HISTORIA DE LA GESTIÓN AMBIENTAL. DESDE ERATÓSTENES HASTA LA CONSULTORÍA MEDIOAMBIENTAL

INTRODUCCIÓN

El desarrollo industrial y el crecimiento progresivo de las ciudades como exponente de la actual civilización, constituyen una serie de procesos que se encaminan negativamente hacia un deterioro y desequilibrio ambiental, que podría resultar irreversible si no se toman a tiempo las medidas debidas.

Caricatura publicada en 1855 en una revista satírica londinense, sobre la contaminación del río Támesis, que por esas fechas fue protagonista del conocido como El Gran Hedor. Ilustración Wikimedia Commons.

Un factor determinante que actúa sobre el medio físico es la industrialización. Así, la producción de residuos, emisión de contaminantes a la atmósfera, o los vertidos al mar o a los ríos, conllevan sobre el medio ambiente unas consecuencias que deben ser contempladas con objeto de reducir al mínimo sus efectos negativos.

El Estudio-Medioambiental, o más propiamente el Estudio (o evaluación) de Impacto Ambiental, viene a identificar los aspectos y evaluar los efectos que se hallan asociados a una actividad industrial o empresarial; esto resulta fundamental para conocer de qué forma esos procesos suponen un impacto en el medioambiente por causa de las actividades, servicios o productos implicados, los cuales pueden alterar, modificar o condicionar la vida y su desarrollo.

La gestión ambiental surge a mediados de la época de 1970, en parte como una reorientación del pensamiento sobre el desarrollo sostenible, y como medio para dar respuesta al diagnóstico, planificación y resolución de los problemas ambientales. Sin embargo, la crónica sobre los fenómenos medioambientales hunde sus raíces varios siglos A.C., por algunos hechos puntuales que pudieron ser registrados por griegos y romanos. A continuación, vamos a sumergirnos en la historia para descubrir estos hechos y su evolución hasta nuestros días.

EDAD ANTIGUA

Los problemas medioambientales se hallan estrechamente ligados a la historia de la humanidad. Aunque a lo largo de la historia geológica se produjeron sucesos naturales que han tenido su impacto en el ambiente, es la mano del hombre la que imprimió con sus actividades una presión que cobró su mayor dimensión en nuestros días. Las crónicas de épocas remotas que han conseguido llegar hasta nosotros, sea directamente por medio de escritos originales o a través de referencias de terceros, nos permiten afirmar que ya existía en la Antigüedad un interés por describir hechos o fenómenos, no sólo naturales, sino también producidos por actividades humanas como puede ser la deforestación para obtener nuevas tierras fértiles de cultivo, o materias primas para la construcción de embarcaciones y viviendas, así como la descripción de las consecuencias de esas actividades.

En el año 236 a.C. El polímata griego Eratóstenes se hizo cargo de la Biblioteca de Alejandría al ser llamado por Ptolomeo III. Desde su puesto realizó el primer registro que se conoce del fenómeno de erosión en la isla de Chipre, originado por una tala incontrolada para la obtención de madera con destino a la construcción de embarcaciones, actividades de fundición y extracción de mineral de plata. También registró los efectos de la erosión manifestados en la sedimentación de los ríos, que concluían con una disminución de la pesca. Estos hechos también fueron documentados por griegos ilustres como Aristóteles o Platón.

Las civilizaciones se fueron desarrollando con el transcurrir del tiempo, lo que implicó un uso de los recursos naturales cada vez mayor. En consecuencia, fueron apareciendo problemas ambientales cuyas soluciones fueron aplicadas según el saber y entender de las sociedades que los sufrieron. En este sentido, cabe citar las crónicas romanas del año 312 a.C., donde se recoge el fenómeno de la contaminación del río Tiber, provocando que las colonias que se hallaban asentadas en sus riberas tuvieran que abandonar esos lugares y buscar nuevas fuentes de agua potable.

