El origen del término
El término «Barroco» procede de la voz portuguesa barrueco; con ese nombre se designaba a las perlas de forma irregular. En su tiempo no se utilizaba este término para definir las nuevas expresiones artísticas nacidas del Renacimiento, sino que fue acuñado posteriormente por los críticos.
En principio, definía de forma despectiva un arte con excesiva ornamentación, énfasis y explosión de color, que lo alejaba de la sobriedad, equilibrio y racionalidad del clasicismo renacentista. Se consideraba un término deshonroso, expresión de la degeneración producida por la pérdida de valores tradicionales en la evolución del Renacimiento. No sería hasta 1888, en que el historiador alemán de arte Heinrich Wölfflin (1864-1945) rehabilitó el término, ya en un ambiente de aceptación y reconocimiento hacia este estilo.
La sombra del Concilio de Trento:
El estilo Barroco tomó fuerza en Italia a finales del siglo XVI. Todo el siglo XVII constituyó un desbordante movimiento que rompía con la tradicional austeridad. El Concilio de Trento fue su impulsor.
Tras la pérdida de unidad de la iglesia, y la austeridad mostrada por protestantes y calvinistas en cuanto a la veneración de las imágenes, la iglesia católica reacciona haciendo afirmación de valores, con gran ostentación sobre el culto de la Virgen y los santos, y fomentando el alejamiento de los artistas de los temas paganos que el Renacimiento había descubierto; también las formas puritanas serían preservadas, evitándose los denudos y las escenas que la iglesia consideraba condenables o reprochables públicamente.
Otros fenómenos vendrían también a orientar las iniciativas de la Iglesia. Todo el siglo está plagado de mortandad a causa de guerras y epidemias, y las gentes sencillas se aferran al consuelo de la práctica religiosa. En Trento se exponen entonces los peligros de la idolatría y las dificultades de la Iglesia para mantener la unidad espiritual; la estrategia consiguió que el mecenazgo de papas y altas jerarquías eclesiásticas, junto con el asentamiento absolutista de los monarcas europeos, favoreciese rodearse de un arte espléndido y lujoso, escenas y brillantes espectáculos muy apreciados por los súbditos. Uno de los campos más visibles de este estilo es la profusión de esculturas en la edificación de los templos.
Éxtasis de la beata Ludovica Albertoni; escultura de Gianlorenzo Bernini
La expresión artística nacida de esta inmersión católica o Contrarreforma, que fue favorecida por el papado y difundida por los jesuitas, dio lugar al Barroco como movimiento artístico y cultural, pues se extendió con fuerza como estilo sobre todo a la literatura, escultura, pintura, arquitectura, música y danza.
Crucifixion de San Pedro; pintura barroca de Caravaggio
Se puede resumir la estrategia de la Iglesia, en la influencia sobre los artistas para, mediante estímulos artísticos y psicológicos, muy suntuosos y recargados, dirigir, enardecer y conseguir aflorar la máxima emoción en los fieles que derive hacia el objetivo final, que era la devoción.
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