PRIMERO… ¿QUÉ SON LOS VALORES UNIVERSALES?
Nos referimos a los valores universales en el sentido de valores positivos; son virtudes humanas de convivencia válidas en una época y tiempo determinados, constituyendo reglas de comportamiento predefinidos que nos permiten vivir de forma armónica dentro de una sociedad.
Así, entre otros, son valores universales la honradez, la solidaridad, la bondad, el amor, la amistad, la responsabilidad, el honor, el respeto, la tolerancia y la paz. Algunos de estos valores, como la tolerancia y el respeto, han acogido en los últimos tiempos el de la igualdad social, o reconocimiento a todos los ciudadanos de los Derechos Humanos, o conjunto de características que permiten a las personas realizarse por el mero hecho de su condición humana. Esa realización debe ser accesible a toda persona humana, sin exclusión ni distinción de su origen, etnia o raza, color, sexo, lengua, religión, posición social o económica, y opinión de cualquier tipo.
Aunque han existido y existen situaciones en el mundo que niegan la igualdad social, como son la esclavitud, el racismo y otras formas de discriminación, su ejercicio no merma en absoluto el carácter de los valores y principios éticos universales, que se asumen como valores comunes por toda la raza humana. Aquí se excluyen los conceptos de «valores morales», los cuales sí pueden estar sujetos a diferencias por motivo del ambiente cultural, religión o nacionalidad.
Así pues, la tendencia de los valores sociales universales (no los valores morales, que pueden entrar en discusión), es su conocimiento y difusión a cualquier edad y en cualquier ambiente cultural, al constituir esos valores conceptos absolutos de convivencia de la humanidad en su conjunto.
LA FAMILIA COMO TRANSMISOR DE VALORES
Los humanos nacemos habitualmente en núcleos familiares, en ellos nos desarrollamos y evolucionamos, aprendemos los valores de convivencia y nos expresamos como seres sociales. A lo largo de la historia, ese desarrollo social y cultural surgió acorde al proceso evolutivo de cada una de las sociedades que han existido y existen en la Tierra. Muchas costumbres y modos de vida tuvieron su origen en épocas pretéritas, por el conocimiento oral en un principio, y más tarde también por el escrito. Nuestros ancestros narraban y describían a los jóvenes el pasado histórico, y así lo transmitieron a las siguientes generaciones hasta nuestros días. De aquí, que el papel de la familia sea considerado el principal soporte para el desarrollo del niño en las primeras etapas de su vida, con respecto a la asunción de valores comunes y también a la creación de su propia escala de valores. La familia tiene ese poder único por su proximidad y capacidad de promover el aprendizaje, basado en el ambiente afectivo y de comunicación que se produce, capaz de conseguir que los valores se inculquen de manera eficaz y sean perdurables.
LA TRANSMISIÓN DE CULTURA A TRAVÉS DEL CUENTO CLÁSICO INFANTIL
Los cuentos clásicos infantiles fueron uno de los principales medios de propagación de la cultura humana de todos los tiempos. La proyección del mensaje es muy poderosa, al hallarse el niño en un momento de su evolución con gran facilidad de absorción y aceptación sin apenas cuestionamientos. Los perceptores del cuento, al entrar en contacto con su contenido, participan y construyen una visión del mundo con unas bases preestablecidas, aquellas que, por tradición, han sido transmitidas por las generaciones adultas desde tiempos inmemoriales.
El cuento clásico infantil se halla consolidado dentro de la amplia variedad de géneros y tipos de literatura infantil, ha perdurado en el tiempo por la legitimación que se le ha otorgado, quedando definitivamente universalizado.
Un gran número de cuentos clásicos pertenecen a la tradición popular que, como ya se dijo, se han ido transmitiendo oralmente entre generaciones. En determinados momentos históricos los cuentos fueron recogidos, narrados o reescritos por determinados autores preocupados por ese patrimonio cultural, asegurando con su difusión hasta los lugares más distantes la pervivencia en el tiempo. Ejemplo de esto son autores como el francés Charles Perrault o los alemanes Jacob y Wilhelm Grimm. Los cuentos clásicos también han servido como fuente de inspiración para autores como el famoso escritor danés Hans Christian Andersen.
Las editoriales también fueron parte importante en el éxito de difusión de los cuentos clásicos, básicamente porque, además de carecer esas obras de derechos de autor, les precede la fama, lo que permite reducir al mínimo las campañas publicitarias.
LA TRANSMISIÓN DE VALORES A TRAVÉS DEL CUENTO CLÁSICO INFANTIL
Dado que los valores se hallan en la cultura y se manifiestan en las personas, los cuentos quedan impregnados de esa cultura y por tanto de valores. Ya desde los comienzos de la literatura infantil surge la necesidad y preocupación por la vertiente educativa y formativa. Esa preocupación evolucionó históricamente, tanto en contenidos como en objetivos. Así, las primeras literaturas tenían una finalidad instructiva de incitación a la sumisión y obediencia, donde el relato presentaba habitualmente un contexto rudo y cruel. Los textos podían tener, además, objetivos alejados de lo que se entiende como «valores universales» o «valores positivos», siendo instrumentalizados por distintas corrientes sociales o políticas de carácter liberador, como el anticomunismo, el antifascismo, el feminismo…, conocedores de la potencia alienadora de los cuentos en las mentes más jóvenes.
Aparte de la citada instrumentalización del cuento para intereses parciales, surgió la polémica acerca de los valores e ideales a difundir a través de los cuentos, y que suelen estar implícitos en la cultura que transmiten. Argumentos, que residen en la consideración de que el cuento ofrece al niño la primera visión del mundo afectivo y emocional en la sociedad, aspectos que irán conociendo y descubriendo progresivamente.
Desde distintos campos de la ciencia se ha argumentado sobre la influencia de los cuentos en la formación de los menores. Para algunos autores constituye un encuentro con los problemas éticos fundamentales, facilitando la creación de un primer código moral, o construcción del significado del bien y el mal. Para otros el contacto con los cuentos significa la impregnación de valores humanos, que perdurarán y le formarán como persona, asumiendo que en los relatos se defienden conceptos como el derecho a la vida, la búsqueda de la paz y la libertad, el fomento de la igualdad, etc.
Desde un punto de vista psicoanalítico, varios autores destacaron la importancia del papel de la literatura infantil, especialmente los cuentos clásicos, considerando que éstos alimentan la imaginación y estimulan la fantasía, además de constituir un importante factor de socialización e influencia en el desarrollo de la personalidad.
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