EDAD MEDIA

Acercándonos a la Edad Media, en Europa, durante el siglo XIII, pocas eran las grandes ciudades que no estaban afectadas por algún grado de contaminación grave. Es el caso de Siena, en Italia, una población que nació en la cima de tres colinas; los desechos que se producían eran arrojados a la Piazza del Campo para que fueran consumidos por cerdos que se utilizaban para esa labor. Pero, la situación se agravó de tal manera que en el año 1336 las autoridades tuvieron que desalojar a todos los carniceros de la ciudad, debido a que Siena era incapaz de asimilar semejante cantidad de despojos.

Georges-Louis Leclerc . Imagen Wikimedia Commons

El caso de Siena no era ni especial ni particular, pues en las ciudades europeas también era muy frecuente situaciones similares, al menos hasta el periodo de 1451 a 1648, en que comenzaron a surgir las primeras leyes para abordar este problema, sobre todo en Inglaterra, pero con poco éxito debido a la escasa efectividad de los organismos encargados de ejecutarlas.

En Europa, finalizando el siglo XVI, algunos filósofos y naturalistas descubrieron documentos de culturas y civilizaciones anteriores, que acumularon conocimientos relacionados con el medio ambiente. Uno de ellos fue el francés Georges-Louis Leclerc, que describió en variados tratados las prácticas de domesticación y selección artificial de plantas y animales, y los efectos causados en la naturaleza.

Los ordenamientos territoriales y las nuevas formas sociales en el siglo XVII, dieron lugar a la creación de diversos estamentos, algunas de cuyas funciones también consistían en la regulación de las relaciones hombre-medioambiente. Un ejemplo de esto es la ordenanza forestal de Colbert de 1669, en Francia, que reservaba para el Estado el monopolio de parte de los bosques destinados a madera.

Sin apenas desviarnos del mismo momento histórico, los científicos pudieron identificar determinadas relaciones de causalidad entre el desarrollo industrial y algunas enfermedades, como el envenenamiento por plomo en los ceramistas, o por mercurio en los sombrereros, o las lesiones de boca y pulmón por bórax y antimonio en los artesanos del vidrio. Estas enfermedades fueron diagnosticadas por el médico italiano Bernardino Ramazzini, que fuera fundador de la medicina del trabajo y estudioso de las enfermedades profesionales.

Una pérgola afectada por la lluvia ácida. Imagen Wikimedia Commons.

SIGLO XIX

En el siglo XIX, los efectos negativos en la salud y el medioambiente debido a la Revolución Industrial, pudieron ser relacionados por los científicos, que aportaron nuevos textos para el estudio, los cuales tendrían su implicación futura en el siguiente siglo, como fue el caso de la contaminación del aire y la lluvia ácida, que pudo ser observado en 1859 por Robert Smith en Inglaterra. La divulgación de esa información científica unida a la preocupación de los ciudadanos por una actividad industrial creciente que influía negativamente en la calidad ambiental, tuvo su respuesta por parte de algunos gobiernos, que comenzaron a promulgar normas para ejercer un control sobre las empresas. Fue el caso del Parlamento británico, que en 1821 promulgó una norma regulatoria para facilitar las denuncias ante las autoridades hacia aquellos propietarios de fundiciones que emitían a la atmósfera una excesiva cantidad de partículas contaminantes.

Gran Bretaña también sería pionera en la creación de las primeras entidades de control y verificación de la contaminación, como la llamada Alcali-inspectorate, nacida tras la promulgación en 1863 por el Consejo Británico de una norma para la prevención de la contaminación conocida como «Decreto Alcalino», que exigía a los fabricantes de productos alcalinos la eliminación del 95% del ácido clorhídrico emitido por las fábricas. Esos productos eran utilizados habitualmente en la fabricación de jabón, vidrio o textiles.

