La música coral, en su mayor parte, tiene su origen en el mundo religioso, sobre todo en el ámbito protestante y, especialmente, en la corriente luterana: numerosos libros de himnos fueron publicados en la época de la Reforma de Lutero contribuyeron al afianzamiento de los coros como una pieza esencial en el ámbito religioso, este hecho provocó la expansión musical y estimuló la composición cuyo estilo fue marcado por el teólogo calvinista Osiander, el punto álgido se alcanzó con innumerables piezas creadas por Juan Sebastián Bach.
Evidentemente, en nuestros días, hay diferentes tipos de corales, pero nosotros nos centraremos en la parte religiosa que fue su original fuente y que encontramos como parte integrante del culto en el antiquísimo rito hebreo de los tiempos bíblicos. La tradición coral de occidente nos llegó con los primeros cristianos y hasta mediados del XV la polifonía estuvo íntimamente ligada a los coros que en la mayoría de las ocasiones, estaban integrados por hombres [recordemos que fue San Pablo quien prohibió cantar en las iglesias a las mujeres, éstas podían hacerlo en los conventos] y, frecuentemente, niños; lo normal eran coros de 4-6 y para los hombres de 10-13 personas. En el XVI la iglesia católica introdujo los castrados para conseguir unas voces más potentes y los más comunes se componían de 20-30 cantantes, las opciones fueron varias según la zona europea de referencia. En la Francia Revolucionaria se llegó a montar un coro de nada menos que 2400 miembros para celebrar «los excesos» de aquellos hechos con motivo del entonces «V Aniversario» (1794). Si se analizaran desde nuestra perspectiva actual, fue una etapa de un despotismo sanguinario sin parangón, pero esa es otra historia que nada tiene que ver con el mundo de la música.
Un extraordinario renacimiento de la música coral se produce con la irrupción de Bach que se extendió, sobre todo, por el norte del continente: el nacimiento de la corriente metodista [véase nuestro anterior trabajo sobre Wesley] y otros movimientos evangélico-protestantes afianzaron y expandieron el género que prácticamente ha llegado hasta nuestros días en donde no hay iglesia o congregación que se precie sin su correspondiente coro, algo menos común en la Iglesia Católica, donde encontrar un coro parroquial es algo bastante inusual.
El entonces floreciente imperio colonial británico expandió la práctica y la música coral religiosa siguió su propia evolución, en donde habría que encajar el popular «gospel» que hoy conocemos y cantado principalmente por grupos de color. En los Estados Unidos, a veces, se han congregado grandes multitudes que cantan al unísono en momentos especiales; a principios del XX Homer Rodeheaver llegó a reunir un cuarto de millón de personas para sus cánticos de alabanza.
El siglo XX también conoció coros y compositores nacionalistas que ampliaron la base de este tipo de música que también encontramos en el mundo de la ópera, esta faceta escapa, evidentemente, a nuestro comentario basado en la preciosa emisión navideña realizada por el correo de las islas Fiji.
Los sellos con los coros cristianos tratan de rendir tributo a esa gran comunidad religiosa que se reúne en las fiestas de la cristiandad por excelencia y lo celebran con sus tradicionales cánticos. El coro de la Iglesia Metodista Wesleyana (Lotu Wesele) fue la primera denominación cristiana que cuajó en el archipiélago y hoy en día una gran competición nacional congrega en torno a la Conferencia anual (Koniveredi) a los grupos étnicos del archipiélago en la capital: Suva.
Los primeros wesleyanos se introdujeron en la isla de Lakeba (grupo de las Lau) de la mano de los predicadores David Cargill y William Cross en 1835, aunque en realidad les habían precedido los predicadores tahitianos integrados en la London Missionary Society. Entonces descubren que los nativos tienen una gran facilidad para los cánticos con su peculiar estilo para la polifonía cultivada de forma natural en la zona. Las primeras composiciones se realizaron en los dialectos de Lau y Somosomo, poco después fueron fijadas traducciones de John Wesley al fijiano y en 1843 se imprimieron 4.000 ejemplares del libro de cánticos.
El coro es una forma de socialización y cohesión de los diferentes grupos étnicos que pueblan estas paradisíacas islas del Pacífico. Los sellos tienen un facial de 20-50-65c y 3$ que muestran otras tantas agrupaciones corales que el diseñador escogió en momentos de la celebración de los entrañables cánticos navideños (villancicos): Bogi butô, Sa memela dina mai, Na ivakatawa era tu, Mai na koro i Tevita (Noche de paz, campanas de navidad, los pastores, los reyes magos, etc.).
La emisión fue diseñada por George Bennett, se imprimieron en la Southern Colour Print de Nueva Zelanda en formato horizontal multicolor sobre papel engomado de la canadiense Tellis Russell.
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JUAN FRANCO CRESPO
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