Hoy nos detendremos en un botánico o un gran amigo de las plantas que nació en Francia y vivió en la Carniola a partir de 1766, llegó para hacerse cargo de una explotación minera en Idrija, localidad situada al sudoeste de Eslovenia, ocupa una profunda depresión en las confluencias fluviales del Nikova e Idrijka que vierten sus aguas al curso del Soca.
La minería venía de antaño en la región, concretamente en 1490 descubren la presencia de mercurio (justo en el lugar que hoy ocupa la Iglesia de la Santísima Trinidad) que aportaba los principales ingresos a la pequeña población. Desde 1493 la explotación la hace el conde Virgilio Formentini y sólo era superada en producción, en aquellos momentos de la historia, por las célebres minas de Almadén (Ciudad Real) y para el XVIII el yacimiento esloveno se colocaba en la 13ª posición a nivel planetario.
Aún quedan vestigios de ese pasado minero (en los años setenta del siglo XX la explotación cesó y la recesión económica no se hizo esperar), el viajero puede darse cuenta de ese pasado simplemente dándose una vuelta por el denominado Pozo Antonio (Kosovelova 3), excavado en 1500, hoy es un museo vivo que se descubre tras superar una veintena de metros de desnivel y recorrer unos 200 bajo tierra, aunque en realidad, sus medidas son de 1,5 kilómetros de largo y 600 de ancho, vaya que esa calle está sobre un auténtico queso de gruyere. La ciudad está asentada sobre 700 kilómetros de pozos excavados en quince niveles, algunos se llenaron de agua y otros los están cubriendo con los escombros: tratan de estabilizar el terreno.
En ese punto nos encontraremos la Capilla de Santa Bárbara y San Acacio, patronos de los mineros y levantada en el XVIII, la visita, guiada y de pago, suele tener unas dos horas de duración por lo que no es aconsejable para las personas que padecen claustrofobia. La misma Iglesia de Santa Trinidad (donde se halló el mercurio inicial) fue la última que estuvo activa, está en el entorno de la calle Gregorciceva y para completar ese jornada de descubrimientos mineros nada mejor que recorrer también el Museo de la Minería ubicado en el castillo, este edificio se levantó entre 1522-1533 y albergó las oficinas de la explotación minera, se usó como defensa de los ataques turcos, en 1997 se hizo con el galardón del mejor museo de Europa.
Hacquet se trasladaría en 1773 a Ljubljana y realizaría numerosos trabajos: profesor, lector de química, secretario de la sociedad que promocionaba un uso racional y natural de la agricultura (y los ecologistas de salón, de ahora mismo, van de vanguardistas por la vida). Incursionó en otros campos como la geología, botánica, paleontología, etnología y el estudio de la lengua eslovena; también se rebeló contra el pensamiento reinante en su tiempo, esencialmente contra la superstición y la hipocresía de entonces, vaya que parece que hemos andado poco.
A lo largo de su prolífica vida publicaría más de 140 artículos sobre diferentes campos del saber (le podrían consultar nuestros políticos, pues entonces no habían incurrido en el mundo del saber esas herramientas que acabarán retratando al más pintado: las nuevas tecnologías). Destacan de esos trabajos el denominado cuarto volumen dedicado a “Oryctographia Carniolica oder Physikalische Beschreiburgh des Herzoogthums Krain, Istrien und zum Theil der benachbarten Lander” (evidentemente se trata de una obra escrita en alemán y donde el título parece todo un capítulo, vio la luz entre 1778 y 1789).
Era un empedernido viajero o deportista de riesgo como dicen ahora, ascendió las Grossglockner (las montañas más altas de Austria), fue el segundo en subir al Triglav (la mayor montaña eslovena). Recorrió la mayoría de los territorios balcánicos y la zona oriental de Europa.
En fin, fue un gran observador y el primero en realizar una completa descripción científica de los dolomitas, indicando que la disolución de las rocas era el motivo más importante de transformación de la región y la responsable de ese paisaje cárstico. En 1787 abandonaría las tierras eslovenas para hacerse cargo de su cátedra en la Universidad de Lviv.
El sello que le dedicó el correo esloveno tiene un facial de 1,33€, puesto a la venta el 30 de enero de 2015, el diseño fue obra de Andrej Zagar, impresión en offset a cuatro colores, hojas de 25 ejemplares y 50.000 sellos de tirada.
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JUAN FRANCO CRESPO
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