El crecimiento de la Revolución Industrial favoreció una migración proveniente de las zonas rurales y por consiguiente una mayor masificación urbana, además de una concentración industrial más próxima a las ciudades, lo que motivó que en la década de 1850 se comenzaran a plantear las primeras medidas de gestión de los residuos urbanos. Proyectos como los trazados del alcantarillado de Hamburgo en 1842, Chicago en 1855, o Berlín en 1860, lo evidencian. Hay que decir, que el desarrollo de los sistemas de alcantarillado ya tuvieron gran dimensión en Roma, durante la Era Dorada de la República a partir del siglo I, con Trajano y sus sucesores, que consiguieron una época de esplendor y florecimiento con la construcción de nuevas calzadas, acueductos y grandes edificios públicos.

Ernest Haeckel. Imagen Wikimedia Commons.

LA CIENCIA ECOLÓGICA

El siglo XIX también fue protagonista del nacimiento de disciplinas y conceptos holísticos sobre las interrelaciones humanas y la naturaleza. Algunas obras pioneras establecieron los fundamentos de la ecología, siendo Ernest Heinrich Haeckel el que describió las leyes de esa ciencia en 1848, en su obra Physical Geography. Casi simultáneamente, algunas áreas vírgenes de Estados Unidos desaparecieron por la tala masiva e indiscriminada, motivo por el que en 1864 se creó el decreto para la conservación del área de Yosemite, siendo punto de partida para la conservación de toda la zona central del estado de California, convirtiéndose en la primera reserva natural del mundo.

SIGLO XX

El establecimiento de nuevas áreas naturales protegidas fue una constante desde comienzos del siglo XX, las cuales fueron acompañadas de estudios económicos y valorativos de la contaminación entre 1900 y 1950. Por ejemplo, el economista estadounidense de origen alemán Karl William Kapp, citó algunos trabajos que fueron realizados entre 1914 y 1930 en Gran Bretaña y Estados Unidos, enfocados a intentar definir los costes de la contaminación del aire, como aproximación inicial para determinar el concepto de «externalidad». Igualmente, similares trabajos de ciencias sociales vieron la luz en Inglaterra, como el de Harold John Massingham en 1942, que publicó The English Countryman: a Study of the English Tradition, donde analiza la problemática de la desvinculación de los humanos con la tierra, describiendo con gran detalle cómo los suelos son alterados al pasar de prácticas de agricultura tradicional a otras de monocultivo intensivo.

Motivaciones basadas en el lucro, así como el uso ilimitado de maquinaria y el ejercicio de labores agrícolas intensivas, condujeron a una pérdida de las características naturales de los suelos y un deterioro económico creciente, al requerirse incrementos de fosfatos y otros abonos químicos con objeto de mantener la capacidad de producción de los campos de manera lineal. Estos hechos tuvieron la suficiente entidad, como para que en 1952 varios especialistas de diferentes disciplinas científicas y sociales, como el geógrafo Carl Sauer, el sociólogo Lewis Mumford y el zoólogo Marson Bates, hicieran un llamado a la comunidad académica internacional para realizar un reconocimiento y estudio sistemático sobre las consecuencias que el desarrollo de las civilizaciones imprime sobre la biosfera. Esa iniciativa culminó exitosamente en 1955 con la celebración en Princeton, New Jersey, de la conferencia «El papel del hombre en los cambios de la faz de la tierra», en la que participaron científicos de renombre mundial que discutieron sobre el papel del desarrollo industrial y el deterioro ambiental.

DÉCADA DE 1960

Rachel Louise Carson. Imagen Wikimedia Commons.

