ECOLOGÍA - EVOLUCIÓN: Teorías sobre el origen de la vida y su evolución - 3ª parte

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Ecología

EVOLUCIÓN

Teorías sobre el origen de la vida y su evolución - 3ª parte


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Evolución y selección

letra capitular El genial Carl Sagan se preguntaba en su obra Cosmos sobre la posibilidad de existencia de vida en otros planetas ¿Que forma tendría? ¿de que estaría hecha? Si existiera vida extraterrestre ¿se basaría en las mismas moléculas orgánicas que la vida de la Tierra? Sagan teoriza sobre la vida extraterrestre recurriendo al conocimiento de la vida terrestre, sus orígenes y posterior evolución, para sugerir que la sustancia de la vida se encuentra en todas partes, y por tanto, cualquier vida externa a nuestro planeta podría seguir un proceso similar al nuestro. Concluye en que quizás el origen y la evolución de la vida sea una inevitabilidad cósmica, si se dispone de tiempo suficiente.

En ocasiones alguien señala hasta que punto es afortunada la coincidencia de que la Tierra esté perfectamente adaptada a la vida: temperaturas moderadas, agua líquida, atmósfera de oxígeno, etc. Pero esto supone confundir por lo menos en parte causa y efecto. Nosotros, habitantes de la Tierra, estamos supremamente adaptados al medio ambiente de la Tierra porque crecimos aquí. Las formas anteriores de vida que no estaban perfectamente adaptadas murieron. Nosotros descendemos de organismos que prosperaron. No hay duda de que los organismos que evolucionan en un mundo muy diferente también prosperarán.

La selección natural y artificial

Dos procesos actúan en esencia sobre la evolución: la selección artificial y la natural. Los hombres han seleccionado deliberadamente durante miles de años, las plantas y animales que han de vivir y las que merecen morir. Desde nuestra infancia nos rodean animales, frutos, árboles y verduras familiares, cultivados y domesticados. ¿De donde proceden? ¿Vivían antes libremente en el mundo silvestre y se les indujo luego a seguir una forma de vida menos dura en el tiempo? No, la realidad es muy distinta. La mayoría de ellos los creamos nosotros.

animales, vaca, ternero
Al seleccionar y domesticar determinados animales
deseables estamos controlando su crianza, y por tanto que
su reproducción sea preferente a las demás.

Hace diez mil años no había vacas lecheras ni otras especies para carne, ni perdigueros, ni espigas grandes de trigo. Cuando domesticamos a los antepasados de estas plantas y animales (a veces seres que presentaban un aspecto muy distinto) controlamos su crianza. Procuramos que algunas variedades cuyas propiedades considerábamos deseables se reprodujeran con preferencia a las demás. Cuando deseamos un perro que nos ayudará a controlar un rebaño de ovejas, seleccionamos razas que eran inteligentes, obedientes y que mostraban un cierto talento previo con el rebaño, talento que es útil para los animales que cazan en jaurías. Las ubres enormemente dilatadas del ganado lechero son el resultado del interés del hombre por la leche y el queso. Nuestro trigo o nuestro maíz se ha criado durante diez mil generaciones para que sea más gustoso y nutritivo que sus escuálidos antepasados; ha cambiado tanto que sin la intervención humana no pueden ni reproducirse.

La esencia de la selección artificial (tanto de un perro, una vaca o una espiga de trigo) se resume en que muchos rasgos físicos y de comportamiento de las plantas y de los animales se heredan. Los hombres, por el motivo que sea, apoyan la reproducción de algunas variedades y reprimen la reproducción de otras. La variedad que se ha seleccionado se reproduce de modo preferente; llega a ser abundante; la variedad desechada se hace rara y quizás llega a extinguirse.

Pero si los hombres pueden crear nuevas variedades de plantas y de animales, ¿no ha de poder hacer lo mismo la naturaleza?. Este proceso similar se denomina selección natural. Las alteraciones que hemos provocado en animales y vegetales durante la corta estancia de los hombres sobre la Tierra, y la evidencia fósil demuestran claramente que la vida ha cambiado de modo fundamental a lo largo de las eras. Los restos fósiles nos hablan sin ambigüedad de seres presentes, antes en números enormes, y que actualmente han desaparecido de modo absoluto. Las especies que se han extinguido en la historia de la Tierra son mucho más numerosas que las existentes actualmente; son los experimentos conclusos de la evolución.

Los cambios genéticos inducidos por la domesticación se han producido con mucha rapidez. El conejo no se domesticó hasta los primeros tiempos del medioevo (lo criaron monjes franceses creyendo que los conejitos recién nacidos eran pescado, y que por lo tanto quedaban exentos de la prohibición de consumir carne en ciertos días del calendario de la Iglesia); el café en el siglo quince; la remolacha azucarera en el siglo diecinueve; y el visón está todavía en las primeras fases de domesticación. En menos de diez mil años la domesticación ha aumentado el peso de la lana que crían las ovejas, desde menos de un kilo de pelos duros hasta diez o veinte kilos de una pelusa fina y uniforme; o el volumen de leche producido por el ganado en un periodo de lactancia desde unos cuantos centenares de centímetros cúbicos hasta un millón. Si la selección artificial puede provocar cambios tan grandes en un periodo de tiempo tan corto, ¿de que será capaz la selección natural trabajando durante miles de millones de años?.

El gran descubrimiento asociado con los nombres de Charles Darwin y de Alfred Russel Wallace, es que el mecanismo de la evolución es la selección natural. Hace más de un siglo estos científicos hicieron hincapié en que la naturaleza es prolífica, en que nacen muchos más animales y plantas de los que pueden llegar a sobrevivir y en que, por lo tanto, el medio ambiente selecciona las variedades que son accidentalmente más adecuadas para sobrevivir. Las mutaciones (cambios repentinos en la herencia) se transmiten enteras. Proporcionan la materia prima de la evolución. El medio ambiente selecciona las pocas mutaciones que aumentan la supervivencia, obteniéndose una serie de lentas transformaciones de una forma de vida en otra, que origina nuevas especies. La respuesta a la selección natural es toda la belleza y diversidad del mundo biológico. La evolución es un hecho, no una teoría.

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