GEOGRAFÍA - PAÍSES: Bosnia-Herzegovina - 2ª parte
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Geografía

PAÍSES

Bosnia-Herzegovina - 2ª parte


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Historia

abitada en la Antigüedad por ilirios y celtas, la región de Bosnia-Herzegovina pasó a formar parte del Imperio romano en el s. I. Posteriormente, con la división del Imperio, romano al O y bizantino al E, la zona se convirtió en una franja fronteriza entre el mundo ortodoxo y el mundo católico, entre pueblos diferentes y a veces opuestos, carácter que le ha marcado de manera trágica a través de la historia. Las tribus eslavas llegaron a establecerse en la región en la Edad Media, alrededor del s. VII, y ya en el s. XII se fundó un Estado bosnio independiente, que habría de transformarse en uno de los más pujantes de los eslavos del sur dos siglos más tarde, bajo el reinado de Turtko I, quien se erigió en rey de los bosnios y de los servios. Después de su muerte, el país se vio inmerso en numerosas luchas intestinas, mientras que sus fronteras sufrían la doble amenaza de los húngaros y los turcos, que ansiaban apoderarse del territorio.

Tierra predilecta de las herejías cristianas, en el interior bosnio había florecido especialmente la herejía bogomila, una secta ascética y radical, influida por los maniqueos, que fue perseguida con especial denuedo por los húngaros. Con el fin de protegerse de las presiones ortodoxas y de las cruzadas húngaras, los bogomilos acogieron a los otomanos como verdaderos libertadores y muchos bosnios se convirtieron al islam, ligando su suerte a la del Imperio otomano. Finalmente, a mediados del s. XV Bosnia cayó bajo dominación turca, situación que se prolongó hasta las postrimerías del s. XIX.

Convertida en bastión de la oligarquía de los señores feudales otomanos y debilitada por diversas sublevaciones internas, la región pasó en 1878 a manos del Imperio austrohúngaro, que se valió de su mediación en un conflicto ruso-turco en que se dirimía la emancipación de los bosnios, para hacerse con el control administrativo del país. La anexión, que terminó de consumarse en 1908, puso fin al predominio de los musulmanes en el país, al tiempo que alimentó el nacimiento de numerosos movimientos nacionalistas y religiosos que tomaron fuerza en el interior de cada comunidad, que pasaron a actuar como organizaciones terroristas.

La Organización nacional musulmana reivindicaba la autonomía religiosa; la Organización nacional servia, bajo la conducción de Petar Kocic, exigía la autonomía de Bosnia-Herzegovina y la reforma agraria; la Unión católica croata, dirigida por el arzobispo de Sarajevo, apoyaba al régimen austríaco, en tanto que la Comunidad nacional croata, formada por estudiantes e intelectuales, buscaba un acercamiento entre los diversos pueblos yugoslavos. Esta explosiva situación fue el detonante de la Primera Guerra Mundial, con el asesinato del heredero de la corona austrohúngara, el archiduque Francisco Fernando, perpetrado en 1914 en Sarajevo por un estudiante nacionalista servio.

El hundimiento del Imperio austrohúngaro en 1918 liberó a los eslavos del sur de la hegemonía vienesa y, en 1919, Bosnia pasó a integrar el Reino de los Servios, Croatas y Eslovenos, bajo el reinado de Pedro I. Pero la unidad del nuevo reino no pudo forjar una auténtica patria común yugoslava debido a la voluntad centralizadora de Servia, que no respetó la pluralidad nacional y se enfrentó a croatas y bosnios. Durante la Segunda Guerra Mundial, gran parte del territorio fue ocupada por los nazis y anexada al Estado independiente croata que se había formado bajo protección alemana. En Bosnia se cometieron las peores barbaridades entre las diversas comunidades y también se registraron los más arduos combates.