Durante esta década se acrecienta una notable preocupación científica por difundir las problemáticas ambientales, generándose algunas de las manifestaciones científicas y de opinión más impactantes acerca de esa materia. La precursora de numerosas iniciativas y acciones pro-ambientalistas, fue la conservacionista y bióloga marina estadounidense Rachel Louise Carson, quien en 1962 publicó la obra «La primavera silenciosa». Su narrativa, aunque científica, era lo suficientemente elocuente como para despertar la preocupación de buena parte de la población de Estados Unidos acerca de la producción y uso de sustancias tóxicas, y cómo el DDT (dicloro-difenil-tricloroetano) ejercía unos efectos nocivos no sólo sobre la fauna, sino también sobre los seres humanos. Carson consiguió con sus textos un gran impacto generando la moderna conciencia ambiental, además de acercar los conceptos holísticos de la ecología a personas ajenas a la discusión y formación científica. La importancia de su estudio alcanzó tal repercusión que fue traducido a más de doce idiomas.

Pero, la obra de Carson provocó también agrias polémicas que tuvieron su manifestación en numerosos documentos y publicaciones. Industriales afectados negativa y directamente por la repercusión de la obra, realizaron escandalosas contrataciones de científicos para que emitieran informes que desmintieran lo vertido en ella, realizando comentarios que negaban la capacidad de la doctora Carson para realizar esas observaciones. La polémica llegó incluso al tema personal, al ser calificada esta bióloga como loca e histérica, e incluso afirmando que las mujeres no están preparadas para entender las complejas relaciones de los sistemas naturales.

Coincidiendo con la publicación del estudio de Carson, se potenció la difusión de la Ecología, una ciencia interdisciplinar que, por primera vez, creaba a todos los niveles el lanzamiento de programas educativos con contenidos ambientales de máximo rigor académico. Estos hechos fueron acompañados por otras muchas publicaciones; cabe destacar «The Destruction of California», «America the Raped» y «The Greening of America», todos ellos conservando el rigor científico, pero expuestos con un lenguaje asequible a la gente común sin formación ambiental o científica, donde se describen los problemas ambientales, su relación con las actividades de la industria así como sus graves repercusiones sobre la salud humana.

El resultado de esta difusión científica «entendible» por una población cada vez más informada y con mayor acceso a los medios, fue el aumento de la preocupación pública sobre su propia salud y calidad de vida, generándose una notable presión creciente sobre las autoridades que debían asumir esas demandas, que tendría su respuesta en la siguiente década con la creación de entidades de protección del medioambiente.

A finales de la década, en 1968, surgiría un acontecimiento en el contexto internacional que vendría a sentar las bases ideológicas de la futura gestión ambiental, con la creación del Club de Roma, una organización fundada por científicos y políticos preocupados por la problemática ambiental y el futuro de la humanidad a largo plazo.

DÉCADA DE 1970

A comienzos de 1970 el medioambiente se convierte en objeto de estudio global, tanto por parte de los entes académicos, como gubernamentales e industriales, que marcarían una nueva dimensión a lo largo de la década. Ejemplo de ello fue la creación en Estados Unidos (estado de California) de la Environmental Protection Agency (EPA), fruto de la unión de quince agencias independientes ya existentes desde un año antes. Este organismo adquirió tal importancia que llegó a convertirse en un órgano federal mediante la política nacional del medio ambiente (The National Environmental Policy Act), que tenía como función hacer el seguimiento del impacto ambiental de las obras e instalaciones de envergadura, estableciendo controles y auditorías. Con estas iniciativas legislativas, Estados Unidos se adelanto alrededor de veinte años a los protocolos británicos.

Barry Commoner. Imagen Wikimedia Commons.

También destaca a comienzos de esta década la publicación del libro «The Closing, Nature, Man, and Technology» del biólogo estadounidense Barry Commoner, donde se expone los principios de la moderna ecología, elevándola en el contexto global a una ciencia mundialmente aceptada. Por su parte, en el contexto empresarial, cabe citar el caso de IBM, que en 1971 estableció una política ambiental corporativa, convirtiéndose en una de las primeras empresas en el mundo que toma esta iniciativa.

