Hay un solo niño bello en el mundo y cada madre
lo tiene.
La gratitud, como ciertas flores, no se da en la
altura y mejor reverdece en la tierra buena de los
humildes.
La libertad es el derecho que tienen las
personas de actuar libremente, pensar y hablar sin
hipocresía.
La libertad no puede ser fecunda para los
pueblos que tienen la frente manchada de sangre.
Los bárbaros que todo lo confían a la fuerza y a
la violencia, nada construyen, porque sus simientes
son de odio.
Los hombres son como los astros, que unos dan
luz de sí y otros brillan con la que reciben.
Para ir delante de los demás, se necesita ver
más que ellos.
Para pedestal, no para sepulcro, se hizo la
tierra, puesto que está tendida a nuestros pies.
También a un gran hombre lo puede exasperar una
miserable mosca.
Vale más un minuto de pie que una vida de
rodillas.
El lenguaje ha de ser matemático, geométrico,
escultórico. La idea ha de encajar exactamente en la
frase, tan exactamente que no pueda quitarse nada de
la frase sin quitar eso mismo de la idea.
Es preferible el bien de muchos a la opulencia
de pocos.
Los derechos se toman, no se piden; se arrancan,
no se mendigan.
El único autógrafo digno de un hombre es el que
deja escrito con sus obras.
Los hombres se dividen en dos bandos: los que
aman y fundan, los que odian y deshacen.
El elogio oportuno fomenta el mérito, y la falta
de elogio lo desanima.
Los niños son la esperanza del mundo.
Mi trabajo es cantar todo lo bello, encender el
entusiasmo por todo lo noble, admirar y hacer
admirar todo lo grande.
Las verdades elementales caben en el ala de un
colibrí.
La única fuerza y la única verdad que hay en
esta vida es el amor. El patriotismo no es más que
amor, la amistad no es más que amor.