaleza. Su trabajo era una labor callada que, a veces, tardaba años en difundirse y, por lo tanto, en encontrar una aplicación técnica.
En el siglo XIX, la Revolución Industrial empezó a dar las primeras muestras de unión entre ciencia y técnica y puso de moda la figura del inventor, cuya obra tenía corno misión no ya tanto conocer la naturaleza, sino dominarla. El científico, el técnico o el inventor seguían, no obstante, trabajando en solitario y marcándose ellos su propia línea de estudio.
No obstante, el mundo empresarial pronto tomó conciencia de la importancia económica que los nuevos inventos tenían para sus intereses. Otro tanto sucedió con los gobiernos que comenzaron a comprar inventos y patentes con fines, primordialmente, bélicos.
Así la ciencia y la tecnología, en el siglo XX, han pasado a ser un claro instrumento de poder para el dominio económico y político. De ese modo la investigación científica no sólo ha tendido hacia la aplicación tecnológica, sino que ha pasado a ser concebida de modo muy distinto a como la entendían el hombre de ciencia o el inventor del pasado.
Hoy, las grandes empresas o las instituciones estatales, conscientes de que el dominio científico tecnológico es equivalente a poder, invierten grandes sumas en investigación; buscan, e incluso presionan para que trabajen para ellos, a los mejores hombres de ciencia; forman equipos de trabajo; diseñan líneas de estudio en función de sus intereses; y, en definitiva, no reparan en medios materiales ni humanos para desarrollar una investigación perfectamente planificada. Así, los programas de investigación van dirigidos a intereses concretos de las empresas o de los gobiernos que los financian. Al tiempo, los hombres de ciencia y los técnicos han perdido todo control sobre su trabajo, pues sus descubrimientos ya no les pertenecen a ellos, sino a quienes poseen los laboratorios y las grandes sumas de dinero que hoy precisa la investigación.
Esta nueva concepción de la investigación hay que entenderla vinculada al desarrollo competitivo del comercio mundial y a la nueva forma de hacer las guerras o de ejercer la presión político-militar en nuestro siglo. Un nuevo invento puede suponer el éxito de una empresa comercial, tal como lo han demostrado algunas patentes del mundo de la informática; y una nueva tecnología bélica puede dar el triunfo en una guerra o generar en tiempo de paz el temor del enemigo potencial, ese fue el sentido de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaky y de la carrera armamentista durante la guerra fría.
Con estos condicionantes es fácil entender frases ya acuñadas como: "fuga de cerebros", "espionaje industrial" o "guerra de patentes"; y es que el mundo actual sabe que ciencia y tecnología son sinónimos no ya de prestigio, sino de poder.