1972 se distinguió por celebrarse en Estocolmo la primera Conferencia del Medio Ambiente Humano, patrocinada por la ONU, donde se estableció la creación del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente. En esa conferencia se trató por primera vez la problemática de la contaminación asociada al desarrollo industrial, emprendiéndose estudios sistemáticos sobre las consecuencias del progreso y las actividades industriales. De esa conferencia se desprendió el popular informe «Los límites del crecimiento», donde se recogía la necesidad urgente de parar el ritmo de crecimiento económico, en el sentido de gestión del consumo intensivo de bienes primarios como generación de riqueza, inquiriendo de la comunidad industrial internacional un cambio drástico sobre los modelos de bienestar, crecimiento económico y desarrollo bajo el riesgo de que, de no llevarse a cabo esos cambios en los sistemas de producción, la situación derivaría hacia una escasez global de recursos que conduciría al colapso comercial y del sistema industrial.

La Comunidad Europea estableció en 1973 el primer programa de acción ambiental, constituyendo uno de los más importantes y con mayor influencia a nivel gubernamental. Fue aplicado durante tres años, y a partir de ahí, cuatrienalmente, se realizaron programas de intervención estatal no sólo conservando aquel primer programa de política ambiental europea, sino también mejorando sus estructuras. Como fruto de esta iniciativa, cabe citar la publicación de directrices para el uso de pesticidas, etiquetado y mercadotecnia.

En 1978, como resultado de la nueva tendencia, apareció en Alemania un esquema etiquetado como «ángel azul», basado en el aval y declaratoria de diversos organismos, incluido Naciones Unidas. Con él se pretendía motivar a los fabricantes para que suministraran productos amigables con el medioambiente. No obstante, este programa no realizaba una verificación de conformidad, y en poco tiempo los europeos fueron conscientes de que la comercialización de los productos «inocuos» para el medioambiente no coincidían o tenían poco que ver con las políticas medioambientales de los países miembros.

Como consecuencia de esas deficiencias, y el resultado de otras iniciativas de intervención gubernamental, el British Standard Institute (BSI) publicó en 1979 la serie de normas de calidad BS5750, las cuales presentaban por primera vez un sistema de gestión corporativo, basado en un modelo que recogía los conceptos de mejora continua que fueran expuestos y validados de forma práctica en la industria japonesa desde 1950 por el estadístico estadounidense William Edwards Deming. Tales disposiciones serían más tarde mejoradas con un nuevo paquete de normas ambientales que se parecían mucho más a los actuales sistemas de gestión ambiental certificables.

DÉCADA DE 1980

Entre 1980 y 1991 fueron evaluados los impactos del crecimiento de la población y los volúmenes de la producción industrial por varios organismos internacionales, como la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), la UNEP (United Nationsw Environment Programme y la WWF (World Wild Fundation). El informe indicaba que, desde la Revolución industrial, se había multiplicado por ocho el tamaño de la población mundial, que la producción industrial se había multiplicado por cien en sólo cien años, y que los efectos ambientales eran consecuencia de estos cambios globales. Se alertaba además, que el futuro de la humanidad estaría amenazado si no se salvaguardaba la vitalidad y productividad del planeta. En ese informe se establecía el concepto de «desarrollo sostenible», como la única opción racional para garantizar la supervivencia de la humanidad. Esta observación tuvo un gran impacto y conmocionó a la comunidad internacional.

La ONU entró de nuevo en escena al publicar el Informe Mundial 2000, con el Presidente Jimmy Carter como mandatario en Estados Unidos. Su derrota electoral impidió que Estados Unidos acogiera el informe, pero la repercusión internacional del mismo tuvo suficiente entidad como para ser traducida a más de ocho idiomas y distribuidas más de millón y medio de copias.

Bosque de los Robles (Bosco delle Querce) construido después del desastre de Seveso. Imagen Wikimedia Commons.

