Muchas veces nace la enfermedad del mismo
remedio.
Cada uno muestra lo que es en los amigos que
tiene.
Todos los necios son obstinados y todos los
obstinados son necios.
Por grande que sea el puesto, ha de mostrar que
es mayor la persona.
Métense a querer dar gusto a todos, que es
imposible, y vienen a disgustar a todos, que es más
fácil.
Es tan difícil decir la verdad como ocultarla.
La muerte para los jóvenes es naufragio y para
los viejos es llegar a puerto.
La confianza es madre del descuido.
Pon un gramo de audacia en todo lo que hagas.
Es desgracia habitual en los ineptos la de
engañarse al elegir profesión, al elegir amigos y al
elegir casa.
La costumbre disminuye la admiración, y una
mediana novedad suele vencer a la mayor eminencia
envejecida.
No te pongas en el lado malo de un argumento
simplemente porque tu oponente se ha puesto en el
lado correcto.
No hay peor sordo que el que no puede oír; pero
hay otro peor, aquél que por una oreja le entra y
por otra se le va.
Lo bueno, si breve, dos veces bueno.
A los veinte años un hombre es un pavo real; a
los treinta, un león; a los cuarenta, un camello; a
los cincuenta, una serpiente; a los sesenta, un
perro; a los setenta, un mono; a los ochenta, nada.
¿Cuál puede ser una vida que comienza entre los
gritos de la madre que la da y los lloros del hijo
que la recibe?
Saber olvidar, más es dicha que arte.
Donde acaba el deseo comienza el temor.
Errar es humano, pero más lo es culpar de ello a
otros.
Visto un león, están vistos todos, pero visto un
hombre, sólo está visto uno, y además mal conocido.
Quien no tiene enemigos, tampoco suele tener
amigos.
Lo único que realmente nos pertenece es el
tiempo: incluso aquel que no tiene otra cosa cuenta
con eso.