La accidentada geografía bosnia, convertida en crisol de resistencias populares, asistió a los enfrentamientos entre los movimientos comunistas, liderados por Tito, y los chetniks del general monárquico servio Draza Mihailovic, cuyas convicciones conservadoras se impusieron sobre su nacionalismo y le llevaron a pactar con los alemanes para luchar contra la guerrilla comunista. Terminada la guerra, Bosnia pasó a formar parte de la nueva Yugoslavia socialista, en la que mereció una especial atención por parte del gobierno del mariscal Tito.

En el marco de la Constitución federal aprobada en Yugoslavia en 1946, Bosnia-Herzegovina accedió por primera vez a la categoría de Estado. Desde entonces, las responsabilidades políticas fueron compartidas entre representantes de las tres comunidades, lo que permitió sofocar los enfrentamientos étnicos y establecer un relativo equilibrio entre musulmanes, servios y croatas durante los cuarenta y seis años que el país permaneció integrado en la Federación Yugoslava.

En 1990, la ruptura de la Liga de los Comunistas permitió la celebración de las primeras elecciones libres, que dieron la victoria a los musulmanes, representados por el Partido de Acción Democrática (SDA), y llevaron a Alia Iztebegovic a la presidencia de la República. El 15 de octubre de 1991, después de una votación parlamentaria en la que no participaron los servios, el presidente Iztebegovic proclamó la independencia, que fue reconocida en primer lugar por Turquía y Bulgaria. En febrero del año siguiente, ante el agravamiento de la guerra civil en la antigua Federación, los responsables musulmanes decidieron convocar un referéndum para dar validez a la independencia del país. En él, las comunidades musulmana y croata se pronunciaron por la separación de Yugoslavia, mientras los servios boicoteaban la convocatoria.

El 6 de abril, la Comunidad Europea reconoció la soberanía bosnia y un mes más tarde el país era admitido en las Naciones Unidas junto con Croacia y Eslovenia. Ésta fue la mecha que encendió una guerra civil de extremada crueldad. La lucha se inició con el ataque del ejército federal, dirigido por intereses servios. Por un lado, los bosnios musulmanes buscaban mantener la integridad territorial, pero por otro los croatas se inclinaban por integrarse a los territorios gobernados desde Zagreb, en tanto que los servios luchaban por permanecer en territorio servio-yugoslavo bajo las órdenes de Belgrado. Esta situación fue aprovechada por las fuerzas del ejército federal, decidido a dividir étnicamente el territorio para luego anexionarlo a Servia, y movidas por el afán de no perder una república que contaba con el 80 % de la industria militar de la antigua Yugoslavia. Los bombardeos se agudizaron en el centro de Sarajevo y aumentó el asedio contra las ciudades de Gorazde y Bihac.

Tras sangrientos combates, los servios llegaron a apoderarse de dos tercios del territorio y proclamaron la República Servia de Bosnia-Herzegovina bajo el mando de Radovan Karadzic, sometiendo a regiones enteras a las operaciones llamadas de limpieza étnica, que han supuesto el internamiento de los musulmanes en campos de concentración, deportaciones masivas y numerosas violaciones de los derechos humanos. Mientras las Naciones Unidas se veían totalmente incapaces de detener la destrucción, la situación continuó deteriorándose a medida que crecían los combates.

En febrero de 1994 la OTAN, bajo el amparo de la ONU, lanzó un ultimátum a las milicias servias para que retiraran la artillería que rodeaba Sarajevo. La retirada servia abrió nuevas perspectivas a la pacificación del país. Sin embargo, los combates continuaron hasta noviembre de 1995, fecha en que se pactó con la firma de un primer acuerdo de paz por parte de los dirigentes de los países en conflicto.

En diciembre de 1995 se firmó en París un tratado de paz de acuerdo con las condiciones fijadas el mes anterior en la localidad estadounidense de Dayton. En el acuerdo se reconocía la existencia de un solo estado formado por dos entidades con amplia autonomía: la Federación croato-musulmana y la República serbia de Bosnia. Sarajevo es la capital de este estado y permanece unificada bajo control croato-musulmán.

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