Una tragedia ambiental en Seveso (Italia) en 1982, ocasionada por un derrame de productos químicos, generó una reacción enérgica por parte de las agencias de control ambiental dentro de la Comunidad Europea. Como consecuencia de ello, en el mismo año esos organismos emitieron la directiva conocida como Seveso (82/501/CEE), para el control de actividades peligrosas.

Otro siniestro de gran magnitud, sucedido en 1984 en Bale (Suiza), al incendiarse un almacén de la empresa Sandoz, ocasionó un derrame tóxico al río Rin que afectó a un área que abarcó desde Suiza hasta Holanda, siendo la industria pesquera que dependía del río y su desembocadura la que resultó más dañada. Esto demostró a los líderes políticos que la contaminación no sabe de fronteras, motivando posteriores y múltiples directivas europeas para la regulación y creación de mecanismos de protección ambiental que pudieran ser adoptados por los organismos locales. Así, la directiva Seveso también fue adoptada por Francia; Alemania y Dinamarca establecieron normas para los envases como los de cerveza, agua o refrescos. En este caso, la norma fue denunciada ante el Tribunal de la Unión Europea por considerarla contraria al libre comercio, pero años más tarde, en 1992, el tribunal sancionaría que la protección ambiental se halla por encima del principio de libre comercio.

En 1985 la lluvia ácida produjo un deterioro de la economía escandinava, provocada por las chimeneas de la industria pesada inglesa. Por ese motivo se realizó una cumbre económica en Estocolmo para analizar estos sucesos. Aunque Gran Bretaña no participó a pesar de ser la parte causante, se tomaron medidas inmediatas para detener la contaminación atmosférica, mediante una regulación sobre la quema de carbón en la industria pesada, así como el cierre de acerías en la zona norte de Inglaterra.

En 1987 se celebró una importante reunión económica urgente en Montreal, sobre el Protocolo de Ozono, auspiciada por el presidente de Estados Unidos Ronald Reagan y la primera ministra inglesa Margareth Tatcher, y donde fueron invitados también todos los mandatarios de las economías asiáticas y occidentales. En esa reunión, se expuso la situación de la capa de ozono, tras ser identificado el deterioro de la capa protectora de la atmósfera en las primeras imágenes de satélites de los casquetes polares. Los efectos se hicieron presentes en la salud humana, con casos de carácter epidémico por cánceres de piel en las colonias británicas de Australia y el Pacífico Sur.

El propósito del Protocolo de Ozono fue establecer un mecanismo inmediato y efectivo para regular la emisión de las sustancias que afectan a la capa de ozono, resultando exitoso al establecer los objetivos específicos y la sustitución y eliminación de sustancias que la dañan, como los CFC (clorofluorocarburos) y FC (fluorocarburos). Los resultados obtenidos con la implantación de las medidas acordadas en este protocolo, marcaron un hito al conseguir que esta iniciativa de la comunidad internacional fuese una de las más efectivas en cuanto a la renovación del aparato productivo con fines de protección medioambiental.

1987 también se distinguió por la presentación del Informe Brundtland, conocido como «Nuestro futuro común», tras la convocatoria de la Comisión Mundial de Medioambiente y Desarrollo, liderada por la doctora noruega Gro Harlem Bruntland. Este documento sería considerado como uno de los que más impacto causó en la definición de políticas económicas estatales sobre el manejo de los recursos naturales, que pueden resumirse a grandes rasgos como la satisfacción de las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las de las generaciones futuras.

DÉCADA DE 1990

La década de 1990 comenzó con el planeamiento de la que sería la cumbre más trascendente para el futuro desarrollo de la gestión ambiental a nivel internacional: la cumbre de Río de Janeiro de 1992. Ese plan fue acordado un año antes en Noruega entre representantes de varios países que establecieron como enfocar las posiciones en dicha cumbre.

