FILATELIA: LAS JOYAS DE LA CORONA

La Exposición Filatélica PRAGA 2018 es el motivo que ha hecho posible otro nuevo sello dedicado a las joyas de la corona [el tesoro se guarda en la célebre Catedral de San Vito, junto al Castillo de Praga, suelen exponerse en algunas ocasiones, aunque sólo en visitas oficiales es posible admirar estas piezas con verdadera tranquilidad ya que, la muchedumbre, inunda materialmente la zona desde tempranas horas de la mañana; nada pues que podamos comparar a aquella fiesta del primero de mayo de 1981: cómo corre el tiempo.

En realidad el público ve una réplica, el tesoro se encuentra en el lado sur de la capilla de San Wenceslavo, una pequeña puerta con siete candados es la que da acceso a la Cámara donde están esas fastuosas obras de arte de un incalculable valor] que ahora son reproducidas en un sello acifrado [Letra E, equivale al porte de una carta hasta 50 gramos para cualquier país europeo, al momento de emitirse equivalía a 32 coronas –unos tres euros-] impresión offset multicolor, en carnet de ocho ejemplares autoadhesivos; diseñaron la pareja de artistas Jaromir y Libuse Knotek.

En el anverso del carnet, al margen de la corona real, también tenemos una vista externa de este importantísimo polo de atracción turística, el Castillo de Praga y la Catedral de San Vito. En el sobre de primer día aparece una imagen de Carlos IV y fue grabado por Martin Srb.

Recordemos que la corona de San Wenceslao fue creada por el citado soberano en 1346 y el modelado se basó en una preexistente del siglo XIII [corona de la dinastía Premyslida, para los amantes de los mitos y leyendas este podría serles útil; se trata del Mito de Libuse que, a la postre, inició el linaje que gobernaría durante cientos de años las tierras checas que, en un momento de la historia, se extendían desde la actual Silesia al Mediterráneo] y la corona francesa de San Luis; confeccionada en oro puro, pesa 2,5 kilos y está recubierta con perlas y diamantes. No hay datos históricos sobre el orfebre que la realizó, sólo que un gran profesional del oro le añadió, a finales del XVI, algunas piedras preciosas para hacerla aún más bella.

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JUAN FRANCO CRESPO
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