Los dictadores pueden reformar las leyes; pero
no las costumbres.
Es más fácil ser genial que tener sentido común.
Nada fortifica tanto las almas como el silencio;
que es como una oración íntima en que ofrecemos a
Dios nuestras tristezas.
Una cosa es continuar la historia y otra
repetirla.
Algunos escritores aumentan el número de
lectores; otros sólo aumentan el número de libros.
No hay ninguna lectura peligrosa. El mal no
entra nunca por la inteligencia cuando el corazón
está sano.
No es humano el deber que por soñar con una
humanidad perfecta es inexorable con los hombres.
Una idea fija siempre parece una gran idea, no
por ser grande, sino porque llena todo un cerebro.
Esperar es siempre temer.
La peor verdad sólo cuesta un gran disgusto. La
mejor mentira cuesta muchos disgustos pequeños y al
final, un disgusto grande.
El que es celoso, no es nunca celoso por lo que
ve; con lo que se imagina basta.
Si la pasión, si la locura no pasaran alguna vez
por las almas… ¿Qué valdría la vida?
En asuntos de amor los locos son los que tienen
más experiencia. De amor no preguntes nunca a los
cuerdos; los cuerdos aman cuerdamente, que es como
no haber amado nunca.
El amor es como el fuego; suelen ver antes el
humo los que están fuera, que las llamas los que
están dentro.
En la vida, lo más triste, no es ser del todo
desgraciado, es que nos falte muy poco para ser
felices y no podamos conseguirlo.
Cuando no se piensa lo que se dice es cuando se
dice lo que se piensa.
El verdadero amor no se conoce por lo que exige,
sino por lo que ofrece.
El amor es lo más parecido a una guerra, y es la
única guerra en que es indiferente vencer o ser
vencido, porque siempre se gana.
No hay sentimiento que valga; el amor es una
ocupación como otra cualquiera.
El único egoísmo aceptable es el de procurar que
todos estén bien para estar uno mejor.