Cumbre de Río 1992. Imagen ONU

El secretario general de la cumbre de Río, Maurice Strong, realizó una invitación al industrial suizo Stephan Schmidheiny para que ejerciera como coordinador del sector empresarial. Este industrial, convocó a casi cincuenta gerentes de grandes empresas, conformando así el que sería el comité base del Consejo de Negocios para el Desarrollo Sostenible, de forma que tanto la opinión del sector productivo como el de los empresarios pudieran tener su voz en las mesas de trabajo de la cumbre.

De la cumbre de Río emanó la «Agenda 21», que reclamaba e institucionalizaba el concepto de «desarrollo sostenible», que ya fuera definido en el famoso informe Bruntland. En ella se establecen compromisos sobre la gestión ambiental pública que deben ser asumidos de forma tangible por la comunidad internacional, con asunción de responsabilidades, integrando el principio de «quien contamina paga».

Simultáneamente con la cumbre de Río, la Comunidad Europea unificó criterios y normas, publicando la Resolución 1836, que reglamentaba la participación voluntaria de los sectores industriales en el EMAS (Enviromental Management and Audit Echeme). Sin embargo, algunos sectores productivos con altos niveles de generación de contaminantes estaban obligados a implementar este sistema de gestión ambiental.

Tras varias resoluciones e implementación de normativas interestatales de diferentes ámbitos sobre gestión medioambiental, se celebró en 1997 la cumbre Río+5 en Nueva York, donde se establecieron medidas y cuotas para detener el calentamiento global. Entre los acuerdos se encontraba el endurecimiento de las políticas regionales sobre contaminación y el control en origen de las fuentes industriales. También se establecieron las líneas para que las emisiones fueran susceptibles de transacción, gestándose las bases del ecobanking.

SIGLO XXI

En 2001 se publicó la norma EMAS II, que actualizaba ese protocolo para los países de la Comunidad Europea. En esta norma, se establece su adopción obligatoria en todo el sector productivo de la Comunidad. Se pretendía así homologar los diferentes sistemas de gestión ambiental y su integración con otros sistemas ya existentes en el ámbito industrial.

2002 fue protagonista de la segunda Cumbre Mundial del Medio Ambiente y Desarrollo de la ONU en Johannesburgo. Aunque no se lograron avances significativos, se dejó de manifiesto la importancia de los sistemas de gestión ambiental en las empresas.

Por las mismas fechas también se realizó el Foro Económico Mundial en Nueva York, participando la empresa SustainAbility, que ya había publicado el informe Good Mews and Bad, donde se realiza una aproximación a la relación del desarrollo disponible con los medios de comunicación. También se publicó un segundo informe, Trust Us, sobre los sistemas de reporte corporativo y desarrollo sostenible.

En 2003 se realizó en Brasil el primer Foro Social Mundial, participando de nuevo SustainAbility, que lanzó el libro The
21st Century NGO: In the Market for Change. El Foro evidenció el interés sobre los conceptos del Triple Bottom Line en la zona Asia-Pacífico, siendo la empresa Toyota la primera en adoptar tales prácticas y reportes en esa región.

En 2005 se realizó el Foro Económico Mundial en Davos (Suiza), y el Foro Social Mundial en Porto Alegre (Brasil). En ambos eventos participó la empresa SustainAbility. Tales eventos puso de manifiesto la preocupación internacional por los asuntos sociales vinculados al desarrollo económico, dejando en un segundo plano los temas medioambientales, aún sin dejar de ser preocupantes. Todo ello indica que la gestión ambiental evoluciona hacia sistemas de gestión donde toman en cuenta las variables relacionadas con el bienestar social.

A partir de 2005, se realizaron diversas reuniones y conferencias con carácter anual, de los cuales cabe destacar los siguientes:

2008

  • Consenso de Monterrey, una Reunión de Alto Nivel sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
  • Conferencia Internacional de Seguimiento sobre la Financiación para el Desarrollo encargada de examinar la Aplicación del Consenso de Monterrey.

