GEOGRAFÍA - PAÍSES: Ecuador - 3ª parte
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Geografía

PAÍSES

Ecuador - 3ª parte


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Historia

letra capitular Ecuador forma parte de la región que vio nacer las civilizaciones superiores megalíticas del Nuevo Mundo. A fines del Pleistoceno, una primera capa de pobladores, compuesta por asiáticos, que se expansionó por todo el continente, llegó a Ecuador. Una segunda etapa, compuesta de protomalayos mongoloides, constituyó, previa asimilación de los dolicocéfalos, el núcleo caribe-aruco, sustrato de la población ecuatoriana. De ellos procede el dialecto y ciertas costumbres todavía vigentes entre los jíbaros (momificación de cadáveres, reducción de cabezas).

Una última capa de la población, de origen polinesio, formó conjuntos culturales avanzados, los centrálidos (venidos del N) y ándidos (con origen en las altiplanicies meridionales), que se unieron en Ecuador según atestiguan las huellas de tribus chichas, quechuas y atallanes.

Las poblaciones del período incaico se organizaron en colectividades exógamas con independencia dialectal y religiosa. A pesar de la extensión que permitió a algunos clanes la formación de naciones (cayapas, caracas, cayambis, peruchos, jíbaros, etc.), y, en algunos casos, de confederaciones según el modelo chibcha, la potencia de los quechuas dio como resultado la integración de etnias y la formación de un imperio.

La aparición de los incas se remonta a los ss. XVI y XVII en las altiplanicies peruano-bolivianas. Túpac Yupanqui sometió a los pueblos vecinos de Argentina y Chile, en tanto su tío Cápac Yupanqui llevó a cabo la conquista del Ecuador (s. XV). Los incas forjaron un imperio de una extensión próxima al millón de km2 e instituyeron un sistema administrativo, de comunicaciones --ruta de Quito a Cuzco-- y militar, con fortalezas en Lugapirca, Pumapungo, Paquinshapa y Tambo Blanco, así como templos y ciudades. El reinado de Huayna Cápac (1492-1525), hijo de Túpac Yupanqui, coincidió con el apogeo del Imperio. Tras la muerte de Huayna Cápac (1525) el Imperio quedó dividido en dos, Cuzco y Quito, gobernados respect. por Huáscar y Atahualpa. Esta división favoreció la conquista española.

El descubrimiento del océano Pacífico en 1513 por Vasco Núñez de Balboa abrió el paso a todas las expediciones de conquista del nuevo territorio. Pizarro explotó la rivalidad entre Huáscar y Atahualpa. Los españoles se hicieron con los territorios que hoy conforman Ecuador y Perú; después de algunos enfrentamientos por la conquista del territorio, que interesaba a Pizarro y a Almagro, éste último fue quien se puso en primera línea de la expedición. Fundó la villa de Quito que, elevada a ciudad, a partir de 1536 albergó la audiencia real con jurisdicción sobre el territorio. Francisco de Orellana, compañero en la expedición de Pizarro, alcanzó el Amazonas en una misión exploratoria, pasando previamente junto a los ríos Coca y Napo, en un recorrido de 4 000 km que concluyó en el Atlántico. A su regreso a Quito, Gonzalo Pizarro halló la capital sumida en el caos: los almagristas habían asesinado a su hermano Francisco y depuesto de su cargo de gobernador al mismo Gonzalo. La creación del virreinato de Perú otorgó el gobierno a Blasco Núñez de Vela, quien se granjeó la hostilidad de los colonos, de lo que pudo beneficiarse Pizarro tras la muerte de Núñez de Sola, dándole oportunidad de gobernar de manera absoluta los territorios. Para restaurar la autoridad del virreinato, el poder español envió al clérigo Pedro de La Gasca quien logró minar el apoyo a Pizarro con promesas de perdón a los «alzados». Pizarro fue ejecutado en abril de 1548.

La reorganización administrativa y la creación de una audiencia devolvieron a Quito su importancia. La capital se había gobernado entre 1548 y 1563 de manera autónoma, pese a formar parte del virreinato de Perú. Hernando de Santillán fue el primer presidente de la audiencia (1563). En 1592 se produjo un levantamiento de protesta contra las alcabalas que, con el pretexto de rechazar el impuesto, trató de combatir al presidente de la audiencia. El levantamiento, duramente reprimido, dejó larvado el sentimiento nacionalista que estalló definitivamente en el s. XIX. La provincia de Quito pasó nuevamente al virreinato de Nueva Granada en 1717, pero no tardó en recobrar su audiencia autónoma vinculada al virreinato de Perú. El s. XVIII acogió las corrientes ilustradas con la llegada de varias misiones científicas (La Condamine, 1736; Humboldt, 1801) que introdujeron los principios de mejora social y política que culminaron en la reivindicación independentista.

