El sol no espera a que se le suplique para
derramar su luz y su calor. Imítalo y haz todo el
bien que puedas sin esperar a que se te implore.
Puedes ser invencible si nunca emprendes combate
de cuyo regreso no estés seguro y sólo cuando sepas
que está en tu mano la victoria.
El infortunio pone a prueba a los amigos y
descubre a los enemigos.
El exceso de cólera engendra la locura.
El deseo y la felicidad no pueden vivir juntos.
Acusar a los demás de los infortunios propios es
un signo de falta de educación. Acusarse a uno
mismo, demuestra que la educación ha comenzado.
¿Quieres dejar de pertenecer al número de los
esclavos? Rompe tus cadenas y desecha de ti todo
temor y todo despecho.
¿Qué ganarías con injuriar a una piedra que es
incapaz de oírte? Pues bien, imita a la piedra y no
oigas las injurias que te dirijan tus enemigos.
No hay que tener miedo de la pobreza ni del
destierro, ni de la cárcel, ni de la muerte. De lo
que hay que tener miedo es del propio miedo
El hombre sabio no debe abstenerse de participar
en el gobierno del Estado, pues es un delito
renunciar a ser útil a los necesitados y un cobardía
ceder el paso a los indignos.
El error del anciano es que pretende enjuiciar
el hoy con el criterio del ayer.
La verdad triunfa por sí misma, la mentira
necesita siempre complicidad.
Si no tienes ganas de ser frustrado jamás en tus
deseos, no desees sino aquello que depende de ti.
Los placeres raros son los que más nos deleitan.
Lo que inquieta al hombre no son las cosas, sino
las opiniones acerca de las cosas.
La fuente de todas las miserias para el hombre
no es la muerte, sino el miedo a la muerte.
La envidia es el adversario de los más
afortunados.
Filosofar es esto: examinar y afinar los
criterios.
En las desgracias hay que acordarse del estado
de conformidad con que miramos las ajenas.
En la prosperidad es muy fácil encontrar amigos,
en la adversidad no hay nada más difícil.