En los últimos tiempos asistimos a la vorágine de los sellos personalizados [en España el correo los tituló TU SELLO], sobres a la carta, listos para imprimir o simplemente: imprímase usted aquello que le guste que el correo se lo transportará; total usted paga y nosotros [el correo], siempre ganaremos algo para nuestras escuálidas arcas, sobre todo, después de la famosa parida del FRANQUEO PAGADO EN OFICINA que a nadie convence, pero que tampoco genera unos ingresos extraordinarios ni un ahorro de personal.
¿Podemos aceptarlo? ¡Podemos! ¿Debemos? Eso ya es otra cosa. Si a usted le gusta «la parida»: nada que objetar. Allá usted en lo que se gasta sus «chavos»; porque, de entrada, la gran mayoría de los sellos personalizados o a la carta no cumplen con las sencillas y claras normas que estipula [o tenemos que decir ¿estipulaba?] la UPU que tanto trabajo costó consensuar y que a la hora de la verdad se convirtió en un acuerdo de «truhanes o trileros». Primero se firman los acuerdos, pomposamente, en los correspondientes Congresos [financiados con dinero público y hoteles de máxima categoría, por ejemplo] y, luego, cada uno, una vez en casa, monta su «chiringuito» y a producir infinidad de parafernalia para extraer el «jugo» a esa vaca, cada vez más flaca, llamada filatelia.
Estamos ante aquella célebre y recurrente frase de «pan para hoy y hambre para mañana». La filatelia, lamentablemente, entre unos y otros, asiste a ese largo letargo que en la piel de toro se dio en los setenta con los miles de cromos de los sultanatos, las tiradas millonarias y las grandes colas los días de emisión; según qué series (nunca eran las más baratas en cuanto a facial, salvo la célebre del Despacho Español en Andorra que merecería un comentario aparte) bastaban 24 horas para duplicar o triplicar su valor en un mercado ávido de material: los especuladores entraron a saco y la filatelia pagaría, con creces, el peaje.
Pequeños ahorradores comenzaron a almacenar sellos que, años después, sólo si tenías algún estanco cerca, podías negociar no perder un 50% del valor facial (a veces más). Imaginen el coste que supuso si a ello se le añadía la constante inflación. La ruina para muchos y, para otros, odiar para siempre los «malditos» sellos [pobrecitos, tan inocentes, ellos que no entienden de las «avaricias» de sus propietarios]. Los abonados comenzaron a desertar y miles de sellos vendidos de antemano, dejaron de salir del Servicio Filatélico -nunca se reconoció el desastre, oficialmente tampoco se difundió el número de sellos que Correos facturaba a sus abonados de cada nueva emisión pero, se calcula que en los mejores momentos, el pico alcanzó los 500.000 ejemplares de cada efecto. Hoy, en los mejores casos, se cree que, siendo ecuánimes, no llegan a la décima parte los sellos que suministra el correo español a sus abonados-. Hagan cuentas y tendrá en sus manos la cuantía del desastre montado por los cuatro energúmenos que aprovecharon los primeros momentos para una pseudo-privatización del otrora ejemplar servicio postal. Se comenzaron a repartir «bufandas» y las correspondientes primas mientras el agujero iba creciendo a velocidad «planetaria» como diría una de las mentes pensantes que nos gobiernan.
Evidentemente, renovarse o morir. Los prebostes postales lanzaron sus escuadras a conquistar lo conquistable. Comenzaron con las «Pruebas de Artista» (sin valor postal alguno y sólo tiene el nombre de «prueba» para incautos, ya que el coleccionista serio conoce lo que es una «prueba» y lo que se emite pura y simplemente como emisión paralela que se vende 10 o 100 veces el valor que el vendedor le quiera poner, pero sabiendo que no tiene posibilidad de recuperar, prácticamente, nada de lo que paga por esa pieza, salvo si encuentra a otro coleccionista (difícilmente se lo recompra la filatelia que se lo vendió). Después llegaron los sobres enteros postales y las postales del correo: en realidad piezas encargadas por los organizadores de eventos múltiples y por los cuales el correo «cobra» la totalidad del facial impreso y el coste (al alza, faltaría más) de su producción. Una vez en poder de los promotores, estos harán que esa
pieza que costó, por ejemplo 0,30+0,10€, o sea, facial y coste que se paga por adelantado al correo y siempre por una cantidad mínima que impone el servicio postal a cualquier peticionario, en su tiempo eran 5.000 ejemplares. Hagan números y verán que sólo por autorizar la emisión el correo ingresa un buen pellizco ¿usted se negaría a un ingreso extra por «papel» mojado que prácticamente en su totalidad no pasará por la red postal? El correo y sus prebostes tampoco le hacen ascos.