La independencia estadounidense (1776) abrió la espoleta de las revoluciones; en 1809 un grupo de aristócratas y criollos reunidos en Quito, declaró la separación del gobierno de España. Pero no contaron con la solidaridad de las poblaciones vecinas --Guayaquil, principal puerto, se mantuvo fiel a España-- y los miembros de la Junta fueron encarcelados y muertos en prisión. Hubo una segunda etapa revolucionaria (constitución del Estado de Quito en 1812), también derrotada. La independencia llegó después de que Simón Bolívar desde Venezuela y José de San Martín desde Argentina emprendieran sendas expediciones libertadoras, que esta vez contaron con el respaldo de Guayaquil (1820). Según las condiciones de la independencia (1822) dictadas por el lugarteniente de Bolívar, general Antonio José de Sucre, los territorios de Ecuador se integraron en la República de la Gran Colombia.

En 1830, tras el desmembramiento de la república colombiana se proclamó la independencia de Ecuador, que tomó el nombre de la línea equinoccial. El general Juan José Flores fue su primer presidente. Siguieron distintos mandatarios, entre los que cabe destacar a Vicente Rocafuerte, Gabriel García Moreno y Antonio Flores Jijón. Rocafuerte instauró en 1835 el sistema bicameral que estuvo en vigor hasta 1850 con el gobierno de Noboa. El gobierno de García Moreno, en 1869, abrió un paréntesis de tiranía entre una serie de gobiernos liberales; ejecutó una política intransigente en la que el clero obtuvo el monopolio de la enseñanza en todos los grados. García Moreno fue asesinado en 1875. La presidencia fue a manos del liberal Antonio Borrero, quien realizó una política anticlerical. En el último cuarto de siglo se consolidó la tendencia reformista que concluyó con la dictadura de Eloy Alfaro, contrario al poder de la oligarquía, agente de la laicización del Estado e impulsor de la Constitución de 1906. Las primeras décadas del s. XX fueron testigos de la polarización del país en dos tendencias políticas: el «alfarismo» y el «placismo» (Leónidas Plaza, defensor de la oligarquía costera, enriquecida con la exportación). Durante el gobierno de estos caudillos, se forjó una oligarquía de la banca que jugaría un papel determinante en el rumbo político ecuatoriano a partir de su alianza con los grandes comerciantes del cacao y los latifundistas en la región interior.

El acontecimiento de mayor repercusión entre 1916 y 1940 fue la grave crisis económica que, como eco del crac del 29, arruinó numerosas exportaciones agrícolas, lo que conllevó un gran descontento popular y la inestabilidad del gobierno. En el ámbito internacional, Carlos Arroyo del Río, del Partido Liberal, tuvo que hacer frente a la guerra con Perú por los territorios de la provincia de El Oro (1941) que perdió según la resolución dictada en Rio de Janeiro en 1942. Tras la derrota, una Junta Militar se hizo con el poder (1944) implantando el gobierno populista de José M. Velasco Ibarra, quien ganó las elecciones de 1960 al frente de una alianza de fuerzas dispares --desde la extrema derecha a los comunistas-- con un programa de austeridad económica y de independencia en política exterior.

La década de 1960 estuvo marcada por la inestabilidad de los gobiernos y el protagonismo de las fuerzas militares. Las elecciones de 1968 dieron el triunfo --con acusaciones de fraude-- a Velasco Ibarra quien, carente de mayoría parlamentaria, disolvió el Congreso y suspendió la Constitución. En 1972 fue depuesto por el ejército. Esta junta, que se declaró reformista y nacionalista, encabezada por el general Rodríguez Lara, quiso aprovechar la perspectiva abierta por el auge petrolero para la expansión económica. Su política externa de independencia le enfrentó a E.U.A. por la ampliación del límite de las aguas jurisdiccionales a 200 millas. Los civiles regresaron al poder en 1979 con Jaime Roldós (Concentración de Fuerzas Populares), aunque no acabaron los conflictos por la gobernabilidad. Roldós murió en accidente aéreo y le sucedió O. Hurtado, luego L. Febrer Cordero (Frente de Reconstrucción Nacional, derechista). Durante su mandato arreciaron las protestas obreras que fueron contestadas con la imposición del estado de emergencia.

En 1986 durante el gobierno de Rodrigo Borja Cevallos (Izquierda Democrática) la organización guerrillera Montoneros Patria Libre propuso iniciar el diálogo, pero éste fracasó cuando en 1989 el Gobierno ordenó la confiscación de armas entre las organizaciones paramilitares. Los vaivenes del comercio internacional, las acusaciones de corrupción y de conspiraciones entre partidos dominaron la escena política en los últimos años. La industria del petróleo asumió la problemática de asegurarse la producción ininterrumpida de las corporaciones petroleras y no dudó en recurrir a la intervención militar. Cuando Borja perdió la mayoría, Averroes Bucaram (Partido Roldosista Ecuatoriano) accedió a la presidencia del Congreso. La disputa sobre la frontera con Perú revivió en 1982 y 1983, hasta que en agosto de 1991 ambos países acordaron establecer una zona de seguridad. El conservador Sixto Durán accedió a la presidencia del país después de obtener la victoria en las elecciones de julio de 1992.

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