El que domina a los otros es fuerte; el que se
domina a sí mismo es poderoso.
Las palabras elegantes no son sinceras; las
palabras sinceras no son elegantes.
Con buenas palabras se puede negociar, pero para
engrandecerse se requieren buenas obras.
Saber que no se sabe, eso es humildad. Pensar
que uno sabe lo que no sabe, eso es enfermedad.
El sabio no enseña con palabras, sino con actos.
El que sabe no habla, el que habla no sabe.
No vayas contra lo que es justo para conseguir
el elogio de los demás.
Si das pescado a un hombre hambriento, le nutres
una jornada. Si le enseñas a pescar, le nutrirás
toda la vida.
Cuando dejo de ser lo que soy, me convierto en
lo que podría ser.
Un viaje de mil millas comienza con el primer
paso.
El que está satisfecho con su parte es rico.
Observa todo lo blanco que hay en torno tuyo,
pero recuerda todo lo negro que existe.
El hombre corriente, cuando emprende una cosa,
la echa a perder por tener prisa en terminarla.
La perfección del que imparte órdenes es ser
pacífico; del que combate, carecer de cólera; del
que quiere vencer, no luchar; del que se sirve de
los hombres, ponerse por debajo de ellos.
Lo que le da su valor a una taza de barro es el
espacio vacío que hay entre sus paredes.
Si no puedes avanzar una pulgada, retrocede un
pie.
Todo lo difícil debe intentarse mientras es
fácil.
La manera de hacer es ser.
El valor de un acto se juzga por su oportunidad.
Dios no recibe respuestas con palabras.
Diferentes en la vida, los hombres son
semejantes en la muerte.