Como ese sistema cada vez era menos productivo, se lanzaron a los sellos personalizados y al culto de la personalidad [cómo cambian los tiempos, antes era de regímenes totalitarios]: nuestros rostros, nuestras mascotas, nuestros nietos, etc. etc. ¡En un sello de Correos! Y se le dota de las mil y una fórmulas para hacerlo «oficial» y, por lo tanto, que circule por el correo [en unos momentos en donde más del 90% de la correspondencia que nos llega al buzón carece de sellos] aunque no cumpla con las normas UPU, ahora ya no son miles los que hay que encargar, basta con «solicitar» un pliego de 20 [mínimo, pero usted puede escoger la cantidad de pliegos que desea siempre y cuando los pague a estricto contado y por anticipado, el € que más o menos le cuesta un ejemplar de «TU SELLO», si lo pone a circular por el correo, entonces prepárese porque con suerte no estará matasellado como dios manda o bien habrá sufrido las mil y una hasta
llegar a sus manos, si tiene la suerte que algún «cuco» no se lo haya quedado por el camino]. Normalmente le pedirán unas garantías para no infringir los derechos de autor y allá usted lo que haga con esos sellos acifrados [0,34 € unidad, por los que ya, de entrada, está abonando un euro la pieza.
La mayoría de las entidades filatélicas y comerciantes que los han solicitado, por lo general, no es para usarlos, sino para ofrecerlos a los aficionados que lo deseen por 3€ ejemplar: todos especulan, aunque se necesitarían grandes compras para hacer verdaderamente negocio. ¿Merece la pena? Eso nos lo podría decir el correo, pero el mutis es total. Los que los encargan son «felices» con sus fruslerías. Nada que objetar: son libres de diseñarse esas piezas a la carta, de coleccionarlas o regalarlas. Otra cosa es cómo y de qué forma se consideran en las muestras filatélicas que, aplicando el reglamento en toda su rigidez, automáticamente deberían ser consideradas como las célebres de los sultanatos pues no son otra cosa que confeccionadas por encargo… ¿Y a dónde irán las piezas defectuosas que genera la impresión? Cuestión de revisar las papeleras del servicio filatélico a ver si las tiran allí, si las destruyen o simplemente
«alguien se las guarda» para, en su momento, sacar algún «dinerillo extra» sobre todo ahora que el «cejas» nos ha anunciado los recortes ¿por qué tiene que pagar Juan Español todos los desastres que cometen los políticos? ¿Cuándo exigiremos como en Singapur, que goza de los políticos mejor pagados del mundo y que cobran una vez finalizan sus mandatos la prima correspondiente? ¿Para cuándo tendremos unos políticos que verdaderamente sean los mejores? ¿Para cuándo la política será un honor y no un medio para hacerse multimillonaria la gente que en una empresa privada no pasaría prácticamente de conserje?
Es más emocionante buscar piezas «diferentes» en las habituales emisiones y al alcance de todos con sólo comprarlas en los estancos o en los despachos filatélicos (más difícil será en las filatelias, en caso de detectar el error le ofrecerán las piezas con la correspondiente plusvalía). Por ejemplo, la hojita bloque de 0,29€ Campeones del mundo de baloncesto, hay posibilidad de hacer varias páginas si tenemos suficiente paciencia de ir comprando allá en donde se localice. Desplazamiento de colores -fácilmente visible en la leyenda Campeones del mundo-, o en el corte, en algunos es fácil ver que la guillotina se llevó algún logo, sobre todo en la parte inferior -pierna de algún jugador-. Pero, siempre tenemos un pero, ya hemos visto a algún «listillo» que simplemente ha cortado un poquito más la parte inferior para crearse una «variedad» [artesanal] que en realidad es un simple fraude para hacer picar a algún incauto que
coleccione esa temática. La numeración también le puede dar sorpresas, ahí tiene en donde entretenerse y, en último extremo, si no encuentra nada, pues utilice la hojita para franquear su correspondencia ahora que prácticamente los sellos se han convertido en «rara avis» dentro del servicio postal español, aunque hay que advertir: más de una carta, filatélicamente franqueada, «misteriosamente» no llega a destino. ¿Por qué será? Bueno, hay para todos los gustos, pero en Tarragona, en el año 1894 ya se quejaban los usuarios del correo sobre la desaparición de la correspondencia, estamos en el siglo XXI y la situación no ha cambiado mucho, lo que nos demuestra, una vez más, que el hombre es un animal de costumbres fijas. Cuando alguien es aficionado a lo ajeno, prácticamente no tenga remedio por mucho que se intente desviar la atención con políticas absurdas y buenismo trasnochado que lo único que provoca es desazón en la
sociedad, que paguen los que menos culpa tienen y los «sinvergüenzas» siempre escapen de la quema que ellos provocan. O lo que es igual: pan para hoy y hambre para mañana y en esas estábamos cuando nos cayó el «corralito» que hace meses venía anunciando. Duros como piedras y no querer ver la realidad que nos explota ante nuestros propios ojos.
JUAN FRANCO CRESPO
lacandon999@gmail.com
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