Más instructivos son los errores de las grandes
inteligencias que las verdades de los ingenios
mediocres.
Las grandes elevaciones del alma no son posibles
sinó en la soledad y en el silencio.
La vida es un negocio en el que no se obtiene
una ganancia que no vaya acompañada de una pérdida.
La religión debería servir más para dar ánimos a
los buenos que para aterrorizar a los malos.
La fuerza es confiada por naturaleza. No existe
un signo más patente de debilidad que desconfiar
instintivamente de todo y de todos.
La existencia es un viaje en el que no existen
los caminos llanos: todo son subidas o bajadas.
La perseverancia es la virtud por la cual todas
las otras virtudes dan su fruto.
La civilización es una terrible planta que no
vegeta y no florece si no es regada de lágrimas y de
sangre.
Escuchad el consejo del que mucho sabe; pero
sobre todo escuchad el consejo de quien mucho os
ama.
El saber y la razón hablan; la ignorancia y el
error gritan.
El hombre malo puede decantarse a veces hacia el
lado de la razón; pero le resulta casi imposible no
hacer cuanto conviene para inclinarse a la maldad.
El hombre comienza en realidad a ser viejo
cuando cesa de ser educable.
El de la locura y el de la cordura son dos
países limítrofes, de fronteras tan imperceptibles,
que nunca puedes saber con seguridad si te
encuentras en el territorio de la una o en el
territorio de la otra.
Cuanto más posee el hombre, menos se posee a sí
mismo.
Bien poco enseñó la vida a quien no le enseñó a
soportar el dolor.
A veces conviene cerrar un ojo, pero no es
prudente cerrar ambos a la vez.
El que se fía de cualquiera demuestra poca
discreción y sensatez: el que de nadie se fía
muestra tener todavía menos.
El amor es como el agua, si algo no lo agita, se
echa a perder.
Si pretendes y te esfuerzas en agradar a todos,
acabarás por no agradar a nadie.
Los deseos son como los peldaños de una
escalera, que cuanto más subes, tanto menos contento
te hallas.