2009

Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Crisis Financiera y Económica Mundial y sus Efectos sobre el Desarrollo.

2010

  • Cumbre de las Naciones Unidas sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio

2011

  • Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Países Menos Adelantados

2012

  • Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible (Río +20)

2013

  • Foro de Bosques de Naciones Unidas 10.

2014

  • Conferencia Mundial sobre los Pueblos Indígenas
  • Tercera Conferencia Internacional sobre Pequeños Estados Insulares en Desarrollo.

2015

  • Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo
  • Cumbre de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible
  • Reunión de Alto Nivel de la Asamblea General sobre la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información (CMSI+10)

2016

  • Reunión de alto nivel sobre refugiados y migrantes
  • Conferencia mundial sobre el transporte sostenible

2017

  • Conferencia sobre los Océanos

LA CONSULTORÍA MEDIOAMBIENTAL

En la actualidad, los gestores de las empresas son cada vez más conscientes de la importancia que el medioambiente tiene en nuestras vidas, sin embargo una gran mayoría de ellas no disponen de la adecuada formación en el campo medioambiental. Se trata de un área relativamente nueva, y por ello no suelen contar con los conocimientos, especialización o personal cualificado para diseñar y producir de forma respetuosa con el ambiente natural. Por ello, muchas empresas (también las entidades públicas a través de licitaciones) cubren ese servicio externalizándolo, encargando ese trabajo a otras empresas especializadas en el sector que nos ocupa. Son, las consultorías ambientales o medioambientales.

Industrias químicas en Huelva. Imagen Wikimedia Commons.

La función de los profesionales de las consultorías medioambientales es la de orientar o asesorar, dar formación y realizar aquellos trámites relacionados con las problemáticas ambientales que afectan a las empresas (privadas o públicas), las cuales pueden consistir en la gestión de residuos, vertidos, eficiencia energética y otras políticas relacionadas. En general, su aplicación supone el estudio global de funcionamiento de una empresa, comprobando que tanto las responsabilidades en materia de medioambiente como civiles se hallan suficientemente cubiertas, y en todos sus aspectos, por los sistemas de gestión medioambiental. El objetivo de esas actividades es que las empresas obtengan sus beneficios dentro de las buenas prácticas medioambientales, con respeto y cumplimiento de las legislaciones aplicables.

La tarea de los consultores ambientales es muy especializada. No sólo son profesionales con amplios conocimientos de su ámbito, también están adiestrados en enfocar los problemas que se les presenta, analizándolos desde todas sus aristas. Así, deben plantearse todas las interrogantes y hallar las respuestas más adecuadas. No sólo deben realizar análisis, también en muchas ocasiones surge la necesidad de innovar para dar solución a un problema, que puede ser nuevo o con escasas o nulas referencias documentadas. Por supuesto, los consultores tienen que argumentar sus decisiones, convenciendo sobre las posibles soluciones a adoptar, y saber cómo gestionar los proyectos encomendados, incluidos los que afectan al personal.

Las consultoras ambientales también pueden ofrecer servicios integrales, así como la supervisión de sistemas de gestión de calidad con asistencia continuada, en materias como la tramitación de acreditaciones e implantación de modelos de estandarización ISO, los cuales, al tratarse de un grupo de normativas amplio, serán abordados en un futuro artículo.


FUENTES CONSULTADAS

  • Kiwi Estudio-Medioambiental
  • Antecedentes históricos de la Educación Ambiental: la Antigüedad clásica (Fco. Canes Garrido)
  • Reflexiones sobre investigación en historia ambiental (Alexis Rojas León)
  • La humanización de la Naturaleza en la Edad Media (Carlos Barros – Univ. Santiago de Compostela)
  • Ide@Sostenible (UPC)
  • Los sistemas de gestión medioambiental (Univ. Deusto)
  • Sistemas de gestión ambiental (Cristina Rey)